Educación

La tecnología PISA fuerte

Pablo Lara
Pablo LaraMarc Guillen

Una vez más, los alumnos españoles han quedado por debajo de la media de la OCDE en los resultados del último informe PISA. Con una novedad: este año hemos obtenido la peor nota en Ciencias de la serie histórica y nos hemos estancado en Matemáticas. A esto se une que los sistemas educativos de los países más avanzados están de capa caída y siguen perdiendo fuerza, por lo que el fracaso educativo no es un problema exclusivo de España.

No diré que se trata de la crónica de una muerte anunciada, pero debemos dejar de malgastar recursos de manera inútil y trazar un plan consensuado, con acciones concretas que partan de los profesores y de la realidad de las aulas, para ir avanzando paso a paso en la mejora del proceso de enseñanza y aprendizaje. Ya no es el momento de lamentarse, y hemos de trabajar juntos, con optimismo y energía, aportando soluciones cada uno desde nuestro punto de vista.

Nuestro deber es afrontar este reto con la seriedad que se merece, y dedicar tiempo, recursos y personas a mejorar de una vez nuestro sistema educativo, pensando en el bien de nuestros alumnos y no tanto en promesas electorales cortoplacistas.

Pero en este nuevo desafío, echamos en falta una voz que defienda la competencia digital de los adolescentes y cómo esta ayuda a desarrollar otras muchas como la creatividad, la curiosidad, el espíritu crítico y la interacción y debate entre los alumnos, mejorando de manera real el aprendizaje de todas las materias que se imparten en los centros.

Por ejemplo, integrando la tecnología en el sistema educativo se mejoran en un 30% las competencias de los alumnos en matemáticas y lectoescritura, según los resultados de los laboratorios virtuales implantados por IteNLearning en centros educativos adscritos al programa Comunica de la Junta de Extremadura.

Por otro lado, la transformación del espacio físico del aula en un entorno tecnológico, donde se fomenta el aprendizaje experiencial, la interacción con otros alumnos y el debate, mejora en un 70% sus resultados en ciencias y matemáticas, según datos de HP Education tras la implantación de aulas digitalizadas en colegios.

Por todo ello, el debate no es si tecnología sí o no. Esa fase está superada porque la vida real y el devenir de los tiempos nos han dado la respuesta. La tecnología tiene que utilizarse en los colegios, pero debe de hacerse de manera correcta para que nos ayude en dos sentidos: mejorar la eficacia y la eficiencia de nuestro sistema.

En cuanto a la eficiencia, parece claro que digitalizar los procesos escolares (como sucede en cualquier otra organización) debe mejorar la manera de funcionar de un centro educativo y eso liberará tiempo a docentes y equipos directivos para que se ocupen de lo que de verdad importa, conocer a sus alumnos y hacer que desarrollen todo su potencial.

Todavía más importante, en cuanto a la eficacia, las nuevas tecnologías harán que nuestros alumnos aprendan mejor aquello que de verdad es relevante. Las habilidades esenciales para el siglo XXI son algunas como el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la creatividad o el trabajo en equipo. Todas aquellas que permitan a nuestros hijos crecer y defenderse en un mundo que cada vez es más incierto y cambiante.

Nadie puede poner en duda que las nuevas tecnologías permiten personalizar el aprendizaje en función de cada necesidad, comunicar mejor y más rápido y colaborar entre nosotros. Nos dan datos acerca de lo que está pasando y nos permiten llegar de manera más rápida y barata a los más desfavorecidos. Todos estaremos de acuerdo en que estas son herramientas clave para desarrollar un sistema educativo de calidad, con un enfoque competencial y que además sea más equitativo.

Mejorar nuestros resultados en el informe significaría que nuestros adolescentes tienen una mayor capacidad para resolver problemas de la vida real, según decía el propio director del PISA, Andreas Schleicher, y no hay nada más real a día de hoy que la tecnología, por ello debe ser el eje vertebrador del cambio en la educación, que ayude a comprender mejor las distintas materias y a desarrollar las competencias que demanda ya el entorno laboral. La escuela debe dar por fin un paso adelante y ponerse a la altura de lo que está ocurriendo en el mundo.