El Euroblog

La UE, ¿actor global o parque temático?

La UE, ¿actor global o parque temático?
La UE, ¿actor global o parque temático?larazon

"Si la Europa política no se hace realidad, el euro desaparecerá. Esta desaparición puede adoptar innumerables formas y dar varios rodeos. Puede ser una explosión, una implosión, una muerte lenta, una disolución, una división. Puede durar dos, tres, cinco, diez años e ir precedida de remisiones y dar la sensación de que en cada una de las ocasiones se ha evitado lo peor". Así se expresa el filósofo francés Bernard-Herni Lévy tras dos años y medio de crisis de la moneda única europea. La UE se encuentra al borde del precipicio y, como recuerda gráficamente el presidente del Eurogrupo, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, "sabemos perfectamente lo que debemos hacer. Lo que no sabemos es cómo hacer que nos vuelvan a elegir si lo hacemos".

Galardonada recientemente con el Premio Nobel de la Paz, la Unión Europea corre el peligro de ser víctima de sus propios éxitos tras sesenta años de proceso de construcción europea. Consolidada la paz entre franceses y alemanes (verdadero propósito del proyecto), que se habían enfrentado sucesivamente en 1870, 1914 y 1939, los líderes europeos decidieron dar un paso más allá en el proceso de integración continental con la creación de una Unión Económica y Monetaria (UEM). Corría entonces el año 1992 y la caída del Muro de Berlín y de los regímenes comunistas obligaba a la Comunidad Europea a tomar medidas valientes. Veinte años después, la moneda única europea, el euro, es una realidad que comparten 17 de los 27 Estados miembros de la UE, la cual lucha por superar su pecado original. Y es que la crisis financiera ha puesto de manifiesto que la eurozona comparte una misma política monetaria bajo el mando del Banco Central Europeo (BCE) y diecisiete políticas económicas. Como ya advirtieron los economistas más críticos con el Tratado de Maastricht, Europa no ha podido evitar una crisis asimétrica entre un norte próspero y un sur endeudado.

Como recuerda Lévy, el euro no es irreversible y la Historia muestra numerosas uniones monetarias que acabaron fracasando, como la Unión Latina (1865-1927) o la Unión Escandinava (1873-1914). En contraposición, destacan éxitos como el Zollverein (1834), unión aduanera que sentó las bases para la unificación alemana en 1870, o el nacimiento del franco suizo en 1848, embrión de la Confederación Helvética. Como en estos últimos dos casos, sólo un compromiso en profundizar la integración política garantiza la pervivencia de la moneda común. De ahí que Alemania promueva una mayor coordinación presupuestaria, bancaria y financiera entre los socios de la Eurozona. El resto de socios de la UE, con Reino Unido a la cabeza, queda relegado a un grupo de segunda clase ajeno a las principales decisiones del núcleo duro. Sin embargo, en los países del sur, el protagonismo de Berlín es percibido como una imposición. El pacto fiscal, que obliga a introducir en las constitucionales nacionales la "regla de oro"(equilibrio presupuestario) se inspira en la Carta Magna alemana.

De ahí que el ex canciller alemán Helmut Schmidt haya advertido a sus compatriotas de que "la Unión Europea podría malograrse por culpa de los alemanes". En opinión del ex canciller socialdemócrata de 93 años, Berlín se está haciendo notar como "la principal potencia económica del continente"y una parte de la opinión pública alemana "está desgraciadamente impregnada de puntos de vista egoístas y nacionales".

Pese a que se suele acusar a la crisis económica y financiera que arrancó en 2008 de las dificultades que atraviesa la UE, lo cierto es que la desconfianza en el proceso de construcción europea comenzó tres años antes, cuando en la primavera de 2005 los ciudadanos de Francia y Países Bajos votaron en referéndum en contra del proyecto de Constitución Europea, el mayor intento de unión política propuesto hasta la fecha. El "no"franco-holandés fue el punto de inflexión de una década de éxitos en la que Europa había logrado poner en circulación su propia moneda (2002) y había acabado con medio siglo de división europea con la ampliación hacia el centro y el este del continente (2004). Ahora, en cambio, sólo se oye hablar del declive inexorable de Europa, que apenas representa el 7% de la población mundial (el 5% en 2030). El director del "think tank"Centre for European Reform (CER), Charles Grant, los resumía con las siguientes palabras: "Hace diez años, Europa parecía un poder en auge: se estaba integrando económicamente, lanzando su propia moneda, expandiéndose geográficamente y reformando sus tratados para crear nuevas instituciones. Hoy, en la mayoría de problemas que afectan al mundo, la UE es irrelevante".

Efectivamente, Europa, la primera potencia económica del mundo, el segundo bloque comercial, la segunda potencia militar y el primer donante de ayuda al desarrollo, se arriesga a ser desplazada por China y el resto de países emergentes en las próximas décadas. Si los Estados europeos no suman esfuerzos para actuar como un relevante actor global, Europa pasará a ser una península de Asia, donde ya vive el 60% de la población, o un parque temático donde los turistas de los conocidos como BRIC (Brasil, Rusia, India y China) puedan disfrutar de nuestro extenso patrimonio histórico y admirar nuestro Estado del Bienestar.

Consciente de este peligro, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, abogó en su último Debate sobre el Estado de la Unión por una federación europea. Barroso reclamó a los Veintisiete trabajar conjuntamente para "lograr la envergadura y la eficacia necesarias para garantizar una Unión con peso mundial. En un mundo en pleno cambio, es la única solución para salvaguardar nuestros valores. No tengamos miedo a las palabras: debemos evolucionar hacia una federación de Estados-nación".

El Tratado de Lisboa, en vigor desde 2009, pretendía precisamente impulsar la presencia internacional de la UE con el nombramiento de una alta representante para la Política Exterior, Catherine Ashton, y un presidente permanente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy. Sin embargo, maniatados por el protagonismo de los líderes nacionales, ninguno de ellos ha podido desempeñar un papel relevante. Pese a tener más embajadas y diplomáticos que EE UU, la UE aún no es capaz de desarrollar una política exterior, como se ha demostrado en la Primavera Árabe. Ante esta realidad, el Grupo de Berlín, que reúne informalmente a los ministros de Exteriores de Alemania, Bélgica, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Dinamarca, Austria, Portugal, Polonia, España y Francia, para reflexionar sobre el futuro de Europa, propone impulsar el voto por mayoría para evitar bloqueos, una representación conjunta europea en las organizaciones internacionales y un Ejército europeo tras la unión de las industrias de defensa.

En resumen, un conjunto de propuestas que obligarían a reformar los tratados actuales y, lo que es más importante, a renunciar a una parte sustancial de la preciada soberanía nacional. También crece la presión para que en las próximas elecciones europeas de 2014 existan listas europeas y los ciudadanos puedan elegir directamente al presidente de la Comisión Europea. Ahora, la pelota está en el tejado de los líderes europeos. ¿Estarán a la altura del desafío histórico?

pgarcia@larazon.es