Crítica de cine
«El páramo»: Miedo uniformado
Olviden las películas norteamericanas. En el fondo, no hay terror más intenso que a una muerte imprevista. O directamente estúpida. En una guerra desaparecen inocentes, y, en sus ojos, el disparo final suele cuajar una pátina de pavoroso asombro opaco. El debut de Jaime Osorio reúne a nueve soldados en una remota base militar colombiana donde la aparición de una mujer al borde del paroxismo desata, primero, sospechas, y, luego, una violenta cadena de amenazas que desemboca en sangrienta locura. «El páramo» es, claro, una metáfora sobre el tantas veces absurdo bélico (en aquel o cualquier país del mundo) y un interesante filme que combina los uniformes con nieblas espesas donde habitan los peores enemigos de los aterrados protagonistas: ellos mismos, embrutecidos ante la impresión de no saberse solos. Desconocen que la bestia está muchas veces sólo al otro lado del espejo.
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