El análisis

Pueblo elegido

Manejan un planteamiento en el que la sociedad autonómica a la que el candidato se dirige es un colectivo agraviado

Asistentes al acto de cierre de campaña de EH Bildu.
Asistentes al acto de cierre de campaña de EH Bildu.Luis TejidoAgencia EFE

Hoy que precisamente nos encontramos en jornada electoral autonómica, quizá valga la pena ensayar una visión panorámica sobre este tipo de ceremonias regionales, mirando su evolución en nuestro país incluso retrospectivamente. Soy un hombre del siglo veinte. Eso quiere decir que llegué a ver de joven las primeras elecciones autonómicas después de la Transición y la larga noche franquista de casi medio siglo. Los primeros comicios autonómicos en todas las zonas de España se plantearon como una mejora administrativa enfocada a acercar los mecanismos de poder a los ciudadanos. Se eligió el criterio territorial para ese acercamiento porque así de paso se daba válvula de escape a los habituales resquemores segregacionistas, supremacistas y proteccionistas, recurrentes en todas las tribus del mundo y en su encarnación moderna (que al final resulta ser no otra cosa que las burguesías económicas locales).

Quedó claro que ese sistema funcionaba en un nivel estrictamente de poder político cuando las primeras elecciones de ese tipo en Cataluña se las llevó de calle un nacionalista regional (Jordi Pujol), destrozando todos los pronósticos demoscópicos que se hacían para su ilusa felicidad las supuestas izquierdas catalanas. Otra cosa es que funcionara a nivel moral y de progreso cultural.

Sería muy interesante hacer un estudio objetivo y neutral de los pros y los contras que nos ha entregado al país el sistema autonómico en el último medio siglo. Saber si ese supuesto acercamiento del poder al ciudadano transeúnte se ha dado de verdad o ha sido pura retórica. Y también saber, por otra parte, si en el caso de darse y no ser mero espejismo geográfico, ha beneficiado a la colectividad. ¿Están más limpias las costas? ¿Está mejor el urbanismo? ¿Ha estado el ciudadano más protegido? Desde luego, en el País Vasco no lo estuvo.

Yo no sabría decir si la balanza se inclina hacia ventajas o adversidades. Seguro que habrá cosas para las que el sistema habrá sido muy útil y seguramente también habrá sido nefasto para otras. No me atrevería a pretender saberlo. Pero sí que me atrevo a afirmar que detecto muy pocas ganas en los profesionales del asunto de hacer ese estudio objetivo y contestar con detalle a la pregunta, como si fuera tabú la posibilidad de encontrarnos con que hubiera más inconvenientes que bondades y tuviéramos que hacer algo al respecto.

Hay una cosa en la que si podemos comprobar un claro empobrecimiento en ese tipo de elecciones y es en la retórica y el pensamiento. No se ofrecen proyectos claros y explicados con detalle de futura organización administrativa que respondan a los interrogantes que nos esperan en el porvenir. Lo que se practica más bien en todos los casos es la simplona retórica del pueblo elegido. Ese rústico planteamiento se basa en que la sociedad autonómica a la que el candidato se dirige es supuestamente un colectivo agraviado, al que le esperaría un futuro mejor si no fuera por todos los enemigos centrales que le han perjudicado y le han impedido progresar convirtiéndole en víctima. Lógicamente, el candidato autonómico se ofrece (por una coqueta cantidad de dinero mensual salida del erario público) a defender al pueblo elegido de toda esa conspiración cósmica y restituirlo en lo que se merece. Si por casualidad no existieran de verdad ningún agravio o perjuicio, el timo del ofertante sería sin duda la estafa suprema; porque estaría consiguiendo una manera de crearse un puesto de trabajo y una remuneración de por vida basándose en algo inexistente.

Pero la filosofía de pueblo elegido tiene sus inmorales ventajas operativas: siempre hay un enemigo exterior al que echarle las culpas de lo que no hemos sido capaces de llevar a buen puerto. Si el París- Saint Germain nos mete cuatro goles en casa, la culpa se le echa al árbitro o a la UEFA.

Si la lengua local no ha conseguido imponerse por su propia utilidad comunicativa, se le echará la culpa a maquetos invasores y se castigará a quien no la use. Como nunca habrá culpas propias, la autocrítica será irrealizable. Eso resultará muy satisfactorio y tranquilizador para el votante más lerdo. Pero, lamentablemente, la colectividad puede acabar pensando que era también democracia ir a votar mientras te mataban.