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Las Naciones Desnudas (y II)
Planeta Tierra

La pasada semana, en esta columna de “Planeta Tierra”, nos referíamos a la imposibilidad de que con la actual Carta de las Naciones Unidas de 1945, con el ejercicio del derecho de veto de una o más de las cinco grandes potencias, puedan debatirse sobre la paz en los conflictos actuales. De una guerra que ha dejado de ser fría para calentarse ubicuamente.
En 1948, Einstein supo ver en ese veto sería un grave problema. Más concretamente, propuso que las meras naciones unidas se transformaran en un gobierno universal, verdaderamente eficaz, para resolver los más graves conflictos. Y basándose en las ideas de Inmanuel Kant, de su ensayo de 1795 sobre “La paz perpetua”, propuso que la ONU se transformara en una federación mundial de gobiernos. Una idea que, obviamente, no prosperó.
Mantúvose, pues, el derecho de veto, para perpetuar la imposibilidad de discutir las cuestiones exceptuadas por cualquiera de las cinco “grandes potencias” triunfantes de la Segunda Guerra Mundial (EE.UU., Rusia, China, Reino Unido y Francia). En la senda de un deterioro cada vez mayor de los problemas, con el resultado de verdaderos fósiles históricos (el caso de las dos Coreas), o incluso la situación hoy existente en Gaza, Líbano y Ucrania.
En definitiva, en el contexto actual, la ONU no puede darse la solución a nada serio. Pero tendrá que llegar un día en que EE.UU. seguramente, o Rusia, o China, o incluso Francia o Reino Unido, entenderán que es el momento de un cambio radical para evitar lo peor, con la supresión del derecho de veto. Yendo a una votación concreta de cada país (como sucede en el FMI y el Banco Mundial) en función de su PIB. Para formarse así mayorías democráticas y trabajar, por fin, en una política de paz de unas naciones que no estén desunidas ante tal ese propósito.
Ojalá así sea.
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