Política

Aniversario del 11-M

11-M: “Se puede echar de menos a alguien que no conociste”

Paloma Gómez tiene 15 años y solo pudo conocer a su tío José, que viajaba en uno de los trenes de Atocha, a través de los ojos y los recuerdos de su tía Guadalupe

La Razón
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Paloma Gómez tiene 15 años y solo pudo conocer a su tío José, que viajaba en uno de los trenes de Atocha, a través de los ojos y los recuerdos de su tía Guadalupe .

«¿Es posible echar de menos a alguien a quien no conoces?» Esa es la pregunta al aire que lanzó Paloma, sobrina de José Gallardo, en una carta homenaje para representar a su tía Guadalupe, que lleva años sin poder hablar de lo ocurrido. «Pues sí, es posible». Ahora tiene 15 años, los mismos que se cumplen de la masacre de Atocha. No le hizo falta preguntar qué ocurrió el 11-M, lo sabe, lo ha leído en la mirada de su tía por cientos de veces. En casa de Guadalupe Ponce se sigue hablando de José en presente. Era catalán, militar, de la Brigada Paracaidista y nunca cogía el tren. El día anterior al 11-M había llevado junto a su mujer, Guadalupe, el coche a una revisión porque se iban por San José a visitar al padre de José a Sant Feliu de Llobregat. Esa mañana tenían que ir juntos en el tren, pero a Guadalupe le dio pereza madrugar tanto y se quedó leyendo un libro de vidas históricas, el mismo que no ha vuelto a abrir después de 15 años. «Como llegue a las 16:00 y no bajes... Me vas a hacer esperar, fueron las últimas palabras que le dijo José antes de cerrar la puerta esa mañana. José solía decirle que había aprendido todo de España menos a «ser puntual».

Llevaban desde muy jóvenes juntos. Ella tenía 20 años cuando vino de Ecuador a estudiar finanzas y un grupo de amigos comunes le presentó. «Me quedé en España por él», un militar de la BRIPAC, cuenta Guadalupe. «Defendía mucho la paz, tenía unas ideas muy diferentes», recuerda. «Su mirada, su transparencia, su bondad»... así le sigue recordando su mujer. Aún no tenían hijos y solían llevarse a los sobrinos a sus viajes. Era muy familiar, corredor de fondo, se apuntaba a casi todos los maratones de 42 kilómetros que podía. Le habían dado un premio por ser el mejor saltador en paracaidas. «Un día le pedí que me enseñara a saltar, no lo pudo cumplir». Además, había recibido la cruz amarilla por salvar a un niño en 2004, por eso el día anterior a la masacre habían estado comprando un cuadro para enmarcar la fotografía que le habían hecho para regalársela a su padre. «Nunca se lo pudo dar, tuve que hacerlo yo tiempo de después», recuerda.

A Paloma González, su sobrina de 15 años, le «hubiera encantado reír con los chistes malos que le gustaba contar y ver cómo hacia rabiar a Guadalupe con sus canciones inventadas». Porque los recuerdos «no es necesario tenerlos en primera persona, podemos vivirlo a través de los ojos de quien lo cuenta», una manera de mantener vivo el amor en aquellos que no llegó a conocer. Por ello, ella cree que mientras haya víctimas es necesario seguir recordando este día. «Mi familia desde ese día no volvió a ser la misma».

El 11-M cambió para siempre la vida de Guadalupe. Se enteró de los atentados con una llamada de su suegro desde Sant Feliu, preocupado por ella, que solía coger ese tren «porque yo no tenía carné de conducir». «Me dijo que encendiera la tele»... Yo no, pero su hijo... s»... Entonces se tiró a la calle, en pijama y zapatillas. «Intentaba llamar al cuartel». «No sabía ir a ningún sitio en ese momento...» Al final la recogieron y con algunas mujeres de compañeros de José se fueron a los hospitales. Guadalupe lleva muchos años sin poder hablar de aquello que vivió como «una película» y que hizo saltar por los aires toda su vida. Llegó al hospital Doce de Octubre, intentando leer los listados, «las urgencias estaban colapsadas». La mujer de un compañero con el que iba esa mañana José en el tren había encontrado el nombre de su marido. «Pensamos que por eso José podría estar», pero su nombre no estaba. Desde ese momento se le paran los recuerdos. Fueron los compañeros militares de José quienes se ocuparon de seguir buscando. «Llamé a mi suegro para decirle que viniera, porque no era capaz de encontrarle sola».

Dice que desde entonces su vida fue un «caos». La goma 2 eco hizo saltar por los aires su vida. Se había comprado una casa en el centro de Madrid y tenían pensando tener hijos ese mismo año, pero todo se paró. «No volví a esa casa y lo puse en venta». «Cogí miedo a los túneles», «solo me siento segura cuando voy en coche».

Los primeros años Guadalupe se aferró al trabajo, sin fuerzas hasta que un día «me importó todo nada». Tras el fallo del juicio «dejé el trabajo». «Me vine abajo. Para mí fue lo peor» . «Y desde entonces, durante años, me bajé del mundo». Se encerró en casa, entre psicólogos y pastillas. «Ver llorar a mi madre hizo que decidiera dejar de huir del dolor y afrontarlo». Casi diez años sin trabajar, consiguió un empleo en los archivos del ministerio y en Inditex en 2017, el verano de los atentados de Barcelona. «Al oír lo ocurrido sentí mucha ansiedad». Guadalupe sigue luchando contra el dolor, intenta seguir por los que la quieren, porque para ella el mundo se paró y su sonrisa se congeló hace 15 años.

Viendo la película de «Más allá de los sueños» con su marido, José, le preguntó un día a Guadalupe: «¿Qué harías si me pasara algo?». Ella se quedó en silencio y él dijo: «Yo creo que como en la película, primero me arruinaría y no sabría vivir sin ti».