Política

Las “Espadas” están en alto

El Consejo Ciudadano Estatal (CCE) de Podemos se reúne para analizar el nuevo contexto político
El secretario general de Podemos y vicepresidente de Derechos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno, Pablo Iglesias, y la portavoz adjunta de Unidas Podemos en el Congreso, Ione Belarra, durante la reunión del Consejo Ciudadano Estatal (CCE) de Podemos donde se analiza el nuevo contexto político, en Madrid (España), a 17 de enero de 2020.Ricardo RubioEuropa Press

La fragilidad con la que se sacó adelante la investidura y las dificultades para gobernar van a ser los elementos que marcarán las acciones políticas de los líderes que, en estas circunstancias, no se sienten seguros a medio plazo en sus respectivas responsabilidades.Hasta la fecha, Pablo Iglesias ha superado importantes crisis, como la marcha de destacados dirigentes de su organización, las acusaciones de nepotismo, el asunto de su residencia o la pérdida considerable de escaños en abril, sin que su liderazgo haya estado realmente amenazado en ningún momento.Sin embargo, ahora se enfrenta a su mayor reto: no diluirse en medio del gobierno. Los morados son conscientes de que la situación de apoyo sin fisuras a decisiones de Pedro Sánchez no solo suponen desdecirse públicamente sino también un riesgo de perder electores por mimetizarse con el Partido Socialista.

En este momento, Iglesias está diseñando cómo diferenciar la acción de los podemistas de la del resto del gobierno y, para eso, es consciente de que la utilización que haga de medios de comunicación es clave. El problema de Sánchez es de otra índole. Es dueño de una mayoría sin oposición alguna dentro del PSOE, pero conoce perfectamente su organización y sabe que si la operación de Cataluña no sale bien o si se producen crisis dentro del gobierno, como es previsible, todos los apoyos inquebrantables se pueden transformar en enemigos contundentes.Por ello, lo que va a hacer el líder socialista ahora es, muy probablemente, eliminar cualquier tipo de riesgo interno. Lo lógico es que convoque un Congreso, para asegurar su liderazgo los próximos años y, así, blindar su candidatura al próximo proceso electoral, además de terminar de ajustar cuentas en algunos territorios. Si en algo anda sobrado Sánchez es en memoria para las afrentas, por ello, ya ha ordenado que empiece toda la operación para cobrar la factura pendiente más importante, la de Andalucía.

La calle Ferraz ya tiene su candidato, pero antes de apoyarlo públicamente va a marear las aguas orgánicas del poderoso PSOE andaluz para que, cuando sea evidente que Susana Díaz tiene una importante oposición interna, aterrice la infantería pesada federal a poner orden, muy de manual. Quien ha vuelto a equivocarse en la estrategia es la ex presidenta andaluza. Lideró la alternativa a Sánchez en uno de los procesos más enfrentados que ha vivido el PSOE, la relación entre ambos líderes no mejoró después de las primarias socialistas e incluso Díaz convocó elecciones cuando las encuestas le daban bien a ella y mal a Sánchez para diferenciarse y mantener sus opciones a futuro.Sin embargo perdió y el pacto tripartito de la derecha le dio a Sánchez la victoria de abril. A partir de ahí, Díaz se ha convertido en la más devota de un nuevo credo. Sin embargo, no está claro que eso sea rentable para ella, porque no ganará nuevos adeptos, pero perderá algunos de los antiguos y, en el futuro, será difícil volver a confiar en ella.