Coronavirus

¡Vivan los impuestos!

La globalización ha traído grandes ventajas y nuevas dosis de comodidad, pero también grandes inconvenientes. Ahora el mundo entero es un solo mercado y los bancos de todos los países compiten por los mismos clientes hasta el último rincón del mundo. Se puede comprar unas botas tejanas desde una habitación de Vallecas y los Estados son más débiles porque sus fronteras están sobrepasadas.

Esa difuminación de fronteras ha dado un mayor número de ciudadanos del mundo, y las mercancías, las personas y los capitales, circulan a su antojo. Pero no son los únicos, las enfermedades y los virus se propagan a velocidades insospechadas hace 30 o 40 años, generando en pocas semanas pandemia que hace saltar las alarmas en todos los países. Nadie está a salvo, ni ricos ni pobres.

El gobierno va a prolongar 15 días más el estado de alarma. La pandemia empieza a causar estragos psicológicos, no solo físicos, y la urgencia del momento no nos permite concentrarnos en el incierto futuro. Los economistas seguimos con las cábalas sobre el impacto económico que tendrá, los matemáticos diseñan modelos que explican el contagio y los médicos intentan dominar el virus, dando cada día una nueva instrucción sobre cómo prevenirlo. Los gobiernos, por su parte, están preocupados por lo inmediato y por lo que viene después y la oposición está esperando el momento en que esto termine para sacar la larga lista de errores y derribar el ejecutivo.

Pero no leer adecuadamente lo que ha ocurrido es, como mínimo, una irresponsabilidad. Cuando estamos en plena crisis, nadie protesta por aumentar el gasto público sanitario para atender a toda la población, muy al contrario, las quejas vienen por el lado de la falta de medios y de infraestructuras.

Cuando una sociedad entera se enfrenta al duelo entre la vida y la muerte de sus padres y abuelos, el debate de la sostenibilidad económica del sistema sanitario se ve con otro prisma. Pero, todo pasa, también los buenos propósitos, y cuando superemos la crisis sanitaria, volverán los xenófobos a proponer que los inmigrantes no tengan asistencia sanitaria porque ya no habrá riesgo de que nos contagien nada, los egoístas a renegar del pago de impuestos para atender la educación o la sanidad porque cada palo debe aguantar su vela.

Pero los impuestos nos dan camas en las UVIs, investigadores y equipos de respiración. Los impuestos hacen que muchas personas puedan comer en estos días de encierro. No se darán cuenta de que las pandemias globales son tan inevitables como la globalización misma. En pocos años ha habido Ébola en Europa y EEUU, gripe A en medio mundo, SARS y, ahora, COVID-19, pensar que no habrá nuevos focos de contagio, con nuevas enfermedades, es estúpido.

Probablemente, tengamos que enfrentarnos a nuevas decisiones, como la de tener un coche nuevo o un mejor sistema sanitario. Hay un refrán que dice que solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, lo malo es que muchos, cuando no truena, intentan que desaparezca.