El Gobierno de Pedro Sánchez

El Peral

El Gobierno solo es capaz de proponernos medidas paternalistas y no tiene el temple de retrasar la cuota de autónomos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), durante una intervención en el pleno del Congreso
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), durante una intervención en el pleno del CongresoMariscalEFE

Uno de los cuentos más salaces del Decamerón de Bocaccio es una pícara burla de las muchas que recoge el centón del florentino. Cuenta como una adúltera desea retozar con su amante, pero se topa con que el marido no la deja nunca sola ni a sol ni a sombra. El amante traba entonces amistad con la pareja y una tarde van los tres a sentarse a la sombra de un peral. El amante se sube al árbol y cuando está en lo alto afirma, fingiendo sorpresa y escándalo, que es un árbol embrujado y que, cuando estás en su cumbre, ves a todos los que están abajo desnudos, como si estuvieran haciendo el amor.

El marido no puede dar crédito a tal hechizo, pero el amante asegura que en ese mismo momento los está viendo a ellos practicando sexo allá abajo, aunque no lo estén haciendo, y que para él es terriblemente embarazoso y debe desviar la mirada. El marido insiste en que tal prodigio es imposible, así que cuando el amante baja, sube él mismo sin pensárselo demasiado para comprobar si tal cosa es posible. Efectivamente, ya os podéis imaginar lo que sucede a continuación. En cuanto está arriba, ve a su mujer teniendo sexo con su nuevo amigo y baja convencido de que el árbol está embrujado.

La enseñanza más inmediata que podemos sacar de la burla es que cuando alguien que afirma apreciarte te diga, subido a un árbol, que un hechizo forestal le permite ver tus más profundas intimidades, tira rápidamente de hacha y derriba antes que nada el árbol con él en la punta. Ya sé que es un consejo que contradice todas las directrices comúnmente aceptadas del ecologismo moderno, pero siempre se puede argumentar que uno lo que pretendía era acabar con el sortilegio antes de que su malévolo efecto pudiera ocasionarle desvaríos más perjudiciales al medio ambiente.

El paternalismo de la política actual tiende también a querernos hacer creer, en circunstancias como las que estamos pasando, que comprende nuestras más profundas inquietudes y las comparte. Pero, para tener tal grado de comprensión, tendría que estar viéndolas con transparencia y me van a permitir que esa posibilidad no me la crea mucho. No tengo la intención de subirme a ningún peral del pensamiento y dejar las cosas que amo desguarnecidas abajo a sus pies, solo para comprobar si la visión del gobierno es cierta. Más bien, empiezo a sentir unas irresistibles ganas de comprobar como podríamos contribuir a la industria de la madera haciendo astillas esa peana metafísica.

Como ya quedó escrito en otra parte de estas páginas, muchas veces la mejor manera de mostrar compasión por alguien es hacer algo práctico en su favor, en lugar de simplemente consolarlo. No es que niegue las virtudes de la empatía, pero solo con psicología y mimitos no se construyen ni bienes ni servicios. El Gobierno, por ahora, solo es capaz de proponernos medidas paternalistas y no tiene el temple y la energía de hacer algo tan simplemente práctico como retrasar la recaudación de las cuotas de autónomos. En este momento tan delicado, nos sigue sacando el dinero del bolsillo mientras, a la vez, nos promete que luego nos lo va a hacer volver a él en forma de ayudas.

Pero sería más rápido y practico que lo tuviéramos en nuestro poder en lugar de perder el tiempo enviándolo a hacer ese incierto periplo que, la verdad, no se cree nadie que vaya a tener lugar de una manera fehaciente. En este momento, millones de autónomos cabreados ven como, a la exasperación del confinamiento, se le añade irritarse rellenando las declaraciones trimestrales encarcelados en sus propios domicilios. Inevitablemente, terminarán pensando que, si ellos están perdiendo el setenta por cien de sus ingresos, los políticos deberían bajarse su sueldo en el mismo porcentaje los próximos meses.

El otro día oí por televisión a uno de nuestros políticos afirmar que tenía una visión amplia de lo que va a suceder a continuación; así que, acto seguido, corrí a afilar el hacha. Desgraciadamente, a la vista de los hechos, los españoles ya sabemos que no nos podemos creer las visiones que dice tener el gobierno. La población le ha adelantado hace mucho y ellos van a rebufo. A rebufo de todos, porque hasta el ejército te monta un hospital en menos que canta un gallo. Vaya descubrimiento el decir que nos esperan todavía días de pasarlo mal. Eso ya lo sabíamos todos.

Llega la primavera y, con las lluvias, la vegetación crece por doquier pidiendo poda. Hagamos como la pareja de jardineros que estaban cortando un seto y cuando, en medio de la tarea, uno le preguntó al otro por su ideología este, ambiguamente, se encogió de hombros con fastidio y le contestó: «Mira… mejor podamos que Podemos». Quisieron hacer un gobierno con cuatro palos, como quien monta un sombrajo. Creían que iban a convertirlo en la época de tomar la Bastilla. Y lo único que han traído ha sido la hora de tomar la pastilla.