Coronavirus

El beso, el bar y España

Me pregunto si se estará abusando del alcohol en todo el mundo a causa de la pandemia

Comencemos igual que la novela “La casa encantada”: "Ningún organismo vivo puede prolongar su existencia durante mucho tiempo en condiciones de realidad absoluta sin perder el juicio".

Apuesto a que la escritora estadounidense Shirley Jackson no llevaba semanas confinada en su casa, alejada de cualquier relación corporal, cuando escribió esto…

Lo cierto es que la sociedad española, en la cuarta semana de pandemia, ha dejado el papel higiénico, cuyas ventas se han estabilizado, y, a falta de socialización y contacto físico con el resto de los seres humanos, ha decidido montarse el bar en casa sola o por videoconferencia.

Los españoles, a diferencia de los ingleses, somos mimosos, besucones y hasta efusivos por lo que uno de los más destacados estresores en cuarentena es la distancia.

El Bar, como ustedes saben, es un espacio físico, pero sobre todo mental profundamente arraigado en la ideosincrasia y la cultura españolas, y el alcohol un catalizador relacional que ha llegado a parecernos incluso una sana costumbre.

Para explicarnos este divertido comportamiento del consumidor, recordemos que Cánovas del Castillo definió a los "españoles" como “aquellos que no pueden ser otra cosa”. Angel Fernández, psicólogo de Grupo Laberinto Psicoterapia, dice que en condiciones de reclusión: “No podemos pasar del todo a la nada y hacer desaparecer nuestros hábitos; el bar siempre ha sido una forma de socializarnos y actualmente la hora del aperitivo es un espacio de relax, de abandono de la sensación estresante que genera el confinamiento, así como una excusa para comunicarnos desde la distensión”

Lo cierto es que las ventas de alcohol (y no precisamente desinfectante) han subido llamativamente estos últimos días, igual que las aceitunas, las patatas fritas, o anchoas y todo el cortejo que acompaña el aperitivo tradicional.

Salvat & Peciña Wines, lo confirman: “Hemos notado un aumento de peticiones de Primus Hondo, nuestro vino de más categoría. La gente que ahora no puede salir ni alternar quiere desconectar con un vino de más calidad”.

A esto contribuyen la situación de alarma global y la inquietud constantes. No hay más que poner la tele para sentir una especie de “Independence Day” en vivo y en directo y eso, no se puede negar, va muy bien con un botellín o un vinito. Lo peligroso es normalizar el uso del alcohol como ansiolítico…

Es un hecho, el alcohol nos evade y, ante el aburrimiento, favorece lo lúdico (yo estaría borracha todo el coronavirus, si no tuviera tanto trabajo que sacar adelante y tantos hijos a los que dar ejemplo) pero los profesionales de la mente, como Enrique de Portugal, Psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón, sugieren la moderación: “El alcohol en un principio (el de la intoxicación) calma ansiedades y a veces ánimos bajos pero después, al día siguiente (el de la abstinencia) los empeora. […] Y luego están los que se consideraban bebedores sociales y ahora confinados descubren que son bebedores, a secas”.

Por otra parte, añade Fernández, “después de varias semanas de disregulacion continua, es normal que aparezca en nosotros lo que llamamos “Hambre emocional”; seguro que el consumo de tabaco también ha subido, sería interesante saber cómo se comportan el consumo de psicofármacos y de otras sustancias”.

Me pregunto si se estará abusando del alcohol en todo el mundo a causa de la pandemia. La historia internacional, no sólo la de España, está repleta de insignes defensores del alcohol como vehículo ágil y directo hacia la felicidad:

Bogart dijo: “El mundo entero tiene más o menos tres vasos de vino de retraso” y Hemingway confesó que en la vida sólo se arrepentía de no haber bebido más vino (Pronto se voló la cabeza).

“Algunas personas pueden estar usando el alcohol como una estrategia de afrontamiento o como automedicación. Lo malo es que el alcohol es un depresor del sistema nervioso por lo que la ingesta excesiva provocará a medio plazo un aumento de la sintomatología” añade Grupo Laberinto.

El consumo excesivo de alcohol se define actualmente para los individuos menores de 65 años como más de cinco dosis a la semana; a partir de los 65 años, directamente la consigna es evitar el alcohol. La definición es un poco vaga porque no es lo mismo una dosis que otra, un alcohol que otro, un hombre que una mujer etc. pero uno de los signos inequívocos de dependencia es cuando se comienza a beber alejado del fenómeno de la socialización o celebración, es decir, solo; al fin y al cabo, como señala un amigo, uno siempre es un bebedor moderado, son los amigos los que van concibiendo la extraña manía de que uno es alcohólico (naturalmente pronto ex-amigos, ex anfitriones, ex parejas…).

¿Y ustedes, beben con moderación? En el consumo de alcohol, los eufemismos son de lo más artísticos y elaborados... Silvio Fernández Melgarejo, el rockero sevillano, le decía a Quintero que él no era alcohólico, sino que era alcoholista. De Portugal, apunta que “El alcohol es un catalizador para el ajuste emocional (tanto para la emoción negativa como para la positiva) y ante un aislamiento continuado la sociedad también busca calmar con alcohol la abstinencia de emociones positivas (diversión, contacto humano…)”. Ay… amigos, el beso en España, era algo importante…

Y encerrados (aburridos) en casa, las gratificaciones se restringen mucho… "Ay, excepto beber, qué difícil me resulta todo". (La flor de mi secreto, Pedro Almodóvar)

Tengamos cuidado, que objetivamente el pimplar es pernicioso para la salud (y algo muchísimo peor: engorda) aunque, como decía nuestro dipsomaniaco favorito, Winston Churchill: “El alcohol me ha dado mucho más de lo que me ha quitado”.

Feliz (y sana) cuarta semana de la marmota.