España
Almeida, el alcalde que surgió de la pandemia: “Con 400 ataúdes delante, ves la magnitud de todo esto”
LA RAZÓN sigue durante 24 horas al alcalde de Madrid que, tras solo 9 meses en el cargo ha tenido que enfrentarse al reto de gobernar las instituciones municipales de la segunda ciudad de Europa convertida de la noche a la mañana en la «zona cero» del Covid-19 en España
Miércoles 13 de mayo. Sobre las cocheras de la EMT en Fuencarral, el cielo amplio de Madrid aparece incierto: en cualquier momento puede ponerse a llover a raudales durante horas (como sucedió el día anterior) o despejarse súbitamente y aparecer el sol. El paralelismo con el momento político, económico y social que vive España no necesita ser subrayado.
9:59
Rodeados por más de treinta relucientes autobuses sin estrenar, un puñado de funcionarios y periodistas esperamos lanzando aprensivas miradas al cielo la llegada del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, prevista para las 10:00 horas y que, finalmente, se produce a las 9:59. Vetados los apretones de manos y los besos, se producen a continuación comedidos saludos «nueva realidad».
El alcalde sube a un autobús acompañado por un responsable de la EMT, por el jefe de ventas del monstruoso conglomerado chino que ha construido los vehículos y por Borja Carabante, responsable de Movilidad. Los tres –quizá algo nerviosos por esta especie de «revista de tropas»– bombardean al alcalde con todo tipo de datos que van desde las minas de litio del gigante chino hasta las arcanas sutilezas del flujo y reflujo de tráfico de la capital pasando por el coste de cada autobús, el tiempo de carga de sus baterías, el coste de sustitución modular de las mismas, etc... Almeida asiente a todo. Solo interrumpe para emitir comedidas muestras de asombro cuando se espera de él. Puede que sea porque la mascarilla le oculta la mitad del rostro pero lo cierto es que mirándole uno no sabe a ciencia cierta si está escuchando o pensando en otra cosa. O las dos cosas. Solo al final hace una pregunta: «¿Estáis teniendo problemas con el uso obligatorio de mascarillas?».
Minutos después, comparecencia ante los medios. «Alcalde, ¿podría quitarse la mascarilla, por favor?». «No. Si le estoy pidiendo a la gente que se la ponga, no me la voy a quitar yo. ¿Empezamos?». Comienza la exposición: de alguna manera el bombardeo previo de datos ha sido memorizado, jerarquizado y estructurado en un relato coherente de menos de tres minutos sobre el estado, carencias, necesidades y retos a los que se enfrenta el enrevesado sistema de transporte público de la segunda ciudad más grande de Europa. El efecto es vagamente computacional, y un punto intimidante. «Es por las oposiciones», me dice un miembro de su equipo (abogado del Estado, también).
Trayecto desde las cocheras hasta Cibeles. Política off de récord: cosas de Moncloa, el abrazo del oso, algo que dijo alguien en un artículo de hace tres días, Iglesias durante la campaña de 2015, Zarzuela, extraña anécdota de cierto ex ministro socialista de los 80, microperfiles milemétricos de actores principales y secundarios del sainete político. Y también Vox. Al otro lado de las lunas tintadas se deslizan las calles delicadas, semidesérticas de Madrid. «No podemos seguir esta política endemoniada del ‘’y tu más’’ constante. Saca lo peor de nosotros. Y de la gente».
11:30
Ya en el Ayuntamiento, Almeida recibe de manos de la asociación deportiva Mapoma un cheque de 55.000 euros que se entrega a Cáritas Española para ayudar en su lucha contra la pandemia. La entrega tiene lugar en lo que antaño fue el monumental despacho de Ruiz Gallardón en el Palacio de Telecomunicaciones y que, actualmente, alberga las reuniones de la Junta de Gobierno, una habitación de altos ventanales presidida por una colosal mesa redonda. Entregado el suculento cheque al presidente de Cáritas España, Manuel Bretón, la acción se traslada a la sala inmediatamente contigua. Antes era una especie de breve gabinete y ahora es el despacho, propiamente dicho, del Alcalde.
Rutina de saludos matinales con el equipo de colaboradores más cercanos. Ambiente casi familiar. Dos mujeres determinan la atmósfera del corazón ejecutivo de Madrid con estilos y personalidades que contrastan y se complementan.Matilde García-Duarte es responsable del área de Gobierno del Consistorio desde donde, en dependencia directa de Almeida, supervisa y dirige la Asesoría Jurídica, la Secretaría General de Coordinación de la Representación Institucional Internacional y la Secretaría General Técnica del Ayuntamiento. Ana de Miguel es la jefa de Gabinete del Alcalde. Al menos a simple vista, el clima no parece alterado por la intrusión de un elemento extraño en forma de periodista que es contemplado con leve escepticismo y, casi inmediatamente, con benevolencia por Concha, secretaria de Almeida, señora de su agenda y de un nada despreciable alijo de caramelos.
Apenas hay tiempo para hablar de los últimos preparativos para la ceremonia de entrega de la Medalla de Honor de la Ciudad que tendrá lugar hoy viernes, día de San Isidro. Es preciso salir inmediatamente hacia la Puerta del Sol, sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid, para una reunión con la presidenta Díaz Ayuso, que, por si no tuviera poco con gestionar la respuesta sanitaria a la mayor crisis de la región en generaciones, se encuentra actualmente en el ojo del huracán de una campaña de desprestigio orquestada por el Gobierno y medios afines.
12:00
Almeida acude a la cita con su mano derecha en la gestión de la crisis, Inmaculada Sanz, portavoz del Ayuntamiento y delegada de Seguridad y Emergencias. Las puertas del despacho de Díaz Ayuso permanecen cerradas pero antes de entrar en la sede del Gobierno ha tenido lugar un encuentro entre Almeida y varios miembros del Samur. Me acerco a hablar con ellos. Formado ya el corrillo, desvelado el nombre de este periódico y solemnemente elevada la promesa, mirando a los ojos, de no desvelar nombres, comienzan las confidencias: «Éste es lo mejor que nos ha podido pasar». «Ahora hay una lucha política y siempre nos salpica a nosotros». «El alcalde se ha volcao, si». «No nos está escatimando nada. Si esto [el virus de Wuhan] nos pasa con la de antes y el concejal [Javier Barbero]...». «Carmena no vino ni una vez a vernos al Samur, fuimos nosotros cuando se caía y se rompía un pie. Éste ha venido ya once veces». Roto el hielo, el jefe de grupo parece tomar una decisión y confiesa: «Yo soy de Vox. Pero a éste le voy a votar».
«Éste» ha salido ya de la Puerta del Sol rumbo a una de las zonas más deprimidas de Madrid, Villaverde.
13:30
Mil vecinos de este distrito comen diariamente gracias a un proyecto conjunto del Ayuntamiento de Madrid, la ONG Cesal y Mapfre. Es su única comida del día. Los voluntarios que trabajan aquí se esmeran no sólo porque los alimentos sean nutritivos y apetecibles, sino también para que sea patente que alguien se ha esforzado para que esté perfecta, que alguien se ha preocupado por ellos, algo que valoran tanto como los alimentos en sí. Mapfre pone los fondos, el Ayuntamiento las instalaciones (un edificio entero) y Cesal pone el trabajo. Francisco Pascual, presidente de la Asociación de Comerciantes de Villaverde nos explica: «La visibilidad que nos da el alcalde es importante. Necesitamos que se hable de Villaverde, que se piense en Villaverde. En esta emergencia social que estamos viviendo ya tenemos trabajadores normales y corrientes que no han caído en Ertes, que no tienen dinero y que están avergonzados y no pueden ponerse en una cola».
El Ayuntamiento está repartiendo comidas, productos de primera necesidad o ayudas a cerca de 82.000 personas y a más de 30.000 familias para aliviar la situación de dificultad derivada de la crisis posconfinamiento. Estas ayudas se canalizan en forma de comida preparada, cestas de compra con alimentos y productos de higiene personal y doméstica, tarjetas prepagadas o ayudas económicas de emergencia. Latina (10.876), Puente de Vallecas (9.944) y Villaverde (6.689) son los distritos en los que más ayudas se reparten, si bien el Plan de Emergencia del Ayuntamiento abarca a los 21 distritos de la ciudad.
14:45
Vuelta a Cibeles. Comida en la «tabla redonda» con el núcleo duro. Se sigue trabajando. Debate musicológico sobre la pertinencia o no de las distintas piezas musicales que se escucharán en la entrega de la Medalla de Honor. Retoque de minucias en el discurso. Subida al pináculo del Palacio de Cibeles desde el que se ve... todo. Cuando alguien no reconoce un edificio pregunta en voz alta y Almeida responde: «Es Comendadoras. Es San Andrés, Palacio de Santa Cruz, primer tramo de Santa Engracia, etc...»
En un aparte, señalando la calle cuarenta metros más abajo: «Mira. Ni un solo coche en el tramo que sube a Gran Vía. Hace diez días no veías un coche de aquí hasta Colón. Una sensación muy extraña... la ciudad desierta. Pero lo peor el frío del Palacio de Hielo con 400 ataúdes delante tuyo. Ahí ves la magnitud de todo esto. Piensas en los proyectos de esa gente, sus experiencias, sus familias, sus vidas».
Más tarde: «Yo he hecho lo mismo que todos los madrileños: hacer mi trabajo y ser responsable».
18:15
Calle Turia, 7. Instituto de Emprendimiento Avanzado. Conferencia a economistas sobre perspectivas de salida de la crisis provocada por Covid-19. Coloquio y preguntas.
21:15
Acaba la jornada. Vuelta a casa. Finalmente no ha llovido una gota en todo el día. De hecho, ha habido momentos en los que se ha podido empezar a ver el sol.
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