Coronavirus

Un confinamiento en ultramar (LIII): Madrid mala

En Pamplona convocaron una concentración para apoyar al asesino del concejal de UPN Tomás Caballero. ¿Y? Todo fetén

Cacerolada ayer en Alcobendas (Madrid) contra la gestión del Gobierno en la crisis del coronavirus
Cacerolada ayer en Alcobendas (Madrid) contra la gestión del Gobierno en la crisis del coronavirusRubén MondeloLa Razón

Los comentaristas estudian de cerca las protestas en Madrid. Ponen los ojitos a punto de nieve. Tuercen el rictus, retuercen el esfínter y retortijan la prosa. Los hay que diagnostican el nacimiento de un nacionalismo madriles. A contrapelo, sin duda, pero equiparable, sostienen, a los nacionalismos periféricos…. con la salvedad de que los cantos tribales del catalanismo y las vascongadas son buenos, son nobles, son progresistas, son necesarios, son elegantes, y su equivalente del Foro, inexistente más allá de la imaginación de los citados hermeneutas, sería malo, feo, sucio, inmundo, deforme.

Estos mismos días, en el País Vasco y Navarra, hemos disfrutado de varias concentraciones para reclamar la excarcelación de unos cuantos, y distinguidos, pistoleros. En Pamplona, un suponer, convocaron una concentración para apoyar al asesino del concejal de UPN Tomás Caballero. ¿Y? Todo fetén. O dicho en corto, los manifestantes madrileños enconan y los batasunos y afines ejercen su sacrosanto derecho a la protesta.

Los manifestantes madrileños ponen en riesgo la salud colectiva (Patxi López dixit) y los de Pamplona pues bueno, pues oye, pues ciertamente pusieron algo más que en riesgo la salud de unos cuantos miles de policías, empresarios, locutores, fiscales, militares, concejales, libreros, columnistas, escultores, dueños de librerías, reporteros y, en general, de cuanto zumbado cometió la audacia de explicarles que tenían las manos manchadas de sangre. Pero eso fue entonces. Y esto es ahora. La hora y en la hora del progreso. La hora del gobierno del no se podía saber. La de la España de los balcones. La hora de la España unida por una salida antifascista a la epidemia. La hora de la España del feminismo es nuestro, bonita. La hora del a las mujeres les diría que les va la vida. La hora del a mi hijo le diría que haga lo que quiera. La hora de la España que guerra por la libertad. Por las palomas blancas. Por el triunfo del cielo arcoiris y la bondad universal y los caballitos de feria gratis y por la superación del odio mediante abrazos que engloban a todos excepto a los madrileños y a Madrid.

Porque Madrid no mola. Madrid no pasa. Madrid no progresa y no puntúa y no rula y catea y no sirve sino como contrapunto propagandístico para que Pedro Sánchez e Iván Redondo hagan del Barrio de Salamanca una prolongación de la Estrella de la Muerte del Imperio perfumada de gambas con gabardina y de Madrid el epicentro del Mal. Le pregunto a mi jurista de guardia, al gran Alejandro Molina, por la diferencia de criterio, o sea, por el morro, la suprema hipocresía y las distintas varas con las que nuestros distinguidos hermeneutas miden las manifestaciones, tasan las banderas y favorecen o castigan a los manifestantes.

Responde en modo antiaéreo. Pam, pam, pam. «¿Cuándo Madrid ha pedido rancho aparte si es la comunidad que más aporta al Estado y al fondo ese de solidaridad interterritorial? ¿Cuándo Madrid ha reivindicado una identidad para plantear ningún tema competencial, si somos todos perrillos mil leches? ¿Cuándo Madrid ha desacatado una resolución judicial? ¿Cuántos presidentes tiene prófugos o condenados penalmente? ¿Cuándo en Madrid se ha dicho que España le roba? ¿Cuándo Madrid ha impugnado la Constitución del 78 a pesar de que votó en el referéndum a favor más gente en Cataluña (más del 90 %) que en Madrid? ¿Cuando Madrid, que fue la gran ciudad que más aguantó y resistió la caída en la Guerra Civil frente a Franco, ha dicho que la Guerra Civil fuera de España contra Madrid?».

Me recuerda también que en 2008 la entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, anunció la creación de un colegio público catalán en Madrid, donde el catalán fuera lengua vehicular. Aguirre añadió que sólo se abriría si existen demanda suficiente, y si no era así, se comprometía a facilitar los medios necesarios para que los alumnos pudieran estudiar en su lengua materna. Según leo en La Vanguardia la señora Aguirre apeló «a la Declaración de Derechos Humanos» y recordó que «especifica en su artículo 26.3 que alumnos y padres tienen derecho a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos».

Supongo que el odio contra Madrid viene de declaraciones semejantes. O de aquellas otras del entonces ministro José Ignacio Wert, que cometió la tropelía de sugerir que era importante españolizar a los niños españoles. Bueno, bien, dijo catalanes, pero es sinónimo, ¿no? Total, que Madrid, y los madrileños, merecen todos los bombardeos, todos los cierres y todas las crisis al tiempo que asumimos como inevitable el apoyo de unos golpistas (ERC) y callamos frente a la simpática bulla de unos alegres mozos que sólo piden que Patxi vuelva a casa.