Pandemia
De la fobia a la filia: Madrileños Welcome
Los residentes en localidades «Covid-Free» temen la llegada de ciudadanos provenientes de los principales focos de contagio como Madrid, cuyos habitantes se sienten señalados
En una semana todo el territorio español abandonará el estado de alarma y dará un paso más hacia la nueva normalidad. Después de tres meses confinados en la capital, sin poder desplazarse, los madrileños volverán a llenar las carreteras para desplazarse a sus segundas residencias, sus pueblos de origen o hacer turismo nacional. El fin de la limitación de movimiento por el país coincide con el pistoletazo de vacaciones de los más pequeños, una circunstancia que animará a los residentes en la capital a hacer sus maletas y colapsar las carreteras para huir de la ciudad. En breve, las imágenes de coches atascados volverán a materializarse como sucedía antes de que la pandemiagolpeara con virulencia al país y la capital.
Que Madrid se convirtiera en el Wuhan español de la pandemia despierta desconfianza entre algunos ciudadanos que residen en zonas menos golpeadas por el virus. Es lo que se conoce como «madrileño fobia». Prueba de ello es la aparición de pintadas en Murcia en las que se puede leer «Madrileños go home» o las denuncias de muchos gallegos a través de Twitter en las que expresan su temor a que la llegada de foráneos a la comunidad gallega provoque un rebrote del virus. Como consecuencias de este rechazo a los cañis surge en las redes el movimiento STOP MADRILEÑOFOFIA. Juan Carlos es uno de sus participantes, en declaraciones a LA RAZÓN, asegura que «creo que se ha creado una mirada de animadversión contra nosotros potenciada por los políticos incapaces de justificar su falta de acción contra el virus en sus etapas iniciales. Nos echan la culpa de la propagación cuando en realidad nosotros somos víctimas. Habría que determinar porqué Madrid fue tan contaminada. Yo, personalmente lo achaco a que Madrid es el «hub» más importante de España en recepción de viajeros. Esos días teníamos fronteras abiertas con China, Italia y otros paises afectados». En su opinión, mensaje como los lanzados esta semana no ayudan. «Me siento decepcionado. Sobre todo porque Madrid es una fuente de recursos económicos para esa España profunda. Me he criado en un pueblo todos los veranos y aun así nos miran con recelo y desprecio pensando que vamos a contaminarles. Lo cierto es que, salvo los establecimientos de hostelería, los demás no quieren que vayamos de momento». Carlos, otro de los participantes en este movimiento en las redes sociales, asegura que «las fobias suelen tener origen en el desconocimiento de la realidad, como pasa ahora con los datos sobre el número de enfermos en caso Comunidad o de las medidas de prevención (mascarillas ahora sí, ahora no) o pueden originarse y fomentarse con intereses normalmente políticos, como es el caso de atacar Madrid por tener un gobierno no afín al central».
Sin embargo, la economía manda y son muchos los vecinos de pueblos cercanos a la capital que están deseando que los madrileños se trasladen a sus segundas residencias y empiecen a hacer vida entre las tranquilas calles de sus pueblos. El Plan Marshall que muchos de estos pueblos tiene a mano está escondido en el bolsillo de los madrileños. Es el caso de Las Navas del Marqués, una población abulense situada en las faldas de la Sierra de Malagón que colinda con la Comunidad de Madrid al este y sureste y con la provincia de Segovia al norte. Según explica su alcalde Javier Sastre a LARAZÓN, «en el pueblo están censados unos 5.000 habitantes pero alcanzamos los 15.000 en verano momento en el que miles de madrileños que tiene en Las Navas del Marqués su segunda residencia, se desplaza a esta localidad a pasar la época estival». Reconoce que cuando se declaró el estado de alarma algunos madrileños se desplazaron hasta la localidad, obligando a poner un control en el acceso al pueblo. Ahora, sin embargo, «la situación es de normalidad, estamos esperando a que se levante el estado de alarma y vengan a pasar el verano». Para ello desde el consistorio se han puesto manos a la obra y han peatonalizado la calle principal para que se puedan montar más terrazas y realizar vida al aire libre. «Hemos preparado eventos para los días de verano para que las familias puedan disfrutar», dice. Además, se ha reforzado el centro de salud con nuevas contrataciones para poder dar servicio a todos los visitantes y se ha preparado un protocolo por si se detectan casos de covid. Uno de los beneficiados del cierre de la calle es el Restaurante Mogambo que tiene colocada una amplia terraza en la que se cumple la distancia de seguridad de las mesas y las medidas de protección decretadas por el Ejecutivo. Una de sus camareras, Cristina, asegura que no tiene ni miedo ni rechazo a que lleguen los ilustres visitantes de verano. Al contrario, la llegada de los madrileños supone una mayor actividad en su establecimiento y después de permanecer meses cerrados, están deseando que se reactive el consumo. «Al coronavirus le tenemos respeto, no miedo. Si todos llevamos mascarilla y mantenemos la distancia social, no hay porqué temer que lleguen los madrileños», asegura. Sin embargo, no todos en el pueblo se sienten tan cómodos. Es el caso de Maribel. Mientras trabaja en su peluquería asegura que tiene miedo de que llegue gente de Madrid y prefiere que la desescalada se produzca lentamente. «Esto es una pandemia, hay que hacer las cosas bien y poco a poco. Esperar quince días no suponen nada y tenemos que evitar que volvamos a confinarnos». Pese a haber superado el 40 de mayo, una fuerte lluvia cae sobre Las Navas del Marqués, circunstancia que explicaría el vacío de sus calles. Muchas de las casas presentan el mismo aspecto: persianas echadas que esperan a que se levante el estado de alarma para que sus inquilinos vuelvan a abrirlas.
A 90 kilómetros de Madrid hacia el sur se emplaza el toledano municipio de Escalona, una villa con encanto en la que parece que el tiempo se ha detenido. Cuna del Infante D. Juan Manuel y de su obra maestra el Conde Lucanor, el municipio cuenta con 3.500 vecinos empadronados y 6.000 residentes que en verano supera las 20.000 personas. Aquí también están divididos entre quienes están deseando que lleguen las vacaciones para que muchos vuelvan a sus segundas residencias y traigan un poco de vida a estos deshabitados pueblos en invierno y quienes están preocupados por la llegada masiva de visitantes y por la posibilidad de que se incumplan las medidas de distancia social. Cristina y María son dos vecinas que tienen ganas de que las calles empedradas del pueblo se llenen con las risas y los pasos de los madrileños porque, dicen, «traen vida y dinero». Creen que si todos siguen las medias de protección y seguridad no tiene por qué pasar nada. Esther, sin embargo, reclama prudencia y teme que con la llegada de más visitantes aparezcan nuevo rebrotes. «Ya en el mes de marzo vinieron muchos madrileños y tuvimos que poner controles en el acceso del pueblo para protegernos. Me da miedo lo que pueda suceder este verano», subraya. A la espera de que se levanten las restricciones, el pueblo continúa engalanándose para recibir a sus visitantes. Su conocida playa bañada por el río Alberche está lista para la temporada, aunque este año se recomendará no bañarse ya que los ríos, lagos y pozas son los lugares menos aconsejados para el baño porque la supervivencia del coronavirus puede ser mayor que en el agua salada.
La crisis del coronavirus ha dejado una imagen insólita: las calles de la bulliciosa ciudad de Toledo vacías. Aún en la fase 2, algunos restaurantes y comercios empiezan tímidamente a abrir, sin embargo, por las estrechas calles del casco histórico no pasea apenas nadie. «Es una tristeza ver así la ciudad, un mañana de sábado como la de hoy, lo normal es ver llena la ciudad», dice un vecino que pasea con una bolsa de la compra. «Hay ganas de que vuelvan los turistas y los de Madrid», subraya.
Con la llegada de las vacaciones y el fin del estado de alarma, los pueblos de interior cercanos a la capital se preparan para recibir a los madrileños entre las ganas por el reencuentro, el necesario dinero que dejan y el miedo a posibles rebrotes.
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