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El liderazgo nacional de Ayuso levanta ampollas en Génova

En Madrid denuncian una operación para frenarla como presidenta regional del PP

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, interviene en una rueda de prensa convocada en Barcelona, Catalunya, (España), a 27 de noviembre de 2020.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, interviene en una rueda de prensa convocada en Barcelona, Catalunya, (España), a 27 de noviembre de 2020.David ZorrakinoEuropa Press

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha callado al Gobierno de coalición por dar la vuelta a la situación de la pandemia en su territorio, y está descolocando a su vez a Génova, a pesar de que, al igual que Pablo Casado, haya hecho de la confrontación su seña política. Los recelos y las diferencias se guardan de puertas adentro porque a la dirección nacional le interesa vender la imagen de todos a una, sobre todo ahora que Ayuso concentra elogios y vende éxito en distintos planos.

Cuando hace tan solo semanas la presidenta estaba en su momento más bajo, por la explosión de la segunda oleada de la pandemia y la sensación de descontrol, además del ruido de su pulso constante con el Gobierno de coalición, en el entorno de Casado pudieron escuchar dirigentes del partido las críticas a Ayuso: lo de que va por libre, lo de que sólo hace caso a su jeje de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, o las enmiendas a su habilidad política. La vía de contacto más fluido con la Comunidad por parte de Génova está en los consejeros de Justicia e Interior, Enrique López, y en el de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero.

La relación personal de Pablo Casado con Ayuso ha sido siempre buena, pero la política lo cambia todo, aunque también tiene una fortaleza mayúscula en el arte del disimulo. Al líder nacional hay quien le está susurrando al oído que ¡ojo con Ayuso y sus ambiciones nacionales!, que le está disputando el liderazgo de la oposición, y que parece que él siempre va por detrás, en lugar de marcar el camino.

Cuentan en Génova que, en aquellos momentos de máxima debilidad, Ayuso presionó fuerte para forzar la disolución de la Legislatura en Madrid y convocar elecciones, con la idea de que tenía al alcance la mayoría absoluta con Vox. Génova frenó, y ella contestó que la capacidad de disolver la Legislatura madrileña es únicamente suya. Entonces, la respuesta de la dirección nacional fue que competencia exclusivamente suya era designar al candidato, y no sería ella. En los correveidiles se mueve el nombre del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, recordando que no es incompatible ser presidente autonómico y alcalde, como lo fue en su momento, durante un tiempo, Alberto Ruiz Gallardón. Sí es incompatible ser presidente y diputado nacional.

Ante las presiones internas y la presión del Gobierno de coalición, Ayuso optó por una huida hacia adelante, siguiendo esa máxima de la cultura de empresa de que cuando quieren comerte, gana volumen, y ya no lo harán. Y a esto se ha dedicado Ayuso, y, aunque la política es una noria, de momento le ha salido más que bien. Se ha convertido en el alter ego de Pedro Sánchez, marca el discurso de oposición, lidera la política de confrontación con el independentismo en Cataluña y empieza a coger formas y discurso que recuerdan a la otra lideresa, a Esperanza Aguirre. En el entorno de Ayuso dicen que su gurú está convencido de que igual que consiguió convertir a José María Aznar en un líder nacional, Ayuso también va a serlo. Y cuanto más fuerte sea la presidenta autonómica, menos margen tienen en Génova aquellos que quieren tocarla. Por ejemplo, la pandemia ha paralizado los congresos del partido, pero, como dicen en el PP, Génova «le está danto una vuelta a los Estatutos de manera que suena a golpe de Estado institucional». ¿Por qué? Bueno, la tradición es congreso nacional, regionales y provinciales. Pero la dirección empieza por los provinciales porque quiere ir tomando el control de juntas comarcales, pueblos, ciudades, para, luego, asaltar al poder regional y someterlo a su designio. En el caso de Madrid, cortar el paso a Isabel Díaz Ayuso como presidenta regional. Génova oculta oficialmente esta estrategia, y no se desmarcará jamás en público de Ayuso, pero lo que quieren es que siga Pío García Escudero y no dar más poder a la nueva «lideresa».

En esta batalla también se ha colado el nombre del alcalde, aunque el movimiento de Casado para hacerle cargar con el desgaste de la portavocía del partido nubla, al menos, esta hipótesis. La última visita a Cataluña de Casado y Ayuso es la mejor representación de los intereses comunes y, al mismo tiempo, de la competencia de liderazgos.