Opinión

El andamiaje del Gobierno se resquebraja

Fuera de la burbuja de la propaganda, la tensión entre los socios de coalición bate récords en numerosos frentes

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al líder de Unidas Podemos, Pablo IglesiasJuan Carlos HidalgoEFE

Cuentan que en el Palacio de La Moncloa ha subido varios grados la temperatura ambiente. La rumorología se extiende por los despachos. Tranquilidad, desde luego, no se vive. El semblante con tintes sombríos que ofrece Pedro Sánchez en estos días es una pista evidente de que las cosas no marchan como deberían. El presidente parece disgustado, a pesar de haber logrado insuflar vida a la Legislatura “al menos dos años más”, según el sanchismo, con la aprobación de los Presupuestos.

A la espera de ver qué ocurre con la nueva cepa vírica, Sánchez ha centrado sus esfuerzos en “colgar” a las comunidades autónomas la responsabilidad de la gestión de la pandemia. Sin embargo, se da de bruces con el estado de salud de su coalición gubernamental, que requiere un tratamiento de urgencia. De nada sirve que los suyos sigan “oficialmente” difundiendo lo contrario. Cuando buscan abordar el dramático problema del paro y del cierre de empresas, consecuencias económicas y sociales del coronavirus, al bajo estado anímico de los españoles hay que unir el culebrón de peleas internas de un Gobierno que se aleja de forma acelerada de la centralidad del interés de la mayoría.

Quien siembra vientos, recoge tempestades. Así reza el refranero español. Eso exactamente es lo que le está ocurriendo a Sánchez, por más que su departamento de marketing esté volcado en lavar su imagen diseñando a contrarreloj el plan de vacunación. Nadie duda ya de que esta será la siguiente estación que pisará el cortejo presidencial hasta desgastar sus baldosas. En medio del caos navideño y de la confusión de los ciudadanos, el núcleo duro monclovita cree poder relanzar así el liderazgo de Sánchez. Aunque en privado ya ni siquiera rebaten que lleva tiempo superado por las dramáticas circunstancias.

Fuera de la burbuja de la propaganda, la tensión entre los socios de coalición bate récords en numerosos frentes: desde la petición de comisiones parlamentarias contra el Rey, pasando por el acercamiento a Arnaldo Otegi, las relaciones con Marruecos, el CGPJ, el futuro del “escudo social” en todas sus variantes, etc. El ala socialista ha estado lejos de dar abasto para taponar tanta vía de agua abierta por Unidas Podemos. “El ‘diablo rojo’ no nos deja quietos”, cuenta un asesor de los de puño y rosa. En las últimas semanas, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias sólo han llegado a verse en los Consejos de Ministros, donde los asuntos sobre la mesa suelen llegar envasados previamente.

Las demandas de cese de hostilidades han sido repetidamente desatendidas. Más aún cuando vieron en La Moncloa la desafiante intervención de Iglesias ante el Consejo Ciudadano de su partido, donde llegó a hacer un llamamiento a sindicatos y movimientos de izquierdas a movilizarse frente al Gobierno. Sánchez incluso hizo consultas a su guardia de corps. Esto ha disparado el desengaño.

Por una de esas crueles ironías que a veces depara el destino, resulta que las relaciones entre el presidente y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, atraviesan un momento muy bajo. La actitud de la gallega, que con los meses había llegado a tener entrada en el círculo de confianza de Sánchez, ha desagradado al líder socialista. Su alineamiento con Iglesias maniobrando para forzar una subida del Salario Mínimo Interprofesional ha colmado un vaso que ya estaba a punto de desbordarse. El malestar es enorme. Quien pasaba por ser capaz de tragar con las decisiones de Sánchez, aun cuando no siempre fuesen de su agrado, se ha rebelado contra el jefe. Palabras mayores para el ego de un político acostumbrado a salirse con la suya.

Si Sánchez está decidido a reconducir la deriva gubernamental, ya puede darse prisa, porque el andamiaje promete aguantar poco más. Así lo señalan su entorno. Sería una temeridad, se reconoce abiertamente, seguir como hasta ahora. Así las cosas, voces próximas al presidente sugieren que “no está dispuesto a que le marquen más la agenda”. Igualmente señalan que se deben reforzar los gestos “para calmar el hartazgo” de los ministros socialistas ante las presiones de los morados.

De emprender una exhibición de fuerza se encargaron, en la rueda de prensa posterior al penúltimo Consejo de Ministros del año, Carmen Calvo y María Jesús Montero. Retrataron a Iglesias como un “solista” incapaz de seguir al coro gubernamental. Podían permitirse eso y mucho más. El líder morado tiene a sus siglas en una situación muy precaria y necesita aferrarse al poder institucional.

Todo apunta a un cambio en las reglas del juego en la relación entre socios. Descartada una crisis de Gobierno, muchos de quienes rodean a Sánchez le piden ahora un fuerte impulso político. El PSOE, o al menos algunos de sus barones, no ha tardado en darse cuenta. “Cuanto antes, mejor”, avisan entre bambalinas.