Examen a Casado

«¿Quién hay en la sala de mando?»

Las estructuras territoriales, incluso afines a Madrid como la catalana o la manchega, piden la cabeza de García Egea en privado. Los barones plantean las elecciones de Sol como el examen final para Casado

Pablo Casado con Teodoro García Egea y Cuca Gamarra, ayer, en el Congreso de los Diputados durante la sesión de control al Gobierno
Pablo Casado con Teodoro García Egea y Cuca Gamarra, ayer, en el Congreso de los Diputados durante la sesión de control al GobiernoChema MoyaAgencia EFE

«¿Pero quién hay en la sala de máquinas?». Esta pregunta, que ayer corría por el PP, resume la desolación y el desconcierto que cundió por toda la organización popular, direcciones territoriales y «cuadros», al conocerse el pacto del PSOE y Ciudadanos en Murcia para tumbar al Gobierno que presidía el PP en coalición con los naranjas.

En el ojo del huracán está la dirección nacional y el nombre del secretario general, Teodoro García Egea, que es mando, precisamente, del feudo murciano. «Si no pone orden en su casa, ¿cómo va a ponerla en la de todos? Si no controlas tu casa, para casa». Pablo Casado sabe de la tensión y del malestar contra su «número dos» porque así se lo han trasladado personalmente destacados dirigentes territoriales. Sin embargo, el líder popular mantiene su apoyo y ayer le dejó actuar a última hora de la tarde como portavoz del partido, para estupefacción interna, ante el terremoto político que fractura más al PP, además de dar un vuelco a la política nacional.

Hay consenso entre los barones, en el poder y fuera del poder, en señalar que los problemas son «una dirección errática», sin experiencia ni criterio, y que en Génova «dedican más atención a generar división, para imponer a sus soldados y controlar las estructuras territoriales, que en lo que se cuece fuera de la sede nacional». Madrid dice que el problema es la resistencia a la renovación, pero estructuralmente el partido atraviesa un momento muy complicado, de depresión y de tensión por el calendario judicial, y a esto se une el desconcierto con la gestión nacional. Las quejas trascienden las baronías principales y se escuchan en referentes que se sitúan en la órbita del nuevo PP, como el líder en Cataluña, Alejandro Fernández, o el de Castilla-La Mancha, Paco Núñez.

Hace meses que dentro del partido hablan de las carencias del equipo de Casado. El desastre en Cataluña reactivó estas críticas, que Casado intentó acallar con el anuncio de la operación de cambio de sede. Una operación que tiene en sí más de anuncio que de concreción, al menos por el momento. Pero sirvió para sortear aquella tormenta. El PP reclama un liderazgo más sólido, y Casado se enfrenta a la tormenta perfecta porque, además de la carga que traen los tribunales, delante se le han puesto unas elecciones en la Comunidad de Madrid en las que el resultado, para él, puede ser «susto» o «muerte». Desde Génova trasladaban ayer que ya sabían del rumor de la moción de censura y que habían autorizado la respuesta de Isabel Díaz Ayuso de convocar elecciones, pero lo cierto es que la apuesta es de la presidenta madrileña, ya que Casado no tenía ya excusa para frenar su petición de disolver la Asamblea después de haberlo hecho varias veces en los últimos meses.

Ayuso ha salido muy reforzada de la gestión de la pandemia, y tiene consolidado un voto de centro-derecha, e incluso, apurando, las encuestas le confirman que tiene mucha fuerza en el votante de Vox. La líder de Madrid sale a ganar, y la mayoría que necesita para gobernar la consolidaría, además, como referente nacional del partido frente al gallego Alberto Núñez Feijóo. Ayuso ha tenido que lidiar estos meses con las zancadillas de Génova para limitar su proyección, lo que se evidencia en la negativa a dejar paso a que se hiciera con el control de la organización regional, como ocurre en todas las demás comunidades donde el presidente regional es, a su vez, el candidato y presidente autonómico.

En estas elecciones de Madrid Casado se juega el todo ante su partido. Si salen mal, y pierden el Gobierno, tendrá un futuro complicado porque le plantarán cara los dirigentes territoriales, y no podrá seguir esquivando la demanda de cambios en su equipo. Pero si las elecciones van bien, el triunfo también será de Ayuso, aunque a Casado le caiga el premio de consolación.

Ahora mismo tiene que enfrentarse a las críticas que le llueven desde las territoriales por dedicarse a presionar a «Mañueco, a Moreno o a Boning, en vez de ver venir el terremoto». «La estrategia de Casado debería haberse llevado por delante a quienes tiene al lado y representan el problema interno. Por razones políticas y personales. Tenía que haber dado poder territorial a Ciudadanos y seguir jugando con ellos. Al partido pequeño te lo comes dándole cariño y no intentando hacerle caer antes de tiempo. Y antes de llegar a esto tenía que haber aprovechado el tiempo para fijar una posición política clara, con un liderazgo proyectado a la refundación del partido», sentencia uno de los presidentes regionales que está en la oposición.

La radiografía general confirma que uno de los puntos débiles de Génova es su manera de gestionar esa renovación que Casado ha querido impulsar desde que llegó a la Presidencia del PP. El partido, en términos generales, le reprocha que la haya hecho con «cerilla y gasolina» en contra de todos, y con el objetivo de colocar alfiles fáciles de manejar desde Madrid.

A este tsunami se une el riesgo a que explote la tensión de tesorería en Génova. Y el duro relato que cada día llega desde los tribunales por la caja b del partido, la reforma de la sede y las otras causas pendientes, como la de los «papeles de Bárcenas».

Casado tiene ante sí a un partido que se culpa a sí mismo de estar contribuyendo a que «Sánchez vaya a perpetuarse en el poder». Y que sabe, además, que el necesario acercamiento a Vox es complicado en lo externo y una bomba en lo interno.