El análisis

¿Un cierre en falso del choque con Rabat?

El director del Observatorio de Ceuta y Melilla asegura que la crisis no está resuelta y cree que la tensión va a seguir dificultando las relaciones

Vista de la frontera de Benzú en la que en los días pasados los migrantes también intentaron cruzar a España
Vista de la frontera de Benzú en la que en los días pasados los migrantes también intentaron cruzar a EspañaBRAIS LORENZOEFE

El grave conflicto desatado en Ceuta trasciende los conceptos en los que puede entablarse una crisis migratoria al uso. Entronca una política de diplomacia migratoria mantenida por Marruecos con la que emplea la migración como una herramienta de negociación y de presión a sus países vecinos, esto es, España, pero que también afecta a la Unión Europea. La política de presión se traduce ahora en un drama migratorio y humano. Es la primera vez que un número tan alto de inmigrantes cruza las fronteras de forma irregular. Ni siquiera lo supera la crisis de los cayucos en 2006. Hay que remontarse a 1995 para encontrar un escenario parecido.

¿Qué ha llevado a Marruecos a la instrumentalización de la política migratoria?

Carlos Echeverría, director del Observatorio de Ceuta y Melilla pone el acento en la crisis económica agravada por el cierre de la aduana de Melilla y el cierre de las fronteras, unido al «órdago marroquí en términos de política exterior en relación con sus aspiraciones sobre el Sahara» y, agravado todo ahora por la crisis sanitaria. Por otro lado, la acogida del líder del frente polisario por parte de España ha disgustado también a Marruecos, al igual que el reconocimiento de Donald Trump de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, lo que ha llevado a Rabat a ejercer presión a España a la UE para que secunden los pasos del ex presidente de EE.UU. Echeverría explica que ante esto, Marruecos se ha encontrado con una «respuesta clara de España, porque se creían que iban a dar con un Gobierno dubitativo y que esto no iba a hacer ruido en Europa. Hay una respuesta sobre el terreno, tratando de acelerar las devoluciones de los irregulares», zanja.

¿Seguirán las tensiones?

El último detonante fue cuando el primer ministro marroquí, Saadedin Otmani, elevó la aspiración de Marruecos sobre la soberanía de Ceuta y Melilla. Para el también profesor en Relaciones Internacionales en la UNED, «Marruecos se siente fuerte como para seguir con su política en relación con el Sahara. La tensión va a seguir dificultando las relaciones pero es importante que nos demos cuenta de que las ciudades autónomas no pueden vivir solo mirando a su frontera, sino que deben tener una vida plena y diversificar. Debemos esforzarnos en diversificar la economía de Ceuta y Melilla, controlar bien las fronteras.

¿Nos encontramos ante una crisis migratoria o humanitaria?

El experto explica que es «un desafío de seguridad». Un Estado –Marruecos– «no puede hacer lo que ha hecho porque una frontera está para respetarla y no se puede instrumentalizar a la población para entrar ilegalmente a nuestro país y menos en tiempos de coronavirus», recuerda, para incidir, además, en que no se está poniendo el foco en las medidas sanitarias que deberían adoptarse, debido a la incidencia del virus en Marruecos. En cuanto a la crisis humanitaria, asegura que, en este momento, no es el foco del debate, pero, «obviamente no podemos permitir que nadie se ahogue en el mar».

¿Es un cierre en falso de la crisis?

«Debemos hacer un análisis de fondo. Por supuesto que esta crisis no está cerrada, debemos volver al estado anterior. Que todas las personas que han entrado irregularmente sean devueltas», sentencia para recordar que, si Marruecos quiere «ser bien visto» en Europa debe cambiar de rumbo.