Corrupción policial
Detenidos dos guardias civiles que cobraban 12.000 euros solo por sentarse a hablar con narcos
Colaboraban con una organización liderada por dos hermanos marroquíes y han caído en el marco de una operación de la Policía Nacional donde se han incautado 600 kilos de cocaína
No solo cobraban por «trabajar» para ellos, sino simplemente por escucharles. Dos agentes de la Guardia Civil que prestaban servicio en el Puerto de Algeciras han sido arrestados en el marco de una operación policial contra en narcotráfico cuya segunda fase se produjo el mes pasado. El titular del Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, les ha enviado a prisión. Según fuentes judiciales, los agentes cobraban 12.000 euros solo por acceder a concertar una cita con la organización criminal y sentarse a escuchar. Durante la investigación, según las mismas fuentes, se pudieron acreditar entregas de dinero a los agentes, que también cobraban por entregar a los narcos el cuadrante de los turnos semanales donde figuraba qué días trabajaban ellos. En este «pack» entraban dos oportunidades para pasar la mercancía ilícita: si por causas achacables a la organización no habían podido meterla en esas dos ocasiones, perdían el dinero; es decir, debían pagar igualmente. La valiosa información para los traficantes habían acordado abonarla a un precio mucho más elevado que la reunión: 50.000 euros; más del sueldo de un año para un agente y «calderilla» para quienes se dedican a introducir toneladas de cocaína en Europa.
Mucho tiempo detrás de ellos
Asuntos Internos de la Guardia Civil seguía a sus compañeros desde hace tiempo. Uno de ellos hacía las veces de líder y, al parecer, llevaba años dedicándose a convencer a otros agentes para corromperse y colaborar con las organizaciones contra las que supuestamente luchan. La lujosa vivienda donde residía hizo sospechar de sus actividades pero fue muy complicado de acreditar. De hecho, creen que hay un tercer agente implicado sobre el que no se lograron reunir las pruebas necesarias, por lo que solo fue posible la detención de dos.
Fuentes cercanas al caso sostienen que estos guardias civiles llevaban mucho tiempo trabajando para varias organizaciones, aunque lograron cazarles cuando estaban siguiendo a una en concreto, liderada por dos hermanos de origen marroquí.
Hachís, cocaína y marihuana
Se trata de Said y Moustafá Al Moudi Guaitoune. Ambos vivían en Madrid aunque el primero de ellos le había comprado una casa en Málaga a Carmen Lomana. Mientras Moustafá residía la mayor parte del tiempo en un chalé de Parla, la vivienda principal de Said estaba en la La Finca de Pozuelo, donde los agentes intervinieron un arma de fuego lista para su uso y varios vehículos de lujo como un Ferrarri de 200.000 euros. Estaba casado con una mujer española y fue arrestado días antes de tener su primer hijo por mover toneladas ingentes de cocaína, hachís y marihuana. Este último estupefaciente, que enviaban a Holanda y Bélgica, lo obtenían gracias a la mediación de un ciudadano de etnia gitana de Vallecas. Él se encargaba de conseguirles la cosecha de plantaciones explotadas por gente de su etnia.
Con el hachís no tenían problema; al tener raíces marroquíes tenían suficientes contactos en origen pero dado lo vigilada que está la zona del Campo de Gibraltar preferían introducirlo en barco por Galicia a través de la logística que tienen ya implantada las organizaciones gallegas. Los investigadores pudieron acreditar citas entre gallegos y los hermanos Al Moudi en Tordesillas. La ruta «gallega» era una de las vías porque también la metían a través de camiones con mercancías legales desde el puerto de Algeciras, donde tenían comprados a estos dos guardias civiles. También por este puerto introducían cocaína procedente de Suramérica aunque en esta operación policial, el contenedor más grande (con más kilos) que cogieron entró por el puerto de Valencia con numerosos contratiempos que los narcos trataron, sin éxito, de sortear.
Asalto frustrado en la A-3
La droga venía en un contenedor que traía bolsas de deporte desde Panamá con el método del «gancho ciego». Habían hecho un agujero en la parte superior del contenedor, la introdujeron en la mitad del mismo y lo soldaron. Una vez aquí en España, los encargados de sacarla en el puerto se negaron porque tenían que descargar medio contenedor primero y los hermanos Al Moudi tuvieron que mandar a gente desde Madrid a sacarla por las bravas. Tampoco resultó: el contenedor estaba demasiado alto y era imposible acceder a él, por lo que tuvieron que idear un tercer plan. La organización pretendía asaltar por la A-3 al camionero que trasladaría el contenedor desde Valencia hasta una nave de Pinto (Madrid), destino final de la mercancía legal. Pero de nuevo algo les hizo desechar el plan porque finalmente acordaron que lo más «sensato» era asaltarle a la entrada de la nave de Pinto. El despliegue de la organización fue tremendo, según fuentes de la investigación, e incluso estaban ya armados, preparados para actuar. De haberlo hecho, a quien realmente hubieran asaltado los narcos no sería a un transportista sino a los GEO de la Policía Nacional, que iban dentro del camión, conocedores del plan.
14 detenidos
Pero a los traficantes les faltaba demasiada información: sabían que el contenedor era amarillo pero no en qué camión venía así que tuvieron que abortar, de nuevo, el plan para recuperar la cocaína. Dejaron la carga «enfriando» un unos días antes de entrar a por ella. Mientras, los GEO estaban preparados también desde dentro de la nave pero los narcos no llegaron a entrar. No se fiaban. Aún había restricciones horarias por el Covid y tenían que hacerlo de día. Demasiados riesgos. No evitaron, eso sí, las detenciones policiales: en total 12 personas (más tarde caerían los dos guardias civiles) y más de 600 kilos de cocaína aprehendidos. Solo en el contenedor había 200 kilos pero los agentes de la Brigada Central de Estupefacientes de la Policía Nacional se incautaron de más de 100 kilos en un piso de la Avenida de Manoteras, 6 bolsas de marihuana en un garaje y 57 «ladrillos» de 300 gramos de coca con la marca TITANS como sello, curiosamente el mismo logotipo que salió de un laboratorio desmantelado por otro grupo de la misma brigada policial en Alicante.
Ladrillos de 300 gramos para darles salida en pandemia
Lo reconocen los propios narcos: la pandemia supuso un duro golpe para las ventas de cocaína. Si bien no se dejó de consumir, el hecho de que el ocio nocturno estuviese cerrado sí influyó en la distribución y tuvieron que sacar nuevos formatos. Es la primera vez que la Brigada Central de Estupefacientes se incauta de «ladrillos» de cocaína, envasados y sellados, de 500 y 300 gramos en lugar de un kilo. Según confesó uno de los narcotraficantes detenidos en el marco de la «operación Toga» –que se saldó con la detención de 14 personas, entre ellas dos guardias civiles del puerto de Algeciras– los proveedores han empezado a moverla en paquetes más pequeños para moverlos bien y que los traficantes que antes les cogían un kilo y ahora les cueste más darles salida, se «animen» comprando uno de 300 gramos. Los primeros detectados por la Policía tenían el sello de TITANS y, por primera vez, no eran de un kilo sino de 300 gramos. Cogieron 57 paquetes de éstos (cada paquete contenía 3 pastillas de 300 gramos) en uno de los registros en un piso de Madrid cuando desmantelaron a la organización liderada por los hermanos Al Moudi.
Un laboratorio en Alicante
Aunque tendrían que analizar la pureza y demás «trazabilidad» de la droga y por tanto no se puede establecer una relación directa, lo cierto es que otro grupo de la misma brigada de Estupefacientes desmanteló un laboratorio de cocaína en Orihuela y, en enterrado en el suelo de un picadero de caballos, también hallaron varios paquetes de cocaína con el sello TITANS, esta vez de 500 gramos. Fue en el marco de la «operación Vicent», que se saldó con la detención de 33 personas, unos 60 kilos de coca incautados y cerca de 6.000 litros de precursores de cocaína. Y es que los líderes de la organización, españoles de entre 35 y 40 años, tenían montado un laboratorio para transformar la pasta base de clorhidrato de cocaína: el producto final.
Cocineros de Colombia
Una vez había llegado la pasta a España, trajeron a los químicos, los llamados «cocineros», desde Colombia. Las medidas de precaución son extremas: les llevan hasta al lugar escogido (normalmente chalés y fincas apartadas) a ciegas. En esta ocasión era una nave de Almoradí. Una vez que entran ya no salen hasta que han terminado el trabajo: normalmente en torno a un mes. En esta ocasión tenían varias salas donde desarrollar el proceso. En una tenían las garrafas con los precursores, en otra los barreños donde rocían la mercancía legal impregnada de estupefaciente para sacar la coca, otra sala de filtrado para limpiarla de impurezas... Así obtienen una calidad del 80%, casi como en origen, según fuentes policiales. En otra sala ya tenían la prensa y el sello: TITANS. En esta nave no tenían muchos kilos sino que los almacenaban en otra finca. Era un finca donde tenían caballos y, en el centro, un terreno para hacer peleas de gallos. Allí en medio, enterrada en el suelo, el perro marcó el punto y había más de 30 kilos de paquetes de TITANS de 500 gramos.
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