Josep Ramón Bosch
La guerra de Casado
La guerra contra el socialismo y el populismo la ganará
Presidir un partido político no es tarea cómoda. Y a Pablo Casado no le están poniendo fácil el camino de dirigir el partido de Génova para llegar a gobernar en la Moncloa. De momento, cuatro batallas ha librado Casado, y de todas ellas ha salido victorioso.
La primera fue en julio de 2018, cuando un joven de 37 años ganó el liderazgo de los populares, tras una dura pugna con la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, basando su triunfo en la necesidad de un «rearme ideológico» del centro derecha, con un perfil regeneracionista y prometiendo actuar con contundencia frente a la corrupción: «Aquí no cabe ni un solo corrupto».
En la España cainita de Pedro Sánchez, con un modelo de televisión de dominio absoluto del izquierdismo militante, Casado ha conseguido una segunda victoria, y es que las encuestas reflejen una tendencia clara de consolidación del PP como única alternativa. Sin medios de comunicación de masas trabajando para el PP, con tertulias diarias de ataques personales y demagogias varias, sin un equipo de gurús ni asesores a su servicio y con el CIS enmarañando mensualmente, la consolidación del voto popular es clara y aparece segura su victoria en las urnas.
Su tercera victoria se produjo en octubre de 2020, al responder con un brillante discurso a la encerrona de Vox, que organizó el debate sobre la moción de censura, con el objetivo de incomodarle, a sabiendas de que no contaban con los apoyos para desalojar a Pedro Sánchez. El «no queremos ser como ustedes», surtió inmediatos efectos, parando la sangría de votos populares que nutrían las arcas de la derecha radical (de raíz). «No merecen pasar por radicales o extremistas, porque no lo son y no merecen ser utilizados para una agenda que aleja la gran alternativa centrada y ganadora que España necesita». Su discurso denunciando que el colectivismo y el intervencionismo no se combaten con la demagogia y el populismo que preconiza Vox ofuscó a Abascal, y el presidente popular lanzó sólidas propuestas de libertad y tolerancia.
La cuarta victoria es la de su consolidación interna, tras la moción de censura en Murcia y la victoria de Ayuso en Madrid, lo que significó además la práctica absorción de Ciudadanos. Para ello ha sido imprescindible el trabajo de Teodoro García Egea, el secretario general que actúa de «poli malo» (en todas las estructuras políticas, es una figura imprescindible para cohesionar un equipo ganador). Y que dirige con mano de hierro una «revolución silenciosa», para renovar el partido y encarar con garantía de éxito las elecciones generales en el todavía lejano horizonte de enero de 2024. Casado señalaba el domingo en Granada que el personalismo no cabe en el PP, y que su partido «no es un talent show de megalomanías, sino un instrumento para mejorar la vida de la gente».
Claro y contundente mensaje para Ayuso, que está librando una nueva batalla con Casado sobre la posibilidad de adelantar el congreso del PP de Madrid, que se celebrará en mayo o junio de 2022. «Esto no es cosa de siete horas ni de siete días, sino de siete meses», sostenía una portavoz autorizada de la dirección nacional. Nadie duda que la remontada del Partido Popular a nivel nacional se debe en buena medida a la presidenta de la Comunidad de Madrid, que ha forjado su liderazgo en el enfrentamiento continuo al Gobierno, especialmente durante la pandemia, y que ha potenciado su figura en contraposición a la de Pedro Sánchez. Pero Ayuso no puede, ni debe, alimentar una confrontación que a nadie beneficia.
Decía Winston Churchill que «la política es casi tan excitante como la guerra y casi igual de peligrosa. En la guerra solo te pueden matar una vez, pero en política muchas veces». Pablo Casado puede permitirse el lujo de perder alguna batalla y tal vez la más incomoda sea la que libra con su amiga Ayuso. Pero sólo será una batalla. La guerra contra el socialismo y el populismo la ganará. Ésa es la que importa.
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