El análisis
La reencarnación de un presidente del Gobierno
Seguimos obedeciendo como corderos, a pesar de que quedó de manifiesto que las medidas de restricción eran armas de confrontación política
Hace casi dos años que nos confinaron y que, obedientemente, venimos haciendo todo lo que nos indican las autoridades sanitarias. Nos dijeron que llevar mascarilla no ayudaba y que lo suyo era llevar guantes para no tocar nada, lo hicimos. Poco después, la mascarilla era obligatoria para salir de casa o relacionarse con cualquiera.
Compramos litros de gel hidroalcohólico que nos aplicamos en las manos hasta pelarnos la piel cada vez que tocábamos el pomo de una puerta aunque, tiempo después, los expertos aseguraban que el contagio se produce por vía respiratoria y no por contacto. Nos ordenaron confinarnos, y lo hicimos disciplinadamente, nos pidieron que nos vacunásemos, y así lo hicimos. Ahora nos exigen la tercera dosis y ya estamos con el brazo remangado.
Hemos cumplido nuestra parte del trato escrupulosamente, pero estamos como al principio. Lo peor es que no nos aclaran si la vacuna es o no eficaz contra la variable ómicron y tampoco sabemos si las hospitalizaciones aumentarán hasta volver a poner en peligro la capacidad del sistema sanitario Seguimos obedeciendo como corderos, a pesar de que quedó de manifiesto que las medidas de restricción eran armas de confrontación política y que las autoridades y los expertos cambian de opinión porque la mayoría de las veces no saben ni por donde se andan.
Un buen ejemplo es el pobre Fernando Simón, por eso ha quedado para el desguace científico. Tiene una buena cabeza, su trayectoria profesional lo avala, científicamente merecía el respeto de todos, solo hay que recordar que el gobierno de Rajoy le puso al frente de la crisis del ébola y lo hizo bien. Sin embargo, su opinión, ya no tiene crédito. La confianza es binaria, se tiene o no se tiene y los ciudadanos la han perdido en el Gobierno y en las agencias sanitarias porque, después de haber seguido a pies juntillas todas sus indicaciones seguimos en peligro.
El miércoles se reunirá Pedro Sánchez con los presidentes autonómicos para abordar las medidas de restricción que deben imponerse a los ciudadanos con el enésimo repunte de la pandemia. Si se ordenan medidas de restricción, Sánchez perderá varios enteros, e incluso, es posible que se produzcan situaciones de rebeldía. No podrán pedir a los autónomos que se terminen de hacer el harakiri, o prohibirnos viajar fuera de nuestra propia ciudad, diciendo que es una medida eficaz contra el virus.
Pero si no lo hace y actúa tardíamente, será responsable en primera persona de todo lo que ocurra. Hace un par de décadas, el decano de la facultad de CC. Físicas de la Universidad de Nueva Delhi, hinduista practicante, en su discurso inaugural del nuevo año académico, arengaba a los alumnos animándoles a esforzarse, asegurando que los malos estudiantes de la disciplina terminaban por reencarnarse en economistas.
La sexta ola trastoca los planes de recuperación económica y, sobre todo, la seguridad sanitaria. De esta, los malos economistas que, reencarnados en presidentes del Gobierno, serán ácaros en su próxima vida.
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