Opinión

Carrera de obstáculos de Sánchez

Se ha dejado enredar por el ataque de Alberto Garzón a la ganadería. Por si algo falta al mejunje, ya ha puesto en ebullición a los del «No a la guerra»

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro SánchezEduardo ParraEuropa Press

«El charco». Así llaman algunos en Ferraz a la contienda de Castilla y León. La alta posibilidad de que el PP alcance la mayoría absoluta causa angustia en el cuartel general socialista. En la amplitud del triunfo de los populares o en la magnitud de la derrota de PSOE y Unidas Podemos van a radicar los efectos en clave nacional. Aunque sea una contienda en una comunidad, nadie se llama a engaño. Ni en Génova ni en La Moncloa.

Pedro Sánchez ha caído –aunque sea involuntariamente– en el error de las madrileñas del 4-M del «ayusazo». Le ha conferido dimensión nacional a las urnas del 13 de febrero. Se ha dejado enredar por el ataque de Alberto Garzón a la ganadería. Insólitamente, el presidente ha dado alas al ministro de Consumo y a Unidas Podemos, al borde de la extinción. Un disparate. La resultante: Sánchez saldrá debilitado y Pablo Casado capitalizará la arrolladora victoria de Alfonso Fernández Mañueco. La travesía sanchista, si se cumplen los sondeos, va hacerse muy cuesta arriba.

Las tensiones en la coalición gubernamental se dispararán frente a un centroderecha más reunificado en torno al PP. Casado, naturalmente, mirará de inmediato a Andalucía, pendiente de su convocatoria electoral. Otro nubarrón que sobrevuela al líder socialista. En la saca del PSOE cada vez hay menos papeletas seguras ante la eficaz gestión de Juanma Moreno. Más allá del derrengado liderazgo de Juan Espadas, la deserción de una parte del fiel socialismo andaluz se anota al debe de Sánchez por sus perniciosas alianzas con ERC o Bildu.

El carrusel de urnas pinta mal para Pedro Sánchez. A ello se suma que los españoles, allá donde vaya el presidente, no le quieren dar ni agua. Pesada mochila que hace mella en sus propias filas, y no digamos en las de sus socios. ¿Qué quedará del «frente amplio» de Yolanda Díaz con los morados en ebullición? En Unidas Podemos arraiga la idea de que no sólo no rentabilizan su presencia en el Gobierno, sino que les perjudica. La estabilidad de Sánchez se tambalea. Y los independentistas, ¿van a privarse de golpear a un presidente aún más débil, cuando ya lo hacen estos días por pensar en el naranja de Ciudadanos para salvar la reforma laboral?

Los cercanos a Sánchez muestran su alivio por haber dejado a Díaz, aunque supervisada por Nadia Calviño, la negociación con los agentes sociales. «De haber cogido nosotros las riendas –asumen–, los morados nos estarían matando». Por si algo falta al mejunje, el conflicto entre Rusia y la OTAN por Ucrania, con el envío de militares españoles a la zona, ya ha puesto en ebullición a los del «No a la guerra», incluidos ministros morados agarrados a la pancarta. El escenario se altera. Y la peana de Sánchez está bajo la polvareda. La tensión va a ser la tónica normal del resto de legislatura. El PNV y algún mandatario socialista elucubran sobre lo complicado que va a tener Sánchez alargar su mandato hasta diciembre de 2023. La Moncloa vive en un constante «salvar obstáculos» según se presentan.

Un ministro confiesa estar «acongojado» esperando el siguiente «golpe de efecto» de la factoría monclovita con la gestión del rescate europeo. Mientras, el equipo presidencial es incapaz de calcular cuánto dinero ha podido llegar a la economía real y a las empresas. Sólo pide «paciencia» hasta alcanzar «la velocidad de crucero» en el reparto de los fondos. Pero el aguante es imposible para los 11 millones de pobres del país a los que pone dramática cara el último informe de Cáritas, dando la puntilla al descarado eslogan del «escudo social» de las políticas progresistas. La credibilidad de Sánchez vuela más bajo que el Falcon donde se desplaza para visitar a sus compañeros de partido. No está en juego ya alargar la legislatura, sino la carrera política del líder del PSOE.