Defensa colectiva
La UE crea una fuerza de despliegue pero se niega a llamarla Ejército
Los 27 reunirán a 5.000 soldados bajo la bandera del círculo estrellas pero Borrell insiste en que la defensa de Europa seguirá dependiendo de la OTAN
La invasión rusa de Ucrania ha confirmado para Europa la necesidad de incrementar sus esfuerzos en defensa, incluida la creación de un ejército propio. La caótica salida de las tropas occidentales de Afganistán el pasado agosto fue lo que realmente desempolvó el año pasado esta antigua aspiración a la que los 27 miembros de la Unión Europea (UE) acaban de dar luz verde. El viejo continente dispondrá en 2025 de su propia fuerza de despliegue, que contará con 5.000 soldados. Solo queda ver cómo operará entonces sobre el terreno el enésimo coqueteo europeo con el germen de una unión militar en la que en último término nadie cree en firme, al menos hasta ahora. La medida, que se puso sobre la mesa tras el caos de la salida de Afganistán, ve ahora la luz ante la amenaza rusa.
El propio alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, artífice de la llamada Brújula Estratégica, donde se recoge esta iniciativa, se ha apresurado a aclarar que, a día de hoy, “la defensa territorial colectiva de Europa es la OTAN y no hay alternativa para ello”. De hecho, en Bruselas no se sienten cómodos con que se llame ejército a esta fórmula pergeñada para que los países miembros se coordinen más eficazmente en materia de defensa y mejoren su condición de socio dentro de la OTAN, nada más. Hablar de ir más allá, y sobre todo de hacerlo al margen de la Alianza Atlántica, sigue siendo tabú.
Más de medio siglo de intentos fallidos
El presidente francés, Emmanuel Macron, se atrevió en 2018 a concebir una fuerza europea desplegable en escenarios de crisis, pero se sintió obligado a aclarar que se trataba de una iniciativa al margen de la UE. De ese modo, trascendió, Reino Unido también podría formar parte, pese a su salida de la Unión. Nueve países llegaron a firmar en junio de ese año una carta de intenciones para sacar el proyecto adelante (Alemania, Bélgica, España, Estonia, Dinamarca, Francia, Países Bajos, Portugal y Reino Unido). El propósito era crear una nueva alianza militar expresamente fuera de la configuración de la Unión de Defensa en el seno de Europa que el anterior presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, anunció en 2017 que debería estar lista no más allá de 2025. Iniciativas como la creación del Fondo Europeo de Defensa (el primer presupuesto de la UE para defensa de su historia, que suma un volumen de 8.000 millones de euros para el periodo 2021-2027 centrados en investigación e industria), y los proyectos de Cooperación Estructurada Permanente (Pesco, por sus siglas en inglés), para estrechar lazos en el sector industrial europeo de defensa, surgieron para cumplir con esos planes de mayor unión en defensa, y ya se encuentran en plena marcha; pero sin que nadie llegue a apuntar seriamente hacia el desarrollo de una verdadera coalición militar.
Volviendo a los planes de Macron, la entonces todopoderosa canciller alemana Angela Merkel llegó a evidenciar ante el Parlamento Europeo su apoyo a la iniciativa, pero no parece que haya llegado muy lejos. Como apuntó sobre este proyecto Félix Arteaga, investigador principal del Real Instituto Elcano, “periódicamente, algún líder europeísta resucita el Ejército europea del cementerio de la Comunidad Europea de Defensa al que le llevó la Asamblea Francesa en 1954″, pero sin demasiado éxito. Arteaga advirtió, a la vista de los precedentes, que, cada vez “que algún líder europeo aboga por el ejército europeo, debería añadir detalles concretos sobre su concepto, composición, dependencia, recursos y calendario para no desinformar con narraciones simbólicas o emocionales”. Quizá por eso nadie se atreve estos días a tocar en profundidad el tema, precisamente ahora que ya no puede percibirse como un nuevo brindis al sol, sino como necesidad real que hay que acometer de forma real.
Entre tanto, siguen los coqueteos con la idea, sin acercarse demasiado, pero, eso sí, con paso firme. Los 5.000 soldados con los que deberá contar Europa para acometer despliegues urgentes componen en cualquier caso una iniciativa real, con fondos, planes definidos y calendario. Si se cumple el cronograma previsto, este mismo año la UE debe haber acordado los escenarios operativos y los planes como paso encaminado a que en 2023 la nueva fuerza, conformada modularmente, sin estructura fija y con medios aportados por los Estados, comience a realizar maniobras militares para preparar su interoperabilidad.
Europa tiene una fuerza militar desde 2007 que no usa
En realidad ya existe un recurso militar por el que se podrían ver soldados en operaciones bajo la bandera del círculo de estrellas con fondo azul antes de que la fuerza aprobada ahora esté activa. La Unión Europea (UE) cuenta desde 2007 con un brazo militar propio capacitado para intervenir en determinadas acciones urgentes. En concreto se trata de dos batallones de alrededor de 1.500 efectivos cada uno congregados en los llamados grupos de combate de la UE. Ésta tampoco es la semilla de ningún utópico Ejército europeo. Se trata de un elemento ya disponible que Europa todavía no ha utilizado. La decisión final para el despliegue real de estos grupos de combate en una operación corresponde al Consejo de la UE, que aún no ha tirado de él.
También está el famoso Eurocuerpo, creado por Francia y Alemania a principios de los años 1990, pero no se puede considerar en ningún caso un Ejército europeo, sino un Ejército con europeos, como bien apunta Arteaga. Más específicamente: se trata de unos efectivos puestos al servicio de la UE y la OTAN bajo la soberanía de los países que lo integran (entre los que se encuentra España), pero no con la legitimidad soberana de la Unión Europea que requeriría un ejército continental.
El establecimiento de un verdadero Ejército europeo, por tanto, no está entre los planes de los países miembros. Pero tampoco lo estaba que Europa pudiese suministrar armamento letal a un país en guerra. Y con la invasión rusa ya lleva aprobados el envío de un millar de millones de euros en material para las fuerzas ucranianas. “Otro tabú ha caído”, dijo Borrell al anunciar el primer lote de estas ayudas cuando apenas hacía horas que había comenzado la guerra. Desde entonces se han producido anuncios tan sorprendente como el abandono alemán de su política de bajo perfil militar (hasta el punto de que la inversión anunciada le va a convertir en el tercer país con mayor gasto en defensa del mundo, tras EEUU y China, y por delante de Rusia) o tan sorprendente como el anuncio del Gobierno español de que la inversión militar alcanzará el 2% del Producto Interior Bruto del país, algo impensable hace unas semanas. Lo que está ocurriendo en Ucrania lo cambia todo, veremos qué pasa con la defensa europea.
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