Aniversario

La política de Sánchez con Bildu rompe Ermua

En el 25 aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, Moncloa y Ferraz trabajan en una operación de lavado de imagen de las siglas abertzales

«Probablemente a Miguel Ángel Blanco le dolería ver a Bildu decidir en España cuándo empezó la democracia». Esta reflexión, que sale de las filas socialistas, resume el clima en el que mañana la localidad vizcaína de Ermua será el escenario del homenaje de Estado que se rendirá a las víctimas del terrorismo.

Bildu es la piedra que más pesa al Gobierno en una fecha tan simbólica para la democracia española como el 25 aniversario del asesinato del concejal popular Miguel Ángel Blanco por parte de ETA. Los terroristas le secuestraron el 10 de julio de 1997, a los 29 años, y dos días después apareció herido de muerte. El partido de Otegi pesa mucho más que la política de acercamiento de presos de ETA a cárceles del País Vasco porque sus siglas todavía están manchadas en el imaginario popular, y son mucho más incómodas para el votante del PSOE que para el electorado de Podemos.

Sirven de justificación, además, para romper la unidad entre Gobierno y principal partido de la oposición, y también entre las víctimas, en una fecha determinante en la lucha contra ETA por lo que representó de giro en la respuesta social hacia la amenaza etarra. Moncloa y Ferraz trabajan en una operación de lavado de imagen de las siglas abertzales, a fin de que, en una situación de casi empate técnico con el PNV en el Congreso de los Diputados, sus escaños puedan cubrir otros apoyos nacionalistas o independentistas, y, sobre todo, puedan servir a futuro para alianzas rentables en el reparto de poder en el País Vasco.

Tirón de orejas de Europa

El acto de Estado en homenaje a las víctimas del terrorismo tapará superficialmente el pulso político y la división entre Gobierno y PP sobre cómo gestionar el fin de ETA. En marzo de este año el Parlamento Europeo publicó un informe en el que, entre líneas, había un tirón de orejas al Gobierno de coalición: recomendaba a las autoridades españolas que todos los crímenes de ETA sea considerados de «lesa humanidad» y, por lo tanto, imprescriptibles y no amnistiables. También pedía que para acceder a los beneficios penitenciarios los etarras colaborasen en la resolución de los asesinatos aun sin autor y que no sólo se persiga a los autores materiales, sino también a los intelectuales, además de reclamar la criminalización de los homenajes a los presos etarras.

No obstante, ETA no es un tema que condicione ya unas elecciones, y todos los partidos se manejan en esa clave. Ferraz argumenta esto, por ejemplo, para justificar ante los críticos su política de alianzas y su estrategia con Bildu, tan poco estética para los «barones» que se la juegan en las próximas elecciones autonómicas y municipales. Más allá del coste electoral, hay también una razón de principios en la que se explica el malestar que en importantes sectores socialistas, representados por el PSOE «pata negra», provocan los entendimientos de la dirección con el partido de Arnaldo Otegi. Aunque no levanten la voz en público, en el seno de la formación no todos entienden el acuerdo del Grupo Socialista con Bildu para la nueva ley de Memoria Democrática, y son muchos los que empatizan con la posición que fijó el viernes pasado, en Onda Cero, Eduardo Madina respecto a que esta norma debería salir adelante con un gran pacto de Estado con el PP y no con el apoyo de Bildu, «un partido que no tiene nada que aportar en materia de derechos humanos hasta que admita, recuerde, y mire de frente a su pasado con el terrorismo de ETA».

La unidad política y social que concitó el llamado «espíritu de Ermua», aquel movimiento cívico que surgió de forma espontánea en la sociedad española, no se repetirá este domingo, pero, una vez que pase este simbólico aniversario, la verdadera batalla volverá a situarse estrictamente en el ámbito económico y de la estabilidad política. Y ahí es donde el apoyo de Bildu sigue siendo más importante para Moncloa que el daño reputacional de tenerlos como socios. «Otegi pasará y entonces sí que se abrirá una nueva etapa en la que la normalización será mucho más sencilla dentro de los actuales parámetros políticos». Así opinan en el socialismo vasco más partidario de tender puentes con Bildu como alternativa a las alianzas con el PNV, a quien hoy dan soporte en Ajuria Enea.

Y en esta tesis es en la que están en La Moncloa y en Ferraz. No hay apoyos puntuales, sino una estrategia, pensada, de sustitución de aliados, a sabiendas, además, de que el campo político que se le abre a Bildu repercute negativamente en el PNV, los otros socios vascos del Ejecutivo que sí que tienen acreditado que son fiables en los pactos que firman en Madrid.

ETA y las cuentas pendientes de Bildu en su manera de afrontar el pasado y asumir responsabilidades son hoy lo de menos para la coalición de gobierno debido a las circunstancias políticas y las necesidades parlamentarias. Y el principal riesgo de esta situación es el coste que tendrá en el «relato» de la «verdad» que las víctimas dicen que todavía no está firmemente cerrado.