Antonio Martín Beaumont

Purgas de verano

El problema es Pedro Sánchez, y eso lo saben bien en Moncloa

El presidente del gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante la ceremonia de clausura del 14 Congreso del PSOE de la Comunidad Valenciana
El presidente del gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante la ceremonia de clausura del 14 Congreso del PSOE de la Comunidad ValencianaManuel LorenzoAgencia EFE

Como las bicicletas, las «revoluciones políticas» en el sanchismo también son para el verano. Si en julio del pasado año Pedro Sánchez sorprendió a propios y extraños poniendo patas arriba el Gobierno para tratar de difuminar el batacazo del PSOE en las elecciones de Madrid –arrollado por Isabel Díaz Ayuso–, en este julio, con la ola de calor apretando a una España incendiada, el presidente ha vuelto a jugar a Maquiavelo para hacerse otro «lampedusa»: cambiarlo todo para que nada cambie.

Entonces fueron Iván Redondo, Carmen Calvo y José Luis Ábalos los paganos de la crisis de popularidad del presidente, que se llevó un escarmiento electoral por la persona interpuesta de Ángel Gabilondo. El prestidigitador monclovita buscaba que todos fijásemos la vista en otro lugar para que no se mirase donde realmente apretaba el zapato. Ahora, la patada de los andaluces a Sánchez en el trasero de Juan Espadas se ha cobrado las cabezas de Adriana Lastra, Felipe Sicilia y Héctor Gómez sin que nadie haya explicado muy bien cuáles eran las responsabilidades de los purgados en la derrota del 19-J. Nombramientos por cierto, estos dos últimos, que fueron decididos por el propio presidente hace menos de un año en una personalísima decisión.

Con toda seguridad, los barones y alcaldes candidatos en las autonómicas y municipales de 2023 no piensan que sustituir a «un Gómez» por «un López» y «un Sicilia» por «una Alegría» les devolverá votos. No creo que sean tan ingenuos como para hacerse trampas así en el solitario. Tampoco parece que el aterrizaje en Ferraz de la locuaz y peculiar ministra María Jesús Montero, pata negra del PSOE andaluz, tan emponzoñado por los ERE como arrasado en las urnas, vaya a propiciar el vuelco radical que necesita el socialismo español.

El problema es Pedro Sánchez. Y eso lo saben bien tanto en La Moncloa como en la más pequeña agrupación socialista del último pueblo de España. Los estrategas del palacio presidencial lo ven cada vez que su jefe accede a pisar la calle. Y lo han vuelto a certificar en esta semana de sobreexposición. La agenda del presidente por bosques quemados y nuevas líneas ferroviarias ha provocado lo mismo que le viene ocurriendo desde hace meses: posados impropios, despliegue desmedido de medios públicos y, ¡qué horror!, una evidente falta de empatía que cada vez le aleja más de los ciudadanos.

En estas últimas horas han quedado además al descubierto las prácticas autoritarias del secretario general del PSOE en Ferraz. ¿Dónde está esa apuesta por la transparencia y la democracia interna de la que se jactó cuando llegó a la cúspide del partido? Los miembros del Comité Federal del Partido Socialista han vuelto a enterarse por la prensa de las decisiones de su líder. Como poco, es una falta de estética para los 400 dirigentes que acudirán el sábado a Madrid a decir amén y masticar la «comida preparada» que les servirá Sánchez.

Eso sí, que nadie lo dude, ningún invitado al banquete alzará la voz. Más aún cuando en septiembre el socialismo especula con una nueva cita del «circus maximus» de La Moncloa. Es decir, otro momento en el que los actuales ministros desfilarán para que Sánchez mueva su pulgar hacia arriba o hacia abajo y sentencie sus carreras. Mientras, los ministros del ala morada del gabinete tienen su puesto garantizado.

Es una tradición muy antigua de los máximos mandatarios políticos endosar sus fracasos a la «comunicación» del partido que los sostiene. «No venden bien lo que hago», repiten cuando las cosas van mal. Ejemplos de ello hay a la izquierda y a la derecha. Nadie se libra. Y el resultado ha sido siempre el mismo: purgas menores que jamás atajan el problema de fondo. En realidad, operaciones de marketing que duran lo que permanecen en los medios. El sanchismo hiperventila en verano.