Gobierno

Sánchez acaba el curso centrado en lo doméstico

El Gobierno y el partido socialista demuestran su ansiedad por comunicar y convocan un carrusel de comparecencias para cortar el paso a Núñez Feijóo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ofrece el tradicional balance del curso político antes del parón de las vacaciones y de que arranque en septiembre la fase final de la legislatura, este viernes en el Palacio de la Moncloa
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ofrece el tradicional balance del curso político antes del parón de las vacaciones y de que arranque en septiembre la fase final de la legislatura, este viernes en el Palacio de la MoncloaAlberto R. RoldánLa Razón

«Ahora toca centrarse en la cuestión nacional». Esta frase pronunciada por un miembro del equipo de Pedro Sánchez expone el nuevo rumbo que el Gobierno va a emprender a corto plazo. Tras el éxito de la cumbre de la OTAN, en Moncloa reordenan sus prioridades y escoran la proyección internacional, muy presente hasta la fecha y que seguirá teniendo espacio –no en vano, esta semana, el presidente participó en una cumbre hispano-polaca en Varsovia y se encuentra inmerso en una gira por los Balcanes Occidentales- para centrarse en la agenda doméstica. El reto inmediato son los comicios municipales y autonómicos que se celebrarán en mayo de 2023 y para los que Sánchez comienza ya a engrasar la maquinaria electoral. La estrategia se orienta en varias direcciones: entrar en el «cuerpo a cuerpo» contra el PP, revitalizar el partido y proyectar una imagen más cercana del presidente. Esto es, se activa de nuevo la operación «pisar calle» que, de manera intermitente, entra en juego para intentar paliar el rechazo que el líder socialista produce en un sector de la sociedad.

Sánchez se ha visto obligado a anticipar parcialmente la operación de remodelación que tenía previsto emprender en septiembre, cuando entraremos de lleno en un clima electoral que lo invadirá todo hasta finales del próximo año. El presidente activó los cambios previstos en el PSOE con el objetivo de rearmar al partido para enfrentar una incierta contienda electoral e intentar revertir la sensación de cambio de ciclo que se ha instalado tras las contundentes victorias del PP en la Comunidad de Madrid y Andalucía. No es baladí que se haya elegido como portavoces socialistas en Ferraz y el Congreso a dos perfiles que se caracterizan por entrar al «cuerpo a cuerpo» con los populares. En Moncloa existe la convicción de que parte de sus problemas para proyectar la acción gubernamental en la opinión pública se debe al «ruido» de una oposición que lo inunda todo e impide que calen los mensajes, por ello, se quiere neutralizar esta vía de agua, presentando batalla frente al PP y levantando un muro de contención a las críticas.

En la última semana el partido y el Gobierno han demostrado su ansiedad por comunicar. Comunicar más no significa necesariamente comunicar mejor. Y así lo demuestra el carrusel de comparecencias que se han convocado, algunas prácticamente en paralelo desde distintos escenarios (Moncloa, Ferraz y el Congreso) para intentar cortarle el paso a Alberto Núñez Feijóo. Desde el partido hay quienes cuestionan esta estrategia de hacer «oposición al PP», en lugar de priorizar el rol de Gobierno, vendiendo gestión y marcando la agenda con el pulso gubernamental.

Por ello, esta actitud ofensiva de los altavoces socialistas se compatibilizará con la exhibición de músculo por parte del Ejecutivo, que se reserva una potente agenda legislativa para desplegar en la recta final de la legislatura, y presume, por ejemplo, de los buenos datos de empleo. Además, es acuciante la necesidad de reconectar con la calle. Parte de la problemática que se detectó en la debacle del 4 de mayo fue que existía una distancia abismal con la calle. Por ello, en la remodelación del Gobierno de hace un año se apostó por perfiles jóvenes y del municipalismo, más pegados a la realidad social y con experiencia en trasladar mensajes de cercanía.

Esta distancia entre la realidad política y la de los ciudadanos también se aprecia en los últimos sondeos. Por ejemplo, más de la mitad de los españoles (54%) no vio en ningún momento el debate sobre el estado de la nación que tanto ánimo insufló a los socialistas y al 33,2% de los encuestados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) Sánchez no le transmitió confianza acerca del futuro económico del país. En el Ejecutivo tratan de paliar la sensación y en las últimas semanas, el presidente se ha multiplicado por el territorio, visitando las zonas asoladas por los incendios o haciendo inauguraciones. Una agenda con marcado acento electoral cuando todavía restan nueve meses para las urnas. Sánchez ha visitado los incendios en Extremadura, Aragón y Galicia, inauguró junto al Rey la primera fase de la línea Plasencia-Badajoz de lo que llamaron la «Alta Velocidad» en Extremadura y hasta Burgos y una nueva carretera en Morella.

Con estos mimbres, en Moncloa no quieren esperar a la campaña oficial para poner toda la artillería gubernamental al servicio de sus intereses electorales. Aunque en el Ejecutivo aseguran que las medidas que despliegan buscan el «rédito social» y no el «electoral», lo cierto es que no aciertan a comprender cómo una agenda legislativa tan ambiciosa no está teniendo un efecto beneficioso en sus perspectivas en las urnas. Las municipales y autonómicas son la primera parada hacia la Moncloa y Sánchez y el PSOE quieren afrontarlas en condiciones de demostrar que «queda partido» y que nada está escrito de cara a las generales.