El personaje

Teresa Ribera: a la luz de la improvisación

El «decretazo» ha entrado en vigor, pero el ambiente político sigue muy caldeado

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. platónLa Razón

Arbitrariedad, lagunas jurídicas, falta de transparencia y nulo diálogo. Es la opinión unánime en los sectores hosteleros y comerciales de toda España ante el «decretazo» sobre las medidas de ahorro y eficiencia energética. La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha actuado, según estos círculos políticos y económicos, «a la luz de la improvisación». Destacan, además, que mientras que en el resto de países de nuestro entorno europeo se ha optado por la recomendación, aquí en España impera por decreto la imposición. «El decreto no se toca ni una coma», advirtió la ministra en la reunión forzada con los consejeros de las comunidades autónomas. La responsable de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, Paloma Martín, una excelente gestora y gran conocedora de la materia, levantó su voz alto y claro, al anunciar el recurso ante el Tribunal Constitucional. Al margen de que el PP ha dado libertad de actuación a sus líderes regionales, en el primer partido de la oposición consideran, «inadmisible en las formas» la tramitación del «decretazo» y no harán el juego del «negacionismo» y los «insultos casposos» que pretende enarbolar la izquierda.

Por su parte, dirigentes de las organizaciones empresariales y patronales no avalan la insumisión, pero exigen al Gobierno el contenido de los informes técnicos que avalan las medidas del Ejecutivo. Dirigentes autonómicos que acudieron a la reunión con la ministra Teresa Ribera afirman que su actitud fue «implacable e inflexible», sin dar la más mínima opción a nuevas iniciativas en favor del ahorro energético. En el PP cunde la opinión de que el «decretazo» es una maniobra electoral de Pedro Sánchez, alarmado por el augurio negativo de las encuestas. «Quiere aparentar una imagen de líder austero mientras consume energía en el Super-Puma, el Falcon y unas vacaciones que la mayoría de los españoles no se pueden permitir», se lamentan en los sectores afectados. Otros círculos políticos apuntan que la verdadera intención de Sánchez sería quemar a la ministra Ribera, «una ministra de salida», según estas fuentes de cara a la remodelación gubernamental prevista para el mes de septiembre y que el propio Sánchez habría pactado ya con la vicepresidenta y titular de trabajo, Yolanda Díaz. Sabido es que el presidente no parpadea en cortar cabezas que le fueron leales cuando le interesa.

Teresa Ribera Rodríguez es una jurista, profesora universitaria y funcionaria perteneciente al Cuerpo de Administración Civil del Estado. Secretaria de Estado de Cambio Climático en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, en junio de 2014 fue designada directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales con sede en París. Esta trayectoria profesional hizo que Pedro Sánchez la nombrara vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, cargo en el que ha sido muy cuestionada por todos los sectores que de ella dependen. Su gran fracaso fue cuando la Comisión Europea avaló como «verde la energía nuclear, que ella denostaba desde la famosa cumbre energética de París. Todo lo contrario que han hecho países como Francia o Alemania.

Nacida en Madrid, casada con Mariano Bacigalupo, son padres de tres hijas. Muy unida a la que considera su madrina política, la abogada laboralista y presidenta del Movimiento por la Paz, Francisca, «Paquita», Sauquillo, empezó a militar en los movimientos pacifistas y de manera muy activa en las protestas de «OTAN no, bases fuera» y en las conferencias de los grupos pacifistas europeos por el desarme nuclear. Le gusta escaparse a Menorca y la sierra de Madrid para desconectar. Es, también, una gran aficionada a cocinar y la buena mesa. El pasado mes de julio pasó unos días en familia en tierras de Huesca, en Ordesa, Aínsa y Alquézar, donde pudo degustar los platos típicos de la zona en el restaurante Casa Pardin de Alquézar, donde suponemos, estaban en agradable cálido ambiente y temperatura. Lectora empedernida, le encantan los libros de Almudena Grandes. El senderismo es otra de sus grandes aficiones y siempre que puede, intenta seguir la saludable recomendación de caminar una hora y media cada día entre semana y tres horas los fines de semana.

El «decretazo» ha entrado en vigor, pero el ambiente político sigue muy caldeado tanto como las tórridas temperaturas que asolan en este verano agresivo a más de media España. Limpiar el termostato, adaptar instalaciones o apagar escaparates es toda una improvisación que no es suficiente para llegar al porcentaje de ahorro que exige Bruselas. La habitual tiranía de un presidente y la inexplicable intransigencia de una ministra vulnera a todas luces, nunca mejor dicho, el necesario diálogo con la oposición y sectores empresariales y productivos afectados. Bajo amenazas constantes de represalias a algunas comunidades autónomas como la de Madrid, resulta grotesco ver como se mira para otro lado en el incumplimiento de la ley en Cataluña. Una doble vara de medir por la exigencia de los socios separatistas que mantienen a Pedro Sánchez en La Moncloa. Erigida en zarina de la defensa ecológica más radical, dicen que Teresa Ribera arremetió en la última reunión con consejeros autonómicos contra la responsable de Madrid, Paloma Martín, mientras se achantaba contra los consejeros vascos y catalanes. «Una pérdida de tiempo», dijeron ambos a la salida de la reunión con la seguridad que les otorga sostener a Sánchez en esta Legislatura. Dado el tradicional «enchufismo» de este Gobierno, es posible que Teresa Ribera planifique ahora la creación de una «Oficina del Calor», disparate reclamado por la líder de Más Madrid, Mónica García, o una «Policía del Cambio Climático» para sancionar a los insurrectos. Desde el Bruselas que tanto invoca Sánchez se observa con preocupación la tiranía impositiva del Gobierno de España, que disfraza las cifras alarmantes de la inflación. Según destacados empresarios, el «decretazo» es una cortina de humo para tapar una recesión que se avecina en un otoño muy caliente, aunque lo pretendan enfriar con unos grados menos en los calefactores.