Opinión

Fingen, pero ERC y Junts no quieren el divorcio

El resultado es una zozobra constante y una enorme ineficacia para la cosa pública.

El president de la Generalitat, Pere Aragonès, y la consellera de Presidencia de la Generalitat, Laura Vilagrà, durante la segunda sesión del Debate de Política General, en el Parlament, a 30 de septiembre de 2022, en Barcelona, Cataluña, (España).
El president de la Generalitat, Pere Aragonès, y la consellera de Presidencia de la Generalitat, Laura Vilagrà, durante la segunda sesión del Debate de Política General, en el Parlament, a 30 de septiembre de 2022, en Barcelona, Cataluña, (España).David ZorrakinoEuropa Press

En estos días aciagos, de incertidumbre económica, guerra en Europa, cambio climático y pandemias desconcertantes, es más doloroso ser catalán que castellano, murciano, gallego o de cualquier otra región de España. Hay que ver la turra nacionalista que tienen que soportar los ciudadanos catalanes sumada a las preocupaciones generales. El pequeño gobierno local navega como puede las procelosas aguas del siglo XXI, mientras ERC y Junts escenifican desde hace meses sus diferencias, en definitiva para convencer a sus respectivos votantes de que cada uno de ellos es el que más y mejor representa los furores independentistas. Porque romper, romper, lo que se dice poner fin a sus acuerdos de coalición, no les interesa a ninguno, que pisan moqueta muy a gusto. El resultado es una zozobra constante y una enorme ineficacia para la cosa pública.

La prueba más evidente de lo que les digo ha sido la finta contorsionista de Junts esta semana. ¿Qué mejor razón para romper el Ejecutivo que el despido destemplado del vicepresidente Jordi Puigneró (Junts) por parte del presidente Pere Aragonés (ERC)? Puigneró, que sabía que su partido iba a exigir al president someterse a una cuestión de confianza, ocultó la información al jefe de gabinete y éste lo ha cesado fulminantemente por deslealtad. A pesar de ello, los de Junts han abajado la testuz y no han roto la baraja. En el debate político del Parlament de Cataluña de esta semana el presidente de la cámara, Albert Batet, se ha limitado a repetir las tres exigencias que ponen a ERC para no irse, a saber, coordinar las políticas de ambos partidos en Madrid, imponer en la mesa de diálogo con el Gobierno la autodeterminación y la amnistía de presos y elaborar una estrategia conjunta del movimiento secesionista. Son condiciones que Aragonés nunca acatará, porque tiene su propio ritmo de pastorear al PSOE. ¿Qué la ha quedado a Batet y a su partido? Ganar tiempo y trasladar a otros la decisión que no quiere tomar de romper con los republicanos. Hasta mañana domingo han dado plazo a Aragonés para pronunciarse sobre los famosos tres puntos y, los próximos 6 y 7 (jueves y viernes) serán las bases de JXCat las que voten y decidan si romper o no la coalición. Una chiquillería para eludir responsabilidad directa.

Ignoro qué harán las bases, pero no es plato de gusto cederles el gobierno de la Generalitat a los del PSC de Salvador Illa o a los Comunes, que serían los que entrarían en liza para pactar con ERC. Tampoco convocar unas elecciones inciertas. Hay más indicios de que los de Junts no pretenden, en realidad, romper el ejecutivo catalán. Cuando Elsa Artadi anunció que dejaba la política por cuestiones de salud mental, el partido se volvió a Xavier Trías, que se había jubilado, para que aceptase presentarse en mayo del 23 como candidato de Junts a la alcaldía de Barcelona. Trías se ha dejado querer pero, entre otras cosas, ha condicionado su candidatura a que el govern no se rompa. Junts ha encargado una encuesta sobre sus posibilidades electorales y él pide ruido cero. Sería un desafío real para Ada Colau y una figura independentista y sin embargo de consenso, que ilusiona a muchos.