Rebeca Argudo

La responsabilidad de Feijóo

La mayor muestra de su compromiso con nuestra democracia y con la defensa de nuestras instituciones ha sido levantarse y romper la baraja

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ayer en Madrid
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ayer en MadridDavid JarLa Razón

El problema de Feijóo, en realidad, no es haber roto las negociaciones con el PSOE y continuar bloqueando el Consejo General del Poder Judicial. Y no lo es porque eso no es lo que ha ocurrido. Es un titular molón, con punch, no lo negaré. Muy de buenos y malos, como le gusta a nuestra izquierda woke. Pero no es ajustado a la realidad. El problema es otro, es de inconmensurabilidad: Sánchez y él no comparten código. Y es muy difícil entenderse con alguien que habla swahili si tú le estás hablando en castellano con acento de Valladolid. Como estar bailando en tu volcán, y a dos metros de ti, bailando yo en El Polo. Mientras Feijóo interpreta el vocablo “negociar” al estilo RAE, como el tratamiento que se da a un asunto para resolverlo mediante el acuerdo y el acercamiento de posturas, para Sánchez significa que los demás cedan a sus pretensiones sin ofrecer nada a cambio.

En la neolengua “made in Sánchez”, negociar es sinónimo de claudicar. El otro siempre, claro. Para él, el verbo claudicar no se conjuga nunca en primera persona. Lo que sí tiene Sánchez es la jeta de hormigón armado, y una cáfila servil de vendeburras con cierto talento para hacer ruido y que parezca que la opinión mayoritaria es la más ensordecedora siempre. Culpar a una de las partes de ser responsable única del bloqueo de la situación es, como poco, deshonesto informativamente hablando. Porque, por definición, en una negociación son dos los elementos implicados en ese intercambio de argumentos que facilitará la conformidad en los términos. Si uno de los dos se enroca en no ceder nada y que sea el otro quien lo haga únicamente, no es un acuerdo: es una imposición. Y si aquel al que se quiere obligar a transigir sin ofrecer a cambio el más mínimo acercamiento decide no seguir adelante con el trato, por injusto, no es quien está rompiendo las negociaciones. Las está rompiendo el que no ha dado ni un paso hacia la conciliación, quien llega a la mesa sin intención de dar su brazo a torcer en lo más mínimo. Ya sea por irresponsabilidad, interés o servidumbres. Eso nos da igual.

Y era responsabilidad de Feijóo no ceder al chantaje, aun sabiendo que el titular al día siguiente en los medios que escoran a babor iban a ser los que ya se preveían: los que alertan del peligro que la democracia tiene para las democracias. Y es que, volvamos a la semiótica, la democracia no significa lo mismo para unos que para otros. Creen algunos que la discrepancia no es sana, que es el pensamiento único (el suyo) la aspiración máxima. Consideran que la democracia consiste en que el pueblo elige, sí, pero lo que ellos digan. Y si elige otra cosa, se equivoca. Así las cosas, las etiquetas son lo de menos.

También las encuestas que dicen que la decisión de Feijóo lastra las previsiones electorales. Incluso el ruido y los aspavientos apocalípticos. Lo importante aquí era, aun con el coste del desgaste, aguantar el envite y defender la separación de poderes, la independencia de la judicatura. Todavía con más razón si en esas nos jugábamos la reforma del delito de sedición, pactado con aquellos, precisamente, que lo cometieron, para que a Sánchez le salgan los números. La mayor muestra de buena voluntad de Feijóo fue sentarse a negociar con el que ya sabía le mentiría porque miente sin rubor hasta a sus socios. La mayor muestra de su compromiso con nuestra democracia y con la defensa de nuestras instituciones ha sido levantarse y romper la baraja.