Toni Bolaño
Vuelta la burra al trigo
Parece que alguien está empeñado en que la desunión y el conflicto permanente se instalen en el Gobierno de coalición.
Hace unas semanas abogaba en estas páginas por aparcar la ley trans. Primero, por su complejidad, lo que implica un mayor debate sin las prisas, que no suelen ser buenas consejeras, como se ha visto con la Ley del «sólo sí es sí». Es mejor tenerla atada, y bien atada, para evitar conflictos jurídicos y para proteger el texto ante la, más que previsible presentación de un recurso de inconstitucionalidad por parte del PP y Vox, tal como ya han anticipado que harán.
El segundo motivo para aparcarla se sitúa en la salud de la coalición porque la falta de acuerdo acentuará la tensión entre PSOE y Unidas Podemos. Parece que alguien, cada cual que saque sus conclusiones, está empeñado en que la desunión y el conflicto permanente se instalen en el Gobierno de coalición. Esto provoca desmovilización del electorado, como dijo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y en conclusión aumenta la debilidad de la coalición, la única fórmula para que la izquierda siga en el poder después de las elecciones. Sin coalición no hay gobierno progresista, conviene recordarlo. El PP, a veces dubitativo y en fuera de juego sigue gozando de una mayoría cómoda porque sigue ganando en las provincias más pequeñas, lo que le otorga un plus de 20 diputados de saque. O sea, lo mismo que le pasó al PSOE en 2019.
Por esta razón, los socialistas están empecinados en acelerar el proceso de todas las leyes conflictivas que faltan para aprobar para disminuir esta presión. Vivienda, ley trans y maltrato animal están en esta ecuación. Que haya diversidad de opiniones no es malo en sí mismo, lo negativo de verdad es transmitir que el Ejecutivo es lo más parecido al Corral de la Pacheca.
«El PSOE nos acaba de comunicar que no quiere un acuerdo por la ley trans y que irá con sus enmiendas vivas. La propuesta del Gobierno siempre ha sido la que está en tramitación, pero los socialistas han decidido presentar enmiendas que no buscan el acuerdo. No obstante, tenemos aún unas horas por delante para reconducir la situación», dijo la ministra Montero en la «La Hora de la 1». O sea, salió ex profeso a marcar posición, a marcar bronca. Me pregunto, inocentemente, si hay tiempo para reconducir la situación, por qué se marcan líneas rojas y se plantea la cuestión en público como un ultimátum. ¿No sería mejor llevar la negociación hasta el final y presentar el texto definitivo para convocar la ponencia de la ley?
Lo cierto es que el PSOE no ha dicho que no quiere un acuerdo. Sería más adecuado decir que ha pedido a Unidas Podemos que se limite la autodeterminación de género de los menores para dar mayor estabilidad jurídica en jóvenes de 14 a 16 años, un debate que, sea dicho de paso, ha abierto una herida lacerante en las propias filas socialistas. La ministra por su parte dice mostrarse «muy preocupada» por «el recorte de derechos», en una actitud de bombero pirómano que obliga a los socialistas a enrocarse en su posición.
No parece que el fiasco de la Ley del «solo sí es sí» haya hecho mella en el Ministerio de Igualdad. La ley estará bien hecha, según dicen desde el ministerio, pero deja amplio margen de interpretación. Un margen en negativo. Convendría aprenderse el cuento, aprender de los errores sería más exacto como definición, y fijar en esta nueva ley un marco que evite otro desaguisado. Sacar músculo está bien pero convendría lavar los trapos sucios en casa. Y si el acuerdo es posible, todavía más.
Es la receta de la abuela y sigue vigente porque airear el mal rollo pone el viento de cara a la izquierda. A no ser, que ese sea el objetivo que algunos persiguen y tras el fracaso presentarse como los adalides de las esencias. Hasta ahora no ha funcionado, pero el virus sigue inoculando las actitudes de Podemos que sigue con su «vuelta la burra al trigo». El fracaso lleva a la oposición y en la oposición hace frío, porque es la oposición lo que desgasta, no desgasta el gobierno.
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