En la cuerda floja

Sánchez blinda a Marlaska pese a su soledad en el Gobierno

Moncloa: «No podemos entregarle esta pieza de caza mayor a Pablo Iglesias». La presión de Podemos alarga la vida del ministro

El ministro del Interior no tiene ya solo un problema con la ministra de Defensa, Margarita Robles. Fernando Grande-Marlaska se está quedando solo dentro del Consejo de Ministros, pero en Moncloa confirman que cuenta con el apoyo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que «no le dejará caer».

Esta decisión no la comparte el ala ministerial de Podemos, aunque tampoco la respaldan mayoritariamente en la cuota socialista del Ejecutivo. La razón es la «mentira» que ven en su explicación de lo que pasó el 24 de junio, cuando entre 1.500 y 2.000 personas intentaron llegar a España por el puesto fronterizo situado entre Nador, en Marruecos, y la ciudad de Melilla. Ahora bien, no le creen, pero tienen la orden de cerrar filas, y en el disciplinado régimen del «sanchismo» nadie se moverá ni un milímetro de la consigna recibida. En esto Sánchez está siendo más eficaz de lo que fue Mariano Rajoy a la hora de acallar las guerras internas dentro de su Gabinete. En lo que toca al PSOE, porque la cuota Podemos está bajo el mando de Pablo Iglesias, y la vicepresidenta, Yolanda Díaz, vuela por libre.

A Marlaska le beneficia que Podemos le haya situado en el centro de su diana y, de hecho, esto, si se escucha lo que dicen en Moncloa, es su principal seguro de vida. Sin Gobierno de coalición, puede que el ministro hubiera caído ya, pero con Iglesias encabezando la pancarta en su contra, lo que consiguen los morados es blindar la protección del presidente del Gobierno.

«No podemos entregarle esta pieza de caza mayor a Pablo Iglesias», explican fuentes próximas al jefe del Ejecutivo.

Sánchez siempre ha protegido a su ministro del Interior, y ahora tampoco le dejará caer, a pesar de que los hechos ya probados son contundentes y dan incluso pie a que los socios acusen al PSOE de actuar igual que la «extrema derecha» en materia de inmigración.

El titular de Interior ha buscado, además, como escudo las siglas de la Guardia Civil, cuando aquí el problema no está en lo que hicieron o dejaron de hacer los agentes sobre el terreno, sino en las «mentiras» del ministro para ocultar lo que ocurrió en territorio español por la falta de medios y la desprotección de la Guardia Civil allí destacada.

En la comparecencia de ayer de Marlaska, en el Congreso, los socios hicieron piña para exigir su dimisión, y Pablo Iglesias ha endurecido sus ataques, utilizando sus canales mediáticos, después de que las nuevas imágenes publicadas hayan revelado que al menos uno, como mínimo, de los 23 inmigrantes fallecidos en el salto a la valla de Melilla, murió en territorio español. El PP pedirá su reprobación, para que los partidos de la mayoría de investidura, que tanto levantan la voz en estos días, se retraten en la votación parlamentaria.

Pero sobre la dureza del discurso de los socios se impone el pulso entre Sánchez e Iglesias. El segundo no lo disimula en público; el jefe del Ejecutivo, sí. Aunque en el núcleo duro de Moncloa son plenamente conscientes de que el ex vicepresidente y ex secretario general de Podemos es el peor enemigo que hoy tienen, y que puede hacerles mucho daño en las elecciones si mantiene su decisión de desestabilizar la coalición y dividir a la izquierda, en lugar de someterse a Yolanda Díaz y a los intereses de su nueva plataforma.

La estrategia de crispación, a la que Podemos ha subido decibelios para tapar la ley del «sí es sí» y las críticas a la ministra Irene Montero por las excarcelaciones de violadores, beneficia indirectamente al PSOE porque esa tensión de los extremos, en la que se retroalimentan Podemos y Vox, daña al PP. Por tanto, Moncloa busca un enrarecimiento del clima político, y recuperar el esquema de bloques, derecha e izquierda, como mecanismo de defensa para poner sordina a todas las polémicas que se le acumulan en este cierre de ejercicio. Pero esta estrategia tiene un coste para la unidad de la izquierda que Moncloa también sabe que no puede permitirse. En el entorno de Sánchez echan «pestes» sobre el que fuera vicepresidente. «Quiere que la izquierda no gobierne sólo por su afán revanchista y destructivo»; «trabaja para acabar con la coalición»; «sabe que Podemos es un proyecto en ruinas, que él destruyó personalmente, y ahora lo único que busca es la destrucción de los demás para recoger las cenizas»... Así ha acabado aquella foto del 30 diciembre de 2019, de Sánchez e Iglesias, sonrientes, y en la que se apretaban la mano tras firmar el acuerdo de coalición.

En el entorno de Yolanda Díaz piensan lo mismo del ex secretario general de Podemos. La desconfianza es absoluta y de su valía política se tiene la peor de las opiniones. Entienden que Pablo Iglesias les está echando un pulso para que acepten sus exigencias, y se sometan a su autoridad en el diseño de la nueva fórmula de izquierdas, bajo la amenaza de que se lo lleva todo por delante.

Este escenario de guerra descarnada, con Iglesias al frente del batallón de ataque contra Sánchez, es lo que hace que en Moncloa aseguren que Marlaska no puede ser la «medalla» que Iglesias se cuelgue en la chaqueta.