Antonio Martín Beaumont
Feijóo y el plebiscito
Nada en Pedro Sánchez está sustentado en la razón de Estado
En la dirección del PP esperan cualquier cosa de Pedro Sánchez. Ha demostrado que no tiene dudas para arramblar con los contrapesos a su poder. Lógicamente, la inquietud en la sede popular está disparada, viendo la deriva autoritaria del presidente. «Sánchez no tiene límites», repiten desde el sanedrín de Alberto Núñez Feijóo. Así que el ciclo electoral que se abre dibuja un laberinto que el líder de la oposición debe ir desbrozando. Nada en el secretario general del PSOE está sustentado en la razón de Estado. Nada es prudente en el mandamás socialista, por su trivial concepción del servicio público.
Aunque debieran estar curados de espanto, Núñez Feijóo y los suyos se preparan para lo que aún les ofrezca Sánchez en un 2023 llovido de urnas. Su falta de escrúpulos es proverbial. La pérdida de crédito institucional y de vergüenza política que acumula es difícil de calibrar. Y ello al precio de degradar la democracia española en una suerte de autocracia. Las hipotecas del sanchismo para España tienen difícil asimilación en la mente de un político tan respetuoso como Feijóo. Esto lo admiten personas de su entorno. «Él, desde luego, está hecho de otra pasta», insisten.
Las reglas básicas del juego, a sus ojos, están llamadas a sobrevivir al cambio de gobiernos. No son instrumentos sometidos a la voluntad del mandatario de turno. Son elementos esenciales para la estabilidad del propio país. Para Feijóo está comprobado que los estados que antes quiebran son aquellos cuyas bases fundamentales son violentadas en función de los intereses particulares de un líder o de una coyuntura especifica. Pero Sánchez no concibe convivir con poderes que no estén a su servicio. Bien se ha plasmado en la letra de las enmiendas a la reforma exprés del Código Penal presentadas por PSOE y Unidas Podemos para asaltar el Tribunal Constitucional.
El siguiente paso será ceder al delirio de ERC del referéndum en Cataluña. Ello, tras haberle entregado los indultos, el borrado de la sedición y el abaratamiento de la malversación. Ese convencimiento –que el paso siguiente será el referéndum que trocearía la soberanía de todos los españoles– está bien extendido en las alturas del Partido Popular. Un motivo añadido para la ruptura de puentes de Feijóo con Sánchez. Tras frustrarse el pacto por la renovación del Consejo General del Poder Judicial, el contacto entre ambos es inexistente. Y, a todas luces, así seguirá siendo. Además, La Moncloa continúa en su carrera de «hacer oposición a la oposición» para demoler al líder popular.
Ahora la estrategia está centrada en llenar de dudas al PP. El «efecto Feijóo» retrocede, la izquierda suma para evitar que la derecha gobierne… son consignas interesadas expandidas por fuentes monclovitas. Lo mismo que ya gastó el PSOE en Madrid y Andalucía contra Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno, hasta que los votos demostraron lo alejadas que estaban de la realidad. Bien saben en el complejo presidencial que las municipales y autonómicas del 28-M pueden ser «el principio del fin» del secretario general de los socialistas.
El problema, en este momento, no lo tiene Feijóo, sino Sánchez. Se visualizará con nitidez cuando regiones como Aragón, Baleares, La Rioja o la Comunidad Valenciana estén teñidas de azul en seis meses. Además de Madrid y Murcia, por supuesto. La función primordial de Núñez Feijóo es salir de su hermetismo personal, dejarse conocer por la gente y patearse estos territorios con un programa de regeneración y reformas sensatas bajo el brazo. Cosa que no le costará nada, porque si algo se le reconoce al gallego y al equipo que le ha acompañado hasta Génova es su trabajo estajanovista. Su petición de elecciones ya es el inteligente camino directo para convertir la cita de mayo en un plebiscito sobre un presidente atornillado al sillón por Frankenstein: «Sánchez sí o Sánchez no». Esa es la auténtica moción de censura. España necesita abrir un tiempo nuevo.
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