Historia

El único premio Nobel en España que ha sido diputado en el Congreso

También fue Ministro de Fomento y de Hacienda y senador

Hemiciclo vacío en el Congreso de los Diputados.
Hemiciclo vacío en el Congreso de los Diputados.Cristina BejaranoLa Razón

España tiene siete premios Nobel. La última vez que un español se alzó con esa distinción tan preciada fue Camilo José Cela en 1989. Casi un siglo antes, en 1904, lo había logrado José Echegaray (junto al poeta francés Frédéric Mistral), que se ha convertido en el único premio Nobel que ha sido diputado en España. También fue senador, como también lo fueron los Nobel Santiago Ramón y Cajal y Camilo José Cela. Pero acta de diputado tan solo ha tenido Echegaray, que participó en cinco procesos electorales (como candidato por distintas circunscripciones cada vez).

Echegaray (1832-1916), polifacético ingeniero, matemático, político y dramaturgo, destacó tanto en el Congreso de los Diputados como también en su paso por los Ministerios de Fomento y de Hacienda. En toda su actividad política, dejó un buen reflejo de sus posicionamientos liberales y su trayectoria acabó dejando tanto admiradores como detractores (sobre todo escritores contemporáneos, de la generación del 98). Entre los admiradores, científicos de la talla del Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal. “Un sabio bonísimo y genial de peregrinas y multilaterales aptitudes (...). Era incuestionablemente el cerebro más fino y exquisitamente organizado de la España del siglo XIX. Él lo fue todo, porque podía serlo todo: ministro, orador, hacendista, maestro, escritor, dramaturgo, investigador”, con estas palabras definió Ramón y Cajal a Echegaray en 1922. Y no es para menos, porque su obra abarca desde exitosos textos literarios hasta textos científicos de referencia pasando por sus medidas políticas cuando tuvo responsabilidades ejecutivas al frente de Fomento o Hacienda.

Echegaray fue escogido como diputado tras las elecciones generales de 1869, 1871, 1872, 1876 y 1879. Como gran defensor del liberalismo, se estrenó en el Congreso con un discurso el 5 de mayo de 1869 (las elecciones habían sido en enero) en defensa de la libertad religiosa, que acabaría luego quedando recogida en la Constitución promulgada el 6 de junio: “Señores Diputados, esta es la vez primera que tengo el honor de dirigiros la palabra, y debo ante todo pedir a la Asamblea paciencia para oírme, benignidad para juzgarme”, inició su intervención. El 27 de junio volvió a tener una intervención destacada en defensa de la Ley de Presupuestos (primera ley librecambista de España) y ya en julio fue nombrado Ministro de Fomento.

En el Ministerio de Fomento, área que conocía muy bien por su formación (estudió Ingeniería de Caminos en la Escuela de Caminos, Canales y Puertos, donde fue primero de su promoción), dejó su impronta liberal en la Ley de Bases de Obras Públicas de noviembre de 1968 (ejercía de “número dos” en el Ministerio), que acabó con el monopolio del Estado en las obras públicas y dio entrada a la iniciativa privada en este sector. Luego, meses más tarde, sería ascendido y nombrado Ministro.

Como Ministro de Hacienda, departamento que también conocía muy bien por su pasión por la economía que le llevó a fundar la publicación El Economista (y ámbito del conocimiento en el que también dejó reflejo de su liberalismo con la defensa del librecambismo, en una época en que la libertad de comercio era un debate muy candente), adoptó una medida que ha perdurado hasta nuestros tiempos: la otorgación al Banco de España del monopolio de la emisión de billetes en 1874 con un Decreto-ley de 19 de marzo. Esa medida, en recientes palabras del actual gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, “supuso el inicio del Banco de España como banco central propiamente dicho, en su sentido moderno”. Asimismo, años más tarde, también diseñaría los presupuestos de 1906, unas cuentas con superávit en una época en España marcada por los desequilibrios en las arcas públicas.

Ya como dramaturgo, alcanzó el éxito consiguiendo el Premio Nobel de literatura, una distinción que recibió en 1904 prácticamente como reconocimiento a su carrera (tenía 72 años), compuesta por 64 obras teatrales y algunas tan destacadas como El libro talonario y La esposa del vengador (1874) o El gran Galeoto (1881). Sin embargo, es en este ámbito, el literario, donde encontró a sus principales detractores: el galardón que le brindó la Academia Sueca generó controversia entre algunos escritores contemporáneos, como Azorín, Pío Baroja o Valle-Inclán (el más beligerante), que lo criticaron.

Pese a su carácter polifacético, Echegaray brilló prácticamente en todos los ámbitos en los que tuvo actividad y dejó, también, su impronta en todos ellos.