Jorge Vilches

A golpe de plebiscito

Los presidentes autonómicos no quieren al mesías del ecofeminismo progresista en su campaña porque es un lastre

El alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, participa en un acto público de partido junto el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, participa en un acto público de partido junto el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro SánchezEP/FRANCISCO J. OLMOEP/FRANCISCO J. OLMO

No interesa la campaña electoral de Podemos ni la de Cs. Ni siquiera la de Vox. Y el PP no va a dar ninguna sorpresa. Es oposición nacional y cumplirá el manual: trabajar para conservar lo que tiene, y ganar lo que aún no. La única pregunta incómoda será si pactará con Vox en algunos sitios. Pero la respuesta está dada hace mucho: decide cada líder local. Aquí lo que importa es la campaña del PSOE. La decisión de Moncloa-Ferraz es que se aborde como un plebiscito. No puede ser de otra manera cuando todo gira en torno a Sánchez. Si todos están al servicio del líder máximo, es lógico que se sacrifiquen por él.

El problema del plebiscito es que fallan sus pilares para ser efectivo. Más claro: el espíritu totalitario del socialismo tiene como consecuencia que siempre han querido mostrar que el partido, el Gobierno y el Estado son la misma cosa. Uno y trino, se diría en términos religiosos. El asunto se complica si, siguiendo esa mentalidad totalitaria, el líder máximo, el amado caudillo, Sánchez, es la cabeza de esa trinidad. Resulta que el gran jefe es un lastre, un tipo antipático y atrabiliario que resta votos, con lo que se rompe el esquema socialista tradicional. El presidente no vale para la campaña, y los presidentes autonómicos socialistas consideran que da mal fario electoral. Lógico. Fuera de la devoción irracional y la feligresía más inconsciente es imposible defender el pacto con ERC, Bildu y muchas medidas gubernamentales, como la Ley del «solo sí es sí».

A esto se suma la mala imagen del Gobierno. La gente, que desconoce a la práctica totalidad de los ministros, tiene la idea de que es un gallinero donde los responsables van a muerte entre sí, con medidas fallidas y erráticas. Las críticas de las ministras del PSOE a Irene Montero, junto al silencio de Yolanda Díaz, son una escena esperpéntica. ¿Cómo explicar que la Ley del «solo sí es sí» se apruebe en Consejo de Ministros y en las Cortes, y que luego la critiquen o lamenten sus resultados? Las sanchistas dan la sensación de chisgarabís, de votar lo que diga el amo.

A esto se suma un partido, el PSOE, convertido en la Iglesia de los Sanchistas de los Últimos Días. De hecho, los presidentes autonómicos no quieren al mesías del ecofeminismo progresista en su campaña porque es un lastre, un elefante en el que nadie quiere pensar. No saldrán con él en una foto, pero no dirán nada que parezca antisanchista. Y si estos tres pilares, presidente, partido y Gobierno, fallan, qué decir del manejo del Estado. La ansiedad por controlar el Tribunal Constitucional para que Sánchez se lo entregue a sus aliados independentistas ha quedado en la memoria popular.

Al fallar todo, el comité electoral del PSOE, dirigido por Cerdán, ha decidido acogerse a la máxima infantil del «susto o muerte». La idea sería así: «Sí, somos malos, pero los otros son peores». Vamos, que quieren presentar las elecciones locales como un plebiscito sobre el proyecto sanchista y la alternativa de Feijóo. Ese plebiscito tendrá varios ejes que llamen al perfil de su electorado: mujer de clase media y baja, con estudios no superiores. El primero será enfrentar modelos de resolución de las crisis económicas: el de Rajoy en 2011 con el de Sánchez en 2023. No dirán, claro, que ambas crisis surgieron con un Gobierno del PSOE, y que fue Zapatero quien inició los recortes.

El segundo eje será que Feijóo quiere disminuir los «derechos de las mujeres», mientras que Sánchez lidera un «gobierno feminista». Esto no tiene nada que ver con las elecciones autonómicas y municipales, pero lo oiremos con frecuencia. El tercer eje será el internacional. Mientras Sánchez es aclamado por las democracias, Feijóo es equiparable a Trump y Bolsonaro. En fin. Vivir a golpe de plebiscitos no es muy democrático, pero tampoco lo es este Gobierno.