Toni Bolaño
El odio como arma electoral
«No podemos ni debemos demonizar a colectivos o a grupos en general. No podemos identificar el terrorismo –si se confirmara tal extremo– con ninguna religión ni con ninguna fe. Dejemos a las autoridades judiciales, dejemos a las autoridades policiales que hagan su trabajo y que determinen cuáles son las raíces y las causas de esos hechos lamentables, condenables, injustificables, execrables». Estas palabras no son de ningún miembro del Gobierno, ni del ministro Marlaska, ni tampoco del presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, que han estado desde que se produjeron los hechos de Algeciras encabezando la manifestación de la prudencia.
Corresponden a Francisco César García Magán, secretario general de la Conferencia Episcopal y parecían contestar al siniestro tuit de Santiago Abascal –«Unos abren las puertas, otros los financian y el pueblo lo sufre»–. La extrema derecha no ha dudado en iniciar la campaña electoral lanzando paladas de odio por los hechos acaecidos en la tarde del miércoles en Algeciras. El juez lo considera un acto de «salafismo yihadista», pero hasta ahora ninguna prueba sobre la radicalización del asesino, con un perfil más cercano al desequilibrio mental.
Pero a Vox esto le da lo mismo. Ya lo hizo hace un año ante el atropello mortal en Torrepacheco. Lo hizo un magrebí, sí, pero un magrebí «inestable psicológicamente», no un yihadista, como nos contaron rasgándose las vestiduras. Ahora la historia se repite y el postureo, también. La ultraderecha xenófoba ha llenado de mensajes de odio las redes sociales porque es su especialidad. «Hay que darles con la misma», decía uno de ellos, reflejando el nivel de quién lo ha escrito.
En las generales de 2019, Vox ganó las elecciones con 500 votos de ventaja sobre la segunda fuerza el PSOE. El PP quedó tercero con 5.000 votos menos. En las autonómicas el PP ganó, Vox quedó en segunda posición y el PSOE, tercero. Con estos números y a cuatro meses de las municipales no es de extrañar que un lamentable suceso, aún pendiente de investigación, se utilice con interés partidista. El alcalde, el popular José Ignacio Landaluce, se ha paseado por televisiones y radios relacionando inmigración y delincuencia, y denunciando la falta de policías.
Desconozco las habilidades matemáticas del alcalde pero debería saber que las mentiras tienen patas cortas. En 2017, el Campo de Gibraltar tenía 1.956 policías y guardias civiles. En 2022, 2.579, que así a simple vista son más. La ciudad de Algeciras contaba en 2017 con un total de 1.201 policías, en 2022, 1.363. O ha mentido, o no está informado. Una cosa es grave, la otra también, pero el alcalde se ha paseado por teles y radios luciendo palmito. Al ser descubierto su gazapo ha cambiando su discurso. Los policías y guardias civiles del Campo de Gibraltar deberían cobrar más porque trabajan más. Si estuviéramos en una plaza de toros está afirmación daría la vuelta al ruedo con pañolada incluida. ¿Cuál es el criterio de más trabajo?, me pregunto inquieto.
Mientras Moreno Bonilla ha ejercido de presidente andaluz, de todos los andaluces, y ha obviado agitar la xenofobia, sin eludir algún capón al Gobierno como es de rigor, en Génova la señora Gamarra ha vuelto a eclipsar al sol pidiendo que se reúna la Comisión de Seguimiento del Pacto contra el terrorismo yihadista al grito de «Sánchez no llama a Feijóo». ¿Se ha planteado Feijóo llamar al presidente para que le dé explicaciones y así tomar la iniciativa? El único riesgo es que Sánchez le dijera: «No Alberto no, no es yihadismo. Es un tipo que no estaba en sus cabales». Parece que Gamarra se ha contenido y no ha pedido que se reúna el Pacto de Toledo para analizar a los jubilados que envían sobres con productos inflamables a cuenta de su baja pensión, tras la detención del muy prorruso jubilado de Miranda de Ebro.
No estaría de más a algunos releer el mensaje de la Conferencia Episcopal para no agitar los más bajos instintos de los que acusan de todo al diferente. Delincuentes y bárbaros los hay de todos los colores. Si este tipo llamado Yassin Kanjaa no fuera un pobre miserable, sino un rico hacendado no sería de origen magrebí, sería de origen árabe. Hasta en el lenguaje encontramos el racismo.
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