Gobierno de España
Adanismo y chulería
Un adanista es el que quiere borrar de un plumazo la Historia y que la Historia comience con él. Javier Marías escribió que el adanista ha hecho todo lo posible por ser un ignorante. Pedro Sánchez nos dijo ayer que la Historia comienza con nosotros, aquí y ahora. No pasó ni un segundo para que Joan Tardá recogiera el guante lanzado: vamos a protagonizar la Historia.
Se debatía Brexit y Cataluña. Acontecimientos muy distintos pero con muchas similitudes entre ellos: la cuestión de confianza que sufren ambos mandatarios dentro de sus partidos, Theresa May y Pedro Sánchez.
El presidente sólo arrancó aplausos en su bancada cuando sacaba a relucir la exhumación de Franco. Durante el resto del discurso, lleno de solemnidad vacía, como lo calificó Pablo Casado, el Grupo Socialista rumiaba en silencio y con humildad (esa de la que carece su líder) la pérdida del poder en Andalucía y la más que posible futura pérdida en el resto de España, a pesar de los vaticinios del optimista señor Tezanos, que rayan en lo ilusorio.
El adanista nos dio la solución al problema de Cataluña: tiempo, diálogo y lealtad. Pidió mucha lealtad a la oposición, pero sin diálogo. La única vez que el presidente del Gobierno habló con Pablo Casado fue el 2 de agosto. Pidió lealtad a sus ocurrencias, a sus tejemanejes, pero sin tener que dar explicaciones.
La prepotencia que ayer desplegó Sánchez fue de tal calibre, que más que un presidente del Gobierno, parecía un chulo de barrio. Con sus 85 diputados, que dan para lo que dan, apoyado por los que quieren romper España y desean una guerra civil, no puede llamar faltón a quien le dice la verdad: su Gobierno se ha convertido en el rehén de los que le pusieron en el banco azul.
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