País Vasco
Alfonso Alonso: su primer propósito, dejar de fumar
Al nuevo titular de Sanidad le gusta pasear y las comidas sencillas y disfruta escuchando música clásica, jugando al ajedrez y leyendo a Homero
Al nuevo titular de Sanidad le gusta pasear y las comidas sencillas y disfruta escuchando música clásica, jugando al ajedrez y leyendo a Homero.
Para quien no le conoce puede haber sorprendido su designación como ministro de Sanidad, para su entorno «era lo normal». Su infantería, y los que han trabajado con él le definen con la misma palabra: «brillante». Alfonso Alonso pertenece a una arraigada familia de Vitoria. Su abuelo materno fue presidente de la Diputación de Álava en 1957. Su padre era pintor, un conocido retratista de la sociedad vitoriana, pero su infancia estuvo marcada por ciertas dificultades económicas cuando su padre abandonó el hogar familiar y se marchó a vivir a Tenerife. Sus hermanos eran muy pequeños aún y Alfonso, el segundo de seis hermanos, tuvo que madurar rápido, ayudar a su madre y responsabilizarse de sus hermanos.
Iñaki Oyarzábal y Alfonso Alonso eran vecinos y amigos. De adolescentes la política ya formaba parte de sus tertulias. «Luchábamos por construir un partido que no diera pereza», recuerda Oyarzábal quien comenzó en política antes que el ministro de Sanidad en el CDS. Luego pasó al PDP (partido demócratacristiano) y convenció a Alonso, que tenía 17 años para que le acompañe a una reunión, coincidiendo así con los que más responsabilidades han tenido en el PP vasco: Jaime Mayor Oreja y Carlos Iturgáiz. Juntos entrarían en la refundación del PP. Dicen de él que es el «hombre más leído que conocen». Muy estudioso, devoraba las novelas, la literatura clásica, y «¡traía locos a los profesores de latín y griego!». Un estudiante de letras puras que se licenció en Derecho y Filología con un expediente repleto de sobresalientes y matrículas de honor. «No era empollón, tenía voluntad y constancia». Daba incluso clases particulares de latín a algún conocido y mientras los estudiantes se decantaban por revistas, él prefería leer a Homero. Tal vez del griego Demóstenes y del romano Cicerón aprendió, para el ejercicio de la política, la supremacía de la palabra y la razón frente a la fuerza y la sinrazón.
En esa época de adolescente ya se enfrentó al zarpazo del terrorismo. Con 12 años fue testigo de un atentado y vio cómo algunos vecinos abandonaban el País Vasco. El titular de la cartera de Sanidad siempre recuerda a sus compañeros del PP vasco: «Que no se nos olvide que nos metimos en política para defender la libertad». Y eso hizo durante ocho años al frente del consistorio de Vitoria. Sigue grabada la imagen de un joven alcalde, plantado en el balcón del Ayuntamiento en fiestas, mientras le lanzaban un arsenal de huevos que se estrellaron contra el balcón. Uno de ellos le alcanzó en la cabeza. Sereno, se quitó las gafas, se limpió y siguió en el balcón a pecho descubierto con una decena de ertzaintza, detrás de él que se protegían con escudos. «Siempre da la cara», cualidad de los políticos del PP vasco. Valiente, saltó a los medios por enfrentarse en un pleno a los concejales de HB. Y es que en sus años como alcalde, dejó huella.
Le gusta pasear. Tiene una casa en el monte y suele hacer excursiones con sus hijos y amigos por las rutas verdes de la montaña alavesa de la que se considera un enamorado. De hecho, de su etapa de alcalde consolidó la idea de Vitoria como «green capital». También de aquella época se le recuerda por su preocupación por los temas sociales, su discurso en defensa de la persona, de hacer de ella el centro de la vida. «Es un gran defensor de esos derechos» y siempre ha estado al lado de los más desfavorecidos. Comprometió a Vitoria con proyectos de cooperación y viajó hasta Guinea para impulsarlos. «Sabe escuchar, dialogar, trabajar en equipo, liderar», cuentan sus compañeros. Ha llevado esta última legislatura la batuta del Grupo Popular en el Congreso y todos coinciden en que ha hecho grandes equipos.
Y es que a Alfonso Alonso le encanta la música clásica y en su casa de Álava guarda una inmensa colección de discos con los que deleita a sus amigos. «Es un melómano empedernido». Otros destacan que hubo una etapa que le dio por jugar al ajedrez. «Le encantaba, le metía más horas que Kasparov». Cuando viaja a San Sebastián, tierra de su mujer, le gusta ir de pinchos y cañas con los amigos. La gente le para a cada paso, le saludan, le abrazan. Divertido, tímido, aunque lucha contra esa timidez con ironía; tiene un sentido del humor capaz de romper un ambiente helado aportando siempre algo. «Es un gran conversador, destaca siempre en una sobremesa, tiene mucha chispa». Eso sí, es «un orden en el caos», nada metódico y «de los políticos más preparados que hay». Todos afirman que es «un gran gestor». Su madre estaba muy orgullosa de él y acudía a la sede a ayudar, sobre todo en campañas. Aunque es vasco, no destaca como chef, pero le encanta la comida tradicional, la de cuchara, la de siempre. Entre sus platos favoritos está el arroz y los chipirones. Y es cafetero.
Nadie sabe si su propósito personal de año nuevo será el de dejar de fumar ahora que es ministro de Sanidad, aunque dicen que con su voluntad, hasta es posible. Los que le conocen dicen que es «difícil».
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