Opinión

Ausencias y propagandas

Algunos diputados y la presidenta del Congreso desatendían sus responsabilidades: unos no fueron y otra pronunció un discurso casi electoralista

Los Reyes Felipe VI y Letizia junto con la Infanta Leonor presiden la solemne sesión de apertura de las Cortes Generales de la XV legislatura en el Congreso de los Diputados. / © Alberto R. Roldán 29 11 2023
Los ministros del nuevo Gobierno a las puertas del Congreso de los Diputados, ayer, después de que el Rey declarara abierta la XV Legislatura / © Alberto R. Roldán 29 11 2023 © Alberto R. Roldán La Razón

Se iniciaba la apertura de la XV Legislatura con la constatación de lo que ya era una sospecha: que Francina Armengol no está a la altura de su cargo. La presidenta del Congreso de los Diputados, con el mismo peinado que Carolina de Mónaco en la boda de los Reyes, desatendía las responsabilidades del papel institucional que desempeña, incluida la neutralidad, para pronunciar un discurso rayano en lo propagandístico, cuando no directamente electoralista. La tercera autoridad en España, desde la tribuna y junto al Rey, recitaba un panegírico a mayor gloria de su partido, sectario y tendencioso, y, lo que es casi más ofensivo, pueril y deslavazado. Salpicado, en lo que viene siendo marca de la casa, de citas inanes, que parecen procedentes de una primera búsqueda en algún portal de internet para zotes y gandules. Solo PSOE y Sumar aplaudían el autoencomio, el intento indisimulado de que “democracia” sea sinónimo de “izquierda” (de PSOE, si me apuran), afeando así la falta de neutralidad institucional. Algunas almas sensibles, escribas con servidumbre, se dolían por ello. Pero solo con el PP y con Vox, que votos son votos. “Qué falta de respeto, qué oprobio”, se abanicaban el pechamen. No les ha parecido tan grave que no aplaudieran más tarde al Rey la portavoz de Sumar y el PNV. ¿Es un desprecio? Es posible. ¿Pero mayor o menor el de unos que el de otros? ¿ Mayor o menor que la no asistencia de BNG, EH Bildu y ERC a un acto de esta relevancia? ¿Mayor o menor que la ausencia de pudor de la propia presidenta al no mantener las formas y hacer un uso político del tiempo que correspondía a su cargo, que no a su persona y particular ideología? Aunque nunca fue el qué sino el quién, en ocasiones se agradecería el disimulo. Por un elemental sentido del decoro.

Afortunadamente, para alivio tras el bochorno, a continuación hablaba el Rey, símbolo y garante hoy (casi en exclusiva) del espíritu del 78 y de la unidad de España. Contrastaba enormemente la profesionalidad y responsabilidad, el respeto a las instituciones y al rito, de Felipe VI con la diletancia desacomplejada de una Armengol tan en su sitio presidiendo el Congreso como Paloma Cuevas deambulando por los baños de una estación de autobuses. Pero hablaba el monarca, digo, y aquí sí podemos decir, ajustándonos al diccionario, que se abría solemnemente, en ese momento y no antes, la legislatura. Lo anterior, simulacro. Con un discurso prudente y templado, pero ajustado y certero, destacaba (y recordaba) en él los valores de la Constitución como fundamentales e irrenunciables. Igualdad, justicia, libertad y pluralismo político. Aunque este último a algunos se les olvide. O lo prefieran olvidar. La cara de Armengol, a su lado, era todo un poema. Cualquiera diría, si no fuese porque algunos ya la conocemos y sabemos que es imposible, que se estaba dando cuenta ella misma del abismo que separa, en todos los aspectos, ese discurso de su redacción escolar con ínfulas (y severas carencias). Recordaba este, y hacía bien y bien habrían hecho algunos en tomar apuntes para no olvidarlo, la necesidad e importancia de nuestra Constitución como marco democrático, fundamental para la convivencia, y de una España “cohesionada y unida”. “Cada generación es depositaria de los logros de las generaciones anteriores”, apuntaba, “y tiene la obligación cívica de perfeccionar y acrecentar esos logros, tiene el deber moral de proteger y conservar lo alcanzado, y la responsabilidad de entregarlo a las generaciones que la sucedan”. Y yo creo que a más de uno le daban ganas de meterse debajo de su asiento. No a Pedro Sánchez ni a Yolanda Díaz, el primero con un traje cortado a medida (de otro) y la segunda vestida de cama de hotel deshecha, ambos convencidos, no de estar siempre en lo correcto, sino de ser ellos mismos lo correcto. Pero sí a los diputados del PSOE que todavía tienen cierto espíritu democrático y recuerdan los ideales del partido cuando sus siglas eran PSOE y no SÁNCHEZ.

Concluía su intervención el Rey deseando “acierto” en el desempeño de sus funciones a diputados y senadores, y declaraba abierta la XV legislatura. La ovación, en pie, se alargaba hasta lo difícilmente soportable por un ya presidente de España para quien estas ceremonias, la democracia incluso, son incómodos trámites que bien podría ahorrarse. Armengol, solícita, intentaba aliviarle el mal trago levantando la sesión en medio del aplauso, que aún se alargaba pese a sus amagos de abandonar la cámara antes incluso que los Reyes. Si es cierta aquella teoría que dice que uno puede encontrar en los primeros minutos de una película la sinopsis de toda ella, podría ser premonitoria esta sesión de lo que será esta legislatura. Lo que dure. Que será lo que quieran los que nos la tienen cogida por los… votos.