Caso Bárcenas
Bárcenas: «Spinning» y póquer en Soto del Real
Preocupado por su imagen, Bárcenas pidió una dieta baja en calorías, hacía deporte y jugaba a las cartas con presos de origen chino.
Nueve comparecencias necesitó el juez Pablo Ruz para decretar el ingreso en prisión de Luis Bárcenas aquel ya lejano 27 de junio de 2013. A la novena también ha sido la vencida para hacer el camino inverso, de Soto del Real a casa. Después de ocho peticiones denegadas por «riesgo de fuga», la decisión del magistrado de la Audiencia Nacional de conceder el miércoles su libertad provisional a cambio de 200.000 euros de fianza pilló a Bárcenas por sorpresa –también a su todavía abogado, Javier Gómez de Liaño– y le acarreó el consiguiente nerviosismo e inquietud. Llevaba 572 días interno en el centro penitenciario madrileño. Y aún restarían otras 48 horas para que abandonara Soto del Real con varias decenas de periodistas aguardando su salida.
En un año, seis meses y 24 días, Luis Bárcenas ha sido uno más dentro de los muros de «Las Praderas», como se conocía la finca donde está construida la cárcel. Para los funcionarios, un interno como cualquier otro. Pero, para el resto de los reclusos del módulo 4, el preso estrella, algo de lo que hizo gala, dentro de las posibilidades, durante toda su estancia. Intramuros no abandonó su obsesión con la imagen, especialmente en lo referido a la alimentación. Recientemente había pedido una dieta baja en calorías y con poca sal con el objetivo de mantener la figura, según fuentes del entorno de funcionarios. Y rememoraba viejos tiempos en un conocido gimnasio del barrio de Salamanca practicando cuatro veces por semana sesiones de «spinning». El problema, como de cualquier español que se precie, es que a Bárcenas le gusta comer. Es de sobra conocida su afición por los grandes restaurantes y las bebidas de marca. Pero, en un régimen que iguala a ricos y pobres, tenía que contentarse con acudir al economato y adquirir patatas fritas o aceitunas que luego se comía en la celda.
No tardó en adaptarse a la vida carcelaria. Las tres comidas diarias (el desayuno a las 8:30; la comida a las 13:30 y la cena a las 19:30 horas), los breves paseos por el patio y las llamadas telefónicas a las que tenía derecho con un máximo de duración de cinco minutos formaban parte de la rutina diaria. A la que había que sumar la visita semanal de familiares y amigos, casi monopolizada por su esposa Rosalía Iglesias. Pero ni él ni su esposa llegaron a aceptar las pautas de conducta establecidas ni asumieron que Bárcenas era un interno más, según las citadas fuentes. Prueba de ello fueron dos incidentes, separados en el tiempo por casi un año. El primero fue en el fin de año 2013, cuando unos problemas de alergia obligaron a los médicos a trasladarle al Hospital Gregorio Marañón, ante la imposibilidad de tratarlos dentro de la prisión. Pero el traslado se complicó más de lo habitual. Bárcenas no quería ir con las manos esposadas, tal y como establece el protocolo, motivo por el que se encaró con un agente de la Guardia Civil. «Esto es inhumano», replicó. Tras unas horas en observación, el ex tesorero volvió a su celda a tiempo para comerse las uvas con el resto de internos. Pero el incidente le costó 140 días sin poder dar paseos por el patio.
El segundo altercado lo protagonizó Rosalía Iglesias el pasado noviembre. Acudió a Soto del Real para mantener un vis a vis con su marido. El problema fue que llegó unos minutos tarde. Unos veinte, según Prisiones; sólo cuatro, según Iglesias. El caso es que los funcionarios le instaron a esperar por motivos de seguridad, algo que no gustó a la esposa del ex tesorero. «¿Esto qué es? ¿Un castigo por ser la mujer de Luis Bárcenas?», espetó a los funcionarios. Finalmente, el encuentro entre ambos se produjo sin más incidentes, aunque a la salida Rosalía interpuso una queja por el trato de los funcionarios de prisiones. La Secretaría General de Instituciones Penitenciarias zanjó el altercado con otra sanción para la esposa: un mes sin poder visitar a su marido.
Con más normalidad ha llevado Bárcenas su relación con el resto de internos. El gesto de hacer el número cuatro a su salida de prisión en recuerdo a los presos del módulo cuatro así lo refleja. Aunque «amigos, amigos no ha tenido durante su estancia», según las fuentes informantes. Se relacionaba sin problemas con los reclusos, aunque desde que se filtraron imágenes de él dentro de la cárcel guardó más las distancias. Compartió celda de diez metros cuadrados con otro preso preventivo «con el que se llevaba bien» y al que regaló el jueves la televisión que había comprado al inicio de su estancia en prisión. Pasó la mayor parte del tiempo en la biblioteca del módulo, sobre todo leyendo información de su causa, haciendo anotaciones y preparando estrategias. El resto del tiempo libre lo dedicaba a jugar al poker con unos reclusos de origen chino a los que regalaba café del economato. Y adquirió durante toda su estancia unos pequeños y finos puros del economato con los 100 euros semanales de pecunio de los que disponía, que no siempre gastó en su totalidad.
Su salida se hizo esperar el jueves, toda vez que los familiares consiguieron reunir los 200.000 euros de fianza a última hora del miércoles. Aunque tranquilo, Bárcenas pasó sus últimas horas en prisión con cierta inquietud y nerviosismo fruto de esa espera que atribuyó al «mucho trabajo que tenía el director de la prisión». La realidad fue otra. El mandato de Ruz llegó a los juzgados de Colmenar Viejo cerca de las 14:30 horas después de que el magistrado comprobara la licitud de los fondos con los que se hizo frente a la fianza. En ese momento no estaban los agentes judiciales, que estaban de ronda por el resto de juzgados recogiendo resoluciones de otros presos de Soto del Real. Pasadas las 16:30 horas llegan al juzgado de Colmenar y recogían el exhorto de Ruz.
Con más de una veintena de resoluciones se dirigieron entonces al centro penitenciario para informar a cada interno del contenido de esos mandatos, no siempre de puesta en libertad. Es entonces cuando a Bárcenas se le informa de su puesta en libertad y comienza un proceso que requiere tiempo: comprobar la documentación, que no tiene causas pendientes, contrastar que el mandato corresponde al mismo caso, entre otros. A continuación, se indica al preso que recoja sus pertenencias y se comprueba que no se lleva ningún material no autorizado, para finalmente, huellar por última vez al recluso y devolverle el dinero del pecunio que no haya gastado. Por todos esos trámites tuvo que pasar Bárcenas antes de, a eso de las 21:45 horas, salir de Soto del Real acompañado de su hijo Guillermo. Impecablemente vestido, como había entrado hacía 574 días, abandonaba la que ha sido su «casa» durante 19 meses. ¿Para no volver? El tiempo lo dirá.
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