Cataluña

Batalla de líderes: Así llega cada uno a la campaña electoral

Pablo Casado no se juega su liderazgo, pero sí medirse con Albert Rivera, con quien pugna por el centro derecha. El líder de Cs se ve obligado a remontar en una semana para sortear su dimisión. Santiago Abascal aspira a ser tercero y consolidarse como partido. Pedro Sánchez se enfrenta a certificar su éxito o el fracaso de su estrategia de repetir elecciones. Pablo Iglesias consuma su última oportunidad, o llegar a un Gobierno o se abrirá el debate de la sucesión. Íñigo Errejón se enfrenta al reto de reengancharse tras competir con el partido que fundó

PP: Sella su victoria en rematar a Rivera

Casado se jugaba su futuro político en las elecciones de abril. Quizás no su liderazgo a corto plazo, pero sí su estabilidad y su autonomía como presidente del PP. Ni en Génova se creían que el resultado fuera a ser tan malo como le anticipaban los trackings de última hora, las urnas lo confirmaron y Casado se enfrentó al peor de los escenarios. A partir de esa bajada a los infiernos, en Génova creen que el 10-N sólo pueden ganar. Supone gastar la «segunda bala» en los tres intentos que se presupone que tiene garantizados para conseguir alcanzar el Gobierno, pero en el recorrido inmediato el resultado sólo puede servirle para impulsarle en la jefatura de la oposición. Tanto por lo que mejore el PP como por lo que caiga su principal rival, Ciudadanos.

Casado ha elegido escrupulosamente a su adversario, Albert Rivera. La estrategia ha ido dirigida a conseguir reabsorber voto de la formación naranja hasta dejarlo en las raspas. Casado no se bate contra el candidato socialista sino contra quien después de abril se sintió en condiciones de disputarle el liderazgo del centro-derecha. Ha rehuido el cuerpo a cuerpo con Rivera y también con el líder de Vox, intencionadamente. Ha dulcificado las formas para conquistar al votante más de centro. Los sondeos han confirmado que la movilidad del voto útil empieza a funcionar a favor del PP y esto es lo que explica esa treintena de escaños que anticipan que volverán a los populares. Las encuestas dicen que falta tiempo para que el vuelco sea tan significativo como para que el PP dé el salto al PSOE en escaños. En Génova dicen que esta vez solo pueden ganar. Cierto es que Casado no se juega nada, se lo jugará todo en las siguientes elecciones, informa Carmen Morodo.

Cs: La supervivencia o la bisagra

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se juega su propio liderazgo. La modificación del equilibrio de fuerzas ha hecho que la formación naranja ya no se juegue el tradicional «sorpasso» al PP sino su propia estabilidad para mantenerse en la tercera posición. Incluso si los malos augurios de las encuestas se cumplieran, de traspasarse esa línea roja no le quedaría otra salida que la dimisión. Sin embargo en el partido son más optimistas y sus propios «tracking» internos dicen que les mantiene en la tercera posición casi empatados con el cuarto –sin desvelar cuál es éste– La medida del futuro de Rivera está «en que consiga superar el 10 por ciento del voto o evite una caída superior a los 15 escaños».

Rivera llega «en forma» y tendrá junto con todo el partido el reto de movilizar a su propio electorado y convencer al abstencionista de que salga a votar. Si salva los muebles, o las encuestas se equivocan –ya ocurrió en los comicios del 28-A– también podría convertirse en el socio de gobierno de Pedro Sánchez, porque, «in extremis» ya intentó una investidura con tres condiciones que ahora elevaría a diez. El propio Rivera no ha descartado esta posibilidad, aunque su prioridad pasa más por un gobierno con Casado. En Cs tiran de optimismo y se apoyan incluso en el «sí se puede» que ya en su día como algo divino empleó Podemos. Y es que en Cs, las elecciones se viven con preocupación y cautela, vinculada al futuro del propio partido. La pérdida de algunos de sus pesos pesados a lo largo de estos seis meses y la bajada de afiliados harán que el partido tire de ingenio, innovación y se encomiende al debate del día 4, donde Rivera podría remontar, informa Carmen S. Macías.

VOX: Ser tercera fuerza y mantenerse

El líder de Vox, Santiago Abascal, tiene el reto de lograr convertir a su formación política en la tercera fuerza, un imperio que en las últimas convocatorias electorales osciló entre Podemos y Cs y algo que ya le dan algunas encuestas. Pero para los de Abascal la única encuesta posible está en las urnas y prefieren no hacer elucubraciones ni crear falsas expectativas en cuanto al número de escaños. Salen a ganar, y si no al menos ganar terreno a las izquierdas, para conseguir ser el dique de contención que evite que Pedro Sánchez vuelva a La Moncloa. Para ello, Vox intentará consolidar los votos que ya obtuvo en las pasadas elecciones del 28-A e incluso apuestan por aumentar su representación.

Abascal, con esta reválida, conseguiría afianzar su liderazgo en el partido y afianzar así a Vox como partido que ha venido para quedarse. Aún tiene por delante el reto de consolidar el partido a nivel territorial. El líder de Vox ha ido ganado enteros en cada aparición televisiva con el mismo mensaje sin complejos y políticamente incorrecto que ha defendido desde que irrumpió con 12 escaños en el Parlamento Andaluz; o con el que se presentó a los comicios del 28-A, cuando las urnas le otorgaron 24 escaños. Ya «no da miedo» votar a su partido, ni tampoco él, y es que consideran que el poder trasladar su mensaje sin intermediarios les ha beneficiado. Está por ver cómo aguanta el tirón de algunas pequeñas provincias y sus restos en el reparto de escaños. Pero en Vox están convencidos de que decir las cosas claras, suma. Puede convertirse en una bisagra inesperada, informa C. S. Macías.

PSOE:Gobernar sin perder escaños

Pedro Sánchez se juega en estos comicios certificar el éxito o el fracaso de su estrategia de repetir elecciones, que dentro de su partido llegaron a calificar de «ruleta rusa» por dar otra oportunidad a la derecha. Ni su futuro ni su liderazgo están en cuestión el 10-N, ya que todas las encuestas, incluso las menos favorables, les dan como ganadores en los comicios y alejan la expectativa de que un pacto entre PP, Ciudadanos y Vox pueda desalojarles del poder. Por lo tanto, el balance de Sánchez el 11 de noviembre no vendrá dado tanto por su número de escaños, que también, sino por el margen de maniobra que estos le otorguen para, «Ahora sí» –como reza su lema– gobernar en base a sus condiciones: no depender de los soberanistas ni integrar a Podemos en el Ejecutivo. En Moncloa esperan que, aunque el tablero vuelva a tornarse endiablado, el PP corresponda el gesto del PSOE en 2016 hacia Mariano Rajoy y asuma una actitud colaboracionista similar hacia la abstención. Gobernar sin bloqueo bien merece ceder un par de escaños.

En esta segunda vuelta, el PSOE sale a aguantar el resultado de la ida (28-A) y marcar diferencias por el centro. En Ferraz esperan captar parte del electorado que huye despavorido de Ciudadanos y hará valer la imagen más centrista del candidato. La campaña exprés se centrará en amarrar el voto de izquierda, pero sobre todo en seducir a ese votante indeciso que busca una opción refugio de estabilidad y desbloqueo. Para ello, Sánchez exhibirá su perfil presidencial y mantendrá el difícil equilibrio en Cataluña, como el único elemento distorsionador que puede dar al traste con sus aspiraciones, informa Ainhoa Martínez.

Podemos: Tocar gobierno o debate sucesorio

Son las cuartas elecciones generales a las que Pablo Iglesias se presenta. Todavía no ha logrado llevar a su partido al Gobierno. En las últimas elecciones generales estuvo muy cerca de entrar en el Consejo de Ministros, pero su apoyo no iba a ser gratis. Una negociación enfangada por los sillones y las pocas garantías de Pedro Sánchez a ofrecer ministerios con competencias reales para poder llevar a cabo las política sociales moradas son las causas últimas del escenario de bloqueo actual. Pero es un camino que después del 10-N no puede repetirse, no solo por las consecuencias directas para la política española sino porque la herramienta que nació en 2015 como alternativa al bipartidismo aún no ha ejecutado su objetivo, participar de un gobierno progresista que frene al eje conservador.

Dentro del cuartel general de los morados son conscientes de que unos resultados que no acrediten su llegada al Gobierno abrirían el melón del debate sucesorio sobre su secretario general. Volver a ser tercera fuerza política como en 2016 para marcar la agenda y enterrar las críticas sobre el hiperliderazgo de Pablo Iglesias, son los objetivos de fondo por los que peleará el partido estos días. Agotar los tiempos para evitar un adelanto de Vistalegre 3, poniendo el foco en la segunda edición que, pese a triunfar las tesis pablistas causó una división elevada dentro del partido. En Podemos se fían a esta semana, que puede servir para movilizar mucho voto morado debido a que el 30-40% del electorado define su papeleta en los días previos a las elecciones, fechas que a Iglesias siempre le suelen sentar bien electoralmente, informa Rocío Esteban.

Más País: Colarse en tiempo de descuento

«Sumar al bloque progresista» es la razón del nacimiento de Más País, pero de fondo está el objetivo de Íñigo Errejón de volver a reengancharse a la política nacional. Su última posibilidad está a tan solo ocho días para poder cumplirse. Después de haber sido mano derecha de Pablo Iglesias, pasó a tratar de liderar una alternativa dentro del partido. Quedó completamente apartado del núcleo de poder de la dirección nacional al ser derrotado en Vistalegre 2. De la mano de Manuela Carmena tejió Más Madrid para competir con Podemos por la Comunidad de Madrid. Ahí logró el primer objetivo. 20 escaños que en 2015 eran morados. El fin de la plataforma era impulsarse solo cinco meses después de las elecciones autonómicas a la esfera nacional. Hoy conseguir pasar la frontera del 12 por ciento del voto parece solo un escenario fantasioso. Las encuestas le otorgan tan solo 4 o 5 diputados y el 4-5% del electorado. Lejos de los 14-15 diputados con los que Errejón pretende ser decisivo. Sin unos resultados estables, el candidato no logrará el impulso para mantenerse en el Congreso. Su escaño parece seguro, pero a día de hoy, la idea de que logre grupo propio es una quimera.

El partido, fruto de una escisión personalista, prepara esta semana con el viento en contra. No puede presentarse a debates al no tener representación nacional y bajo su sombra se halla el dilema de la utilidad del nacimiento de otro partido que se presenta con las mismas medidas que otra formación ya asentada. Se presenta como el «desbloqueo» pero restaría al bloque de la izquierda la opción de conformar una mayoría amplia, informa R. E.