Opinión

Cambio de paradigma

El pensamiento de Fernando Savater, uno de los pensadores más rabiosamente independientes, no resulta, en ningún modo, dañino o perjudicial

Fernando Savater en su casa
El filósofo y escritor Fernando Savater, en su casaDavid JarFotógrafos

Cuando mi hijo, recién empezado este siglo, estaba en fase de crecimiento, le di a leer dos libros que juzgué de interés para su formación. Fueron la «Ética para Amador» y la «Política para Amador», de Fernando Savater. Actualmente, mi hijo trabaja en el laboratorio del Imperial College de Londres, especializado en ciencias biomédicas. Puesto que provengo de familia humilde, difícilmente le habría podido dar los medios para auparse a esa posición, con lo cual queda claro que la ha alcanzado por sus propias dotes y bagaje. De todo ello creo que se puede colegir razonablemente que el pensamiento de Savater no resulta, en ningún modo, dañino o perjudicial.

Por tanto, me ha parecido una noticia triste saber que el medio para el que escribía desde hace años, y del que fue fundador en su momento, se lo ha quitado de encima por lo incómodo de sus opiniones discrepantes. La melancolía no es solo por saber que a uno de los pensadores más rabiosamente independientes de los últimos tiempos se le niega la posibilidad de una tribuna de amplia difusión, sino también por lo que eso significa para el medio de comunicación que, hace décadas, contribuyó a fundar.

«El País» quiso encarnar, cuando se creó en la Transición, la posibilidad de que los españoles tuviéramos a nuestro alcance un periódico que representara lo mismo que suponían cabeceras como «The Times» en países civilizados. Un diario razonable, ilustrado, librepensador, plural y no parcial. La queja última de Savater era que, en los tiempos recientes, se estaba convirtiendo en una simple voz gubernamental, un mero facilitador del discurso dominante del poder. Entiendo que tiene que ser embarazoso para la dirección de un periódico que uno de tus colaboradores manifieste opiniones como esa. Pero lo que no puedo evitar preguntarme es si no hubiera sido suficiente con que la directora del medio, Pepa Bueno, hubiera publicado un editorial explicando que no coincidían con la manera de pensar de Savater, defendiendo a su equipo y demostrando con ello una pluralidad consolidada de su medio al servicio del debate de ideas.

Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con las ideas de Savater, pero hay que reconocer que siempre las argumenta con solidez, con erudición, con brillantez, amenidad y capacidad. Si hemos de esperar que compitan con esas dotes firmas de «El País» como Nuria Labari o Ángeles Caballero, no digo que no lo consigan algún día, pero recomiendo que, mientras tanto, vayamos tomando asiento para no fatigarnos en lo que dura la espera. Antes de que se me acuse de machismo por los ejemplos escogidos, quiero hacer constar que, para mi gusto, la persona de letras más importante del siglo XX ha sido Hannah Arendt. Nos hallamos muy lejos de ese rango.

Cuentan que, por lo visto, Savater incluso había llamado «mindundi» al bueno de Sergio del Molino, colaborador del mismo medio. La vehemencia es humana y, en Savater, incluso característica. Un fotógrafo amigo mío fue encargado, hace unos años, de retratar un diálogo que mantuvieron Fernando Savater y Arcadi Espada sobre el aborto. Volvió impresionado. Me contó que, con sus apasionadas deliberaciones, parecía que fueran a lanzarse al cuello uno del otro cuando refutaban alguna argumentación de su interlocutor; por supuesto, luego todo quedaba en paz. La anécdota me encantó. Mi dulce y bienintencionado amigo asistió al chispeante ardor del intelecto, la crepitante discrepancia. Algo a lo que, por nuestro bien, no deberíamos renunciar nunca.

Si algo hemos de agradecerle además a Savater es que no haya entonado la queja de que le están censurando, como tantos otros hacen cuando no se valoran sus planteamientos. Con una sonrisa, se ha reafirmado en sus opiniones y se ha marchado a otro sitio donde puedan apreciarlas. Pero eso no amortigua mi inquietud al presenciar ese peligroso cambio de paradigma: el arrinconamiento que los superficiales discursos dominantes están ejecutando con saña sobre muchos de los grandes nombres del pensamiento último de nuestro país. Lo que deseo es poder ver todas las reflexiones (Savater, Del Molino, Labari, Espada, Caballero, el desaparecido Escohotado) contrapuestas en un mismo medio porque, al fin y al cabo, lo que hacen es sencillamente darnos una oportunidad de conocimiento.