PSOE
Carmen Calvo, "con el agua al cuello, pero flota"
Una de las más fieles «apóstolas» del sanchismo, es temida y discutida a la vez dentro del Gobierno y del propio PSOE. Ni se inmutó pese a la crisis de Open Arms.
Una de las más fieles «apóstolas» del sanchismo, es temida y discutida a la vez dentro del Gobierno y del propio PSOE. Ni se inmutó pese a la crisis de Open Arms.
Ha sido la protagonista indiscutible de este convulso verano. Desaparecido y recluido Pedro Sánchez en el Palacio de las Marismillas, en medio del polvorín migratorio en el Open Arms, abrasada por las llamas de la isla Gran Canaria y amenazante feroz la economía europea ante un Brexit salvaje con sombras de recesión, la única en dar la cara, aún a costa de que se la partan, es la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. Su figura provoca una auténtica división de opiniones en el mundo socialista. «Es el escudo protector de Pedro», aseguran sus leales. «Es un auténtico caos, una marilíos», critican sus detractores. Según algunos sectores del Ejecutivo y del PSOE mantiene firme la confianza del presidente en funciones, mientras otros aseguran que está «muy tocada». Lo cierto es que la cordobesa, famosa por sus meteduras de pata y frases de antología, sigue ahí sin ningún complejo. «Carmen está con el agua al cuello, pero siempre flota», dice un dirigente andaluz que bien la conoce. Todos coinciden en que es una mujer muy discutida, pero al tiempo temida.
Calvo no se para en barras y alardea de carácter. «Cuando quiere tiene mala leche y no se achanta», afirman los socialistas andaluces. Lo ha demostrado cuando se encaró con una periodista a la que le espetó eso de «No, bonita, el feminismo no es gratis», o la otra tarde, durante el pleno monográfico en el Congreso sobre el Open Arms al soltarle un buen dardo a la lenguaraz portavoz de Podemos, Noelia Vera, y desvelar sus conversaciones privadas: «Usted me ha llamado muchas veces lloriqueando y decía otras cosas de los inmigrantes». En el banco azul ningún ministro parpadeaba y, aunque algunos la critican en privado, nadie osa hacerlo en público. En un principio, La Moncloa anunció que Pedro Sánchez no asistiría al Pleno, pero poco después confirmó su presencia y todos los ministros recibieron la orden de acudir a respaldar a la vicepresidenta. Detalles a tener en cuenta.
En su entorno aseguran que mantiene intacta su relación con Sánchez, junto al «núcleo duro» de Iván Redondo y Adriana Lastra. Otras fuentes opinan lo contrario y que su gestión en las negociaciones con Podemos ha sido nefasta. Lo cierto es que nadie la desautoriza en público, ha acompañado al presidente en la mayoría de su «tournée» con los colectivos sociales y fue la única en sentenciar el futuro: «El presidente se verá con Iglesias cuando haya lugar», zanjó cual portavoz autorizada del gran jefe. «No se calla ni con bozal», dice un miembro del Gobierno que no la traga. «Es valiente, como escudo protector se traga los marrones», aseguran los suyos. Ante el caos de gestión del Open Arms, ella ni se inmutó al comparecer en el Congreso y soportar un aluvión de críticas. Frente al hermetismo de Sánchez o la cobardía de otros ministros, nadie puede negarle que jamás se esconde.
Su verano ha sido grandioso. Maratón con feministas y colectivos de izquierdas con el presidente en funciones. En Sevilla no defraudó al presidir la ceremonia aniversario del buque-escuela Juan Sebastián Elcano y soltar una de sus habituales perlas dialécticas: «Necesitamos Magallanas y Elcanas», dijo en tromba del radical feminismo. Dejó un equipo de guardia en La Moncloa y tuvo tiempo de bajar a la Feria de Málaga.
Carmen no se oculta. Para algunos es cercana y corajuda, mientras otros la tildan de incompetente. «Precisamente lo que nunca ha hecho Carmen es coordinar», opinan dirigentes del socialismo andaluz, dónde la actual vicepresidenta del Gobierno no dejó muchos leales.
Carmen Calvo Poyato fue siempre un verso suelto del partido, la Junta de Andalucía y el Ejecutivo, con una verborrea incontenida y mucha soltura para convencer a sus líderes. Pero ahora, en su papel al frente de la vicepresidencia del Gobierno y tras los últimos acontecimientos, algunos ministros y cuadros del PSOE arrecian sus críticas. Desde la Comisión de Subsecretarios y Secretarios de Estado, el gran organismo decisorio que preside todas las semanas, afirman que «habla y habla, nos vuelve locos». Sus meteduras de pata han dejado huella, lo que algunos ministros y socialistas veteranos definen con una frase muy gráfica: «¡Esta Carmela va por libre!». Como en la película de Carlos Saura, ella es roja, cantarina, feroz defensora de la exhumación de Franco, radical feminista hasta rozar el ridículo, contradictoria en varias decisiones del Gobierno y hasta coordinadora de la política migratoria en los mares. Algo que genera rechazo en ciertos ministros que no se atreven a decirlo en público. Porque Carmen Calvo tiene adeptos, ha tejido «una corte celestial» de mujeres progresistas para aglutinar un apoyo a su persona.
A juicio de quienes bien la conocen Carmen es vanidosa, soberbia y osada. Lo pudieron comprobar sus dos anteriores jefes, Manuel Chaves y Rodríguez Zapatero, testigos de sus fuertes desencuentros. Como consejera de Cultura colmó la paciencia de Manuel Chaves que se la recomendó a Zapatero para el Gobierno de España. Carmen nunca le perdonó a José Antonio Griñán sus preferencias por Rosa Aguilar como cabeza de lista al Congreso por Córdoba y se vengó de él y su antiguo mentor, Manolo Chaves, con total indiferencia en el juicio de los ERE.
Famosa por sus frases altisonantes, «el machismo es fascismo», o «el dinero público no es de nadie», Carmen cautivó a Sánchez como Secretaria de Igualdad en la Ejecutiva Federal y logró ser el contrapeso de Soraya Sáenz de Santamaría durante la aplicación del 155 en Cataluña. Este fue el origen de su gran ascenso, dado que Sánchez valoró sus conocimientos jurídicos como profesora de Derecho Constitucional.
Su labor como coordinadora del Ejecutivo sigue dando que hablar. Decapitadora de Franco y el Valle de los Caídos, guerrillera contra el machismo, durísima con Pablo Iglesias y Podemos, que la tienen en tinta roja, capitana de los buques migratorios y navales, en el seno del Gobierno afloran críticas a su labor. Las tensiones en Moncloa son grandes y todos miran hacia el ánimo de Pedro Sánchez, quien de momento mantiene su confianza en su número dos. En definitiva, una mujer que naufraga con el salvavidas puesto. Carmen Calvo siempre sale a flote.
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