Conflicto de Gibraltar
«Cuando nos unimos somos imparables»
Testigo directo
Por la proa del «As de Oros», la visión casi siempre fue la de una lancha de la «Royal Gibraltar Police» (RGP) delante a escasos metros. Porque este pequeño pesquero de Rafael Gutiérrez –que también es propietario de otro barco, «La llanita Hernández»– fue en muchos instantes el más adelantado de los barcos españoles. Si por este armador fuera, se hubieran adentrado hasta la zona de los bloques. «¿Qué nos van a hacer?», repetía una y otra vez. Y a juzgar por los comentarios de la emisora de los pescadores –a la que tenía acceso la Guardia Civil– todos querían meterse más para adentro. Acercarse a la zona prohibida era recibida con gritos y aplausos por el medio centenar de ciudadanos que se acercaron al espigón español más cercano para seguir la protesta, algunos ataviados con banderas españolas. «¡Gibraltar español!» o «¡Viva la Guardia Civil!», se gritaba desde las rocas del muelle que separa las aguas españolas de las que las autoridades gibraltareños, que no el gobierno de Madrid, consideran británicas.
Dentro de las embarcaciones, todo seguía un guión establecido aderezado con esa pizca de humor gaditano con la que quitar hierro a una situación que por momentos fue tensa. «¡Otro poquito, otro poquito!», era la consigna que más se repetía por la emisora. Y la excusa que se le daba a la Policía gibraltareña: que el viento nos llevaba hacia la zona prohibida. Los líderes de la protesta, como el «As de Oros», mantuvieron contacto físico con las zodiacs llanitas en varias ocasiones. Una de ellas, incluso, acabó con un agente del Peñón agarrando y empujando el gancho del pesquero, mientras su embarcación se interponía entre «La Roca» y la nuestra. «Si no fuera por la Guardia Civil, los arrinconamos, pero hay que respetar a la Guardia Civil», asegura Gutiérrez con media sonrisa en la boca. Es por la satisfacción de ver que por fin se han unido para hacer frente a Fabian Picardo.
La tranquilidad se nota en las caras de los pescadores españoles. Están tan hartos de esta situación que nada peor les puede pasar. Gutiérrez indica el caladero que se han cargado, quizá para siempre, los gibraltareños al hundir más de 70 bloques de hormigón, los mismos que han desatado la crisis diplomática. El armador del «As de oros» lamenta que ya no pueda pescar esa almeja esculpiña que vende a siete euros el kilo. Por eso se plantea incluso abandonar el oficio al que se ha dedicado toda la vida. Con el que llegó a tener siete barcos. Pero se muestra contento. «Estamos muy desunidos, pero cuando nos juntamos somos imparables», afirma. Lo dice justo cuando pasa a su lado el «Jimea». «Él sólo se ha venido para acá». Y le saluda. La satisfacción es casi plena. Ha faltado un poco más de presión para que la Guardia Civil, que es a la que los pescadores sí respetan, les haya dejado adentrarse más. «Es la que nos está aguantando». Por dos veces estuvieron a punto de conseguirlo. Por supuesto, también fueron los dos momentos de más tensión. Tras el segundo nos batimos en retirada entre bocinas y aplausos. Ha sido una victoria moral sobre Gibraltar. Y sobre Picardo. Lo único que falta es que no sea la última.
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