Barcelona
De la guerra de bloques a la de candidatos
Los vetos y el hecho de que no hay un claro vencedor desatan una lucha sin cuartel: ERC ataca a Juntos por Cataluña y Cs no dará cuartel al PSC
Hostilidad, recelos y desconfianza entre los propios partidos que integran los dos bloques electorales. «Es la campaña de todos contra todos con un vencedor virtual». Así analizan dirigentes políticos y empresariales de Cataluña estos intensos días hacia el 21-D plagados de vetos entre unos y otros, sin un claro ganador que pueda formar gobierno en La Generalitat. El baño de masas de Carles Puigdemont en Bruselas ha encendido las alarmas en Esquerra Republicana con su líder, Oriol Junqueras, en la cárcel y su estrategia descabezada. Por ello, ERC ha iniciado un verdadero ataque a la lista de Junts per Cataluña y al fugitivo ex presidente que, según las últimas encuestas, les arrebata hasta la mitad de sus votantes. En el polo constitucionalista, la pugna es feroz entre Inés Arrimadas y Miquel Iceta por controlar el llamado «cinturón rojo» de Barcelona y su área metropolitana, tradicional feudo del PSC, que ahora Ciudadanos aspira a convertir en naranja. La incertidumbre sobre los sondeos, basada en la falta de respuesta de muchos consultados, echa más leña al fuego a estos comicios.
Oriol Junqueras ha descubierto en su celda de Estremera el tremendo error político que cometió al no convocar elecciones cuando tuvo la oportunidad. El fiasco de su número dos, Marta Rovira, apaga las buenas expectativas de ERC y trasvasa votos a la lista de los posconvergentes. Por ello, ahora cogen las riendas los ex consellers ya liberados, Carles Mundó, Raul Romeva, y el candidato gerundense Roger Torrent, lanzando un claro ataque: «Puigdemont está invalidado para ser presidente de la Generalitat».
Dese Bruselas, la respuesta es contundente: «No aceptamos otro presidente que no sea Puigdemont», advierte Elsa Atardi, la doctora por Harvard convertida en la nueva zarina en campaña de los fugitivos. La batalla entre Esquerra y Junts x Cat está servida. Mientras Puigdemont sale a diario con un discurso estrafalario, aunque efectivo hacia los suyos, juega con la baza de su victoria y una posible detención que le legitime aún más, a los republicanos sólo les queda el consuelo de ganar, aunque sea por un escaño, para que Junqueras salga de la cárcel. Pero si el 21-D vence una mayoría separatista será difícil explicar el voto a otra investidura distinta a la de Puigdemont. Desde su equipo en la capital belga aseguran que estas son unas elecciones «ilegítimas y opresoras», por lo que la restitución del gobierno desalojado por Madrid y el 155 es inevitable. Toda una trampa para Esquerra Republicana y un golpe de efecto para su electorado.
El combate es latente. Puigdemont se erige en la única fuerza soberanista capaz de frenar a los invasores, mientras el número dos de ERC por Girona, Roger Torrent, se desgañita al afirmar que sólo ellos pueden frenar a la derecha de Ciudadanos, luchar contra la corrupción, en un ataque velado a Convergencia, y proclamar la república. En el cuartel general de Esquerra rechazan valorar las encuestas que les empatan con Junts x Cat, pero la preocupación es evidente. «La figura de Junqueras como mártir de la prisión no les funciona», opinan en el PDeCAT, en cuya cúpula no tragan a Puigdemont, aunque ahora no les queda más remedio a aguantar. En el independentismo ya no hay cabida para una tregua, cumpliendo la vieja máxima de que no existe peor enemigo que el de tu misma familia. Si el empate se produce, o el resultado es muy ajustado, la batalla por sentarse en La Generalitat se avecina tremenda.
Otro punto caliente se vive en el bloque constitucionalista, dónde Inés Arrimadas y Miquel Iceta luchan por un espacio electoral común en el gran poder municipal. La candidata de Cs ofreció días atrás al PSC entrar en su gobierno si es la ganadora, pero Iceta lo rechazó. Ambos se erigen en futuros presidentes, pero ninguno tiene la certeza absoluta de lograrlo. Arrimadas ha endurecido su discurso y acusa a Iceta de encubrir un tripartito con los nacionalistas, mientras el líder socialista mantiene su apuesta por una mejor financiación y quita de la deuda en Cataluña. Los recelos entre ambos son intensos y nadie aventura qué puede pasar si uno de los dos encabeza la lista más votada. Inés Arrimadas reclama la presidencia si ello lo logra Ciudadanos, pero los posibles pactos postelectorales podrían colocar a Miquel Iceta en el sillón de la Generalitat. La recomposición de sus electores es clave: un flujo de votantes nacionalistas moderados se inclina por el PSC y Cs se nutre del voto útil procedente del PP.
Los populares y los Comunes lo tienen muy complicado, atrapados en un trasvase de votantes hacia Ciudadanos en el caso del PP, y al PSC, ERC e incluso las CUP en el partido de Ada Colau. Según los expertos, con una lealtad de voto muy baja en este contexto bipolar, Xabier García Albiol busca rentabilizar el 155 con el apoyo de Mariano Rajoy, y Xavier Domènech, el candidato peor valorado de todos, intenta salvar un evidente descalabro. Sin embargo, la paradoja es que si se rompe la hegemonía independentista ambos pueden ser decisivos para formar gobierno. Una llave que deberán administrar con altura de miras, en función de los resultados y con la mirada puesta en el escenario nacional. Nadie duda de que el futuro equipo de la Generalitat, si es que finalmente se consigue frente a los actuales vetos, tendrá repercusión en toda España.
Nadie pronosticó jamás el devenir de los acontecimientos que llevaron a prisión a todo el núcleo duro del Govern de Cataluña, en una decisión sin precedentes, mientras el destituido presidente deambula por las ciudades belgas como un mesías redentor, dejando en la cuneta a cuántos fueron sus directos colaboradores. Esta es la principal acusación de los republicanos, aterrados por el efecto Puigdemont en Bruselas. El mazazo es enorme para Oriol Junqueras y está por ver cómo rentabilizan su estancia en la cárcel. «Todo lo que no se ve no existe», contraponen en Junts x Cat. Por su parte, Inés Arrimadas y Miquel Iceta se lanzan reproches mutuos con la vista puesta en el día después del 21-D. Ambos necesitan obtener una gran diferencia para presionar al otro en favor de la lista más votada constitucionalista. La batalla de los vetos y la balanza de los pactos se pueden decantar por un escaño y un puñado de votos.
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