Ley del "solo sí es sí"

Un día para olvidar

Con el pulso vivo, la ruptura entre Sumar y Podemos es imposible

MADRID, 20/04/2023.- La ministra de Derechos Sociales Ione Belarra (i) y su compañera de partido y ministra de Igualdad, Irene Montero (d), durante el pleno celebrado este jueves en el Congreso.
MADRID, 20/04/2023.- La ministra de Derechos Sociales Ione Belarra (i) y su compañera de partido y ministra de Igualdad, Irene Montero (d), durante el pleno celebrado este jueves en el Congreso. Agencia EFE

Ayer, Javier Lambán, presidente de Aragón anunciaba que de ser reelegido presidente crearía una Consejería de Soledad y Políticas Sociales, dado que la soledad ya no se circunscribe ni a vivir solo ni a la vejez. Es la nueva pandemia de la soledad hiperconectada. No sean mal pensados, la decisión de Lambán de crear una Consejería de Soledad, no tiene nada que ver con la soledad que ayer vivió Irene Montero en el Congreso de los Diputados durante el debate y votación de la reforma de la ley del «solo sí es sí». Con la única compañía de Ione Belarra en el banco azul, Montero vivió un día aciago, el de la defunción de una norma que ha rebajado la pena a casi mil violadores y maltratadores y a algo más de cien les ha dejado en la calle. Yolanda Díaz asistió a la votación pero evitó muestras de apoyo a Montero y Belarra que iban vestidas con tonos violetas.

La ministra Montero, seria y circunspecta, no dio su brazo a torcer y se autoerigió en la genuina representante del feminismo. La portavoz socialista fue comedida en su intervención. No así Carmen Calvo que lanzó su aguijón en un tuit hablando del «feminismo que tiene los pies en la tierra y se duele con el dolor de las mujeres, rectifica y está en el lugar que tiene que estar. Donde se protege la libertad sexual de las mujeres. El antifeminismo es no verlo», y remata «a pesar de tantas estupideces dichas en nombre del feminismo sobre todo por partes de las que no estuvieron nunca y ahora pretenden hacerlo falsamente suyo». Se le entendió todo a la exvicepresidenta Calvo. Se sacó la espina que llevaba clavada.

Conclusión, el feminismo está roto. El Gobierno, no. Pedro Sánchez no quiso estar en el pleno y ni siquiera voto la ley para preservar la salud de su Ejecutivo que está viviendo su crisis más profunda. No parece que nada se vaya a romper. Solo hay una posibilidad de ruptura: que Sumar y Podemos rompan definitivamente. Entonces, como dirían los adictos a las nuevas tecnologías, se abriría una nueva pantalla de resultados inescrutables. Con el pulso vivo, la ruptura es imposible. Luego veremos, porque a nadie se le escapa que Sánchez se encuentra cómodo con Yolanda Díaz y mucho menos con Podemos. Las espadas están en alto y ayer Belarra y Montero estaban muy solas. Recibieron los votos de todos los diputados de Unidas Podemos pero el entusiasmo de Comunes, Izquierda Unida y yolandistas era manifiestamente mejorable.

En el hemiciclo, frente de Belarra y Montero y junto a la vicepresidenta Díaz, la ministra de Justicia Pilar Llop que ayer sufrió una manifestación frente a su ministerio con la presencia de Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la violencia de género. La señora Rosell estaba en su derecho a discrepar, pero debería tener en cuenta que ella forma parte del Gobierno contra el que protestaba. Si cree que el Gobierno recorta derechos, en política hay una forma de demostrar su enojo: la dimisión. Eso se llama coherencia. Llop ha aguantado las duras críticas de Montero y en algunos momentos sus declaraciones no ayudaron a buscar un punto de encuentro. No es la culpable del desaguisado de la ley, pero sin duda sí es culpable de no encontrar su papel en la negociación. So pena que no tuviera ninguno y todo fuera postureo.

Coherencia que también le faltó a Vox. Sus razones para no votar no se entienden muy bien. Y después de la intervención de su portavoz menos. No se sabe si no votaron porque están en contra de la modificación o porque el acuerdo del PSOE con el PP los dejó en tierra de nadie y las elecciones mandan. Sin duda, ayer fue un día para olvidar aunque me voy a dar moral: siempre se aprende de los errores. Al menos eso espero.