El desafío independentista

Diez razones para ir a la «mani» de Barcelona

Hay que llenar Barcelona para que los catalanes digan a Puigdemont: «Así, no». Queremos volver a sentarnos y hablar sin amenazar y coaccionar a nadie

Dos niños pasean por el ayuntamiento de Sabadell con sendas banderas españolas, ayer, mientras dos personas cuelgan la misma insignia en una ventana
Dos niños pasean por el ayuntamiento de Sabadell con sendas banderas españolas, ayer, mientras dos personas cuelgan la misma insignia en una ventanalarazon

Hay que llenar Barcelona para que los catalanes digan a Puigdemont: «Así, no». Queremos volver a sentarnos y hablar sin amenazar y coaccionar a nadie.

1. Para que sean los propios catalanes quienes le digan a Carles Puigdemont: «Así, no».

2. Para recordar a una parte de nuestros paisanos, quienes salen a las plazas a gritar «el carrer és nostre», que ya fue Fraga Iribarne quién dijo en 1976: «La calle es mía». La calle no es mía, ni tuya, ni nuestra, ni vuestra, ni de ellos. La calle es DE TODOS. Si les preocupaba a los nacionalistas que Coscubiela coincidiera con el PP en su defensa de la democracia, cabe apuntar que siempre es más preocupante terminar coincidiendo con una dictadura como hacen ellos. ¿Es acaso ese régimen el que quieren para su imaginario país independiente?

3. Para mejorar la estética en el futuro y que no parezca que los mensajes del presidente autonómico están grabados en un pasillo de la red de Paradores Nacionales. Toma nota, David Madí.

4. Para responder a la manipulación propagandística general y ser un país serio donde, en la cifra de heridos por las desafortunadas cargas policiales, el político regional a cargo de facilitarlas no incluya los atendidos por ataques de ansiedad en el servicio ambulante de emergencias. Pero, ¿en serio pensaba esta lumbrera que la prensa no iba a comprobar los datos? Con la violencia coercitiva que sufrió recientemente otra de nuestras regiones, si equiparáramos el diazepán a una bala en la nuca cometeríamos una frivolidad de gestor mendaz inaceptable en una política seria.

5. Para que, en situaciones tensas provocadas interesadamente como las del domingo anterior, los Mossos estén en su sitio y no dispersos por la región o encerrados. Profesionalmente, ese es el modo de funcionar más tristemente español que conocemos. Laboralmente, se llama en el nivel popular: «escaquearse para que otro se coma el marrón». Cuando el marrón es nada menos que defender con la fuerza la Democracia, sólo puede hablarse de dejadez profesional y no de humanidad. Los policías nacionales que tantas veces han colaborado con los Mossos no se merecen ese abuso y desprecio por parte de sus compañeros.

6. Para que las huelgas generales sigan siendo un instrumento legítimo de lucha de la clase obrera incluido en el Estado de Derecho y no se desvaloricen siendo sustituidas por paros gubernamentales a la venezolana. Si alguien dudaba aún de que está reivindicación nacionalista estaba al servicio de una burguesía, basta fijarse en como las CUP admiten con la cabeza baja que, cuando la huelga es por demanda de los trabajadores, se la puede sabotear con unos servicios mínimos del 40%, mientras que cuando es por demanda del gobierno burgués se les puede putear a estos mismos trabajadores con unos servicios mínimos del 25%.

7. Para que los bancos catalanes no se vayan de Cataluña y las abuelas no estén preocupadas por lo que va pasar con sus pensiones y sus ahorros. Estos teóricos de la historia económica pontifican estupendamente en las aulas y sobre el papel, pero cuando han de arremangarse y llevarlo a la práctica no dan una.

8. Para que los cabezas rapadas y «skins» de la violencia vuelvan al lugar minoritario que siempre han ocupado en nuestra sociedad. Y no los veamos en primer plano en Calella, retransmitidos a todo lujo por TV3, increpando a los policías. Unos policías que no responden porque precisamente es su deber de serenidad, aun a sabiendas de que con un simple soplido mandaban a pastar al Collsacabra a toda esa muchachada.

9. Para que podamos lamentarnos y ocuparnos, como toda gente de bien, de los heridos del fin de semana pasado y poder hacerlo sin que eso tenga que significar obligadamente un gesto político. Y por la primacía de la simple eficiencia matemática en el uso de la fuerza en defensa de la democracia. En el año 2011, el desalojo de 200 manifestantes espontáneos en la Plaza Cataluña por parte de los Mossos del partido de Puigdemont se saldó con 121 heridos y un peatón que perdió un ojo. Seis años después, una multitud mil veces mayor, azuzada por el poder autonómico, es desalojada por la Polícia Nacional limitándose los daños a cifras parecidas. En términos proporcionales, basta hacer una simple operación aritmética para sacar el rendimiento de eficacia. Menos mal que se han podido evitar desgracias mortales. Las matemáticas son irrebatibles. No juguemos con estas cosas.

10. Y finalmente, para que podamos volver a sentarnos todos los catalanes y hablar a calzón quitado, bajo reglas democráticas, sin amenazar y coaccionar a nadie, sin discursos baratos de Parador Nacional. Si hasta dos catalanes indómitos como Loquillo y yo hemos sido capaces de aparcar nuestras diferencia, volver a conversar y tocar juntos, entonces es que es posible. Los catalanes podemos entonar juntos algo mejor que ese lamentable y engañoso «Let it be» desafinado de costellada.