Opinión
¿A dónde vamos?
La erosión a la que está siendo sometido el ordenamiento constitucional va dirigida desde distintos cañones hacia la misma línea de flotación, que no es otra que acabar con el régimen del 78
No hay un punto en el horizonte hacia el que el Gobierno quiera dirigir el país. Toda acción política de Sánchez es como la del mal futbolista que tiene como único objetivo salir del regate corto manteniendo el balón en sus pies, sin importarle donde está la portería.
En un barrizal de mentiras, por desgracia, quien decía la verdad eran Jordi Turull y Junts y no la dirección socialista, que aseguraba que no estaba agendado tal encuentro. Ahora sabemos que Sánchez mantendrá, no solo una reunión sino varias con Puigdemont. La única resistencia del líder socialista a la condición de los independentistas es hacerlo fuera de España, pero si esa es otra condición del soberanista fugado, no hay duda, se hará en el extranjero.
Es inédito que tenga lugar un encuentro con quien, al día de hoy, está buscado y huido de la Justicia española. Pero lo que es más inverosímil es que la justificación que se dé es la de la “normalización de los actores políticos”.
La ley de amnistía y los honores que recibe quién incumplió el Código Penal intentando segregar una parte del territorio, marcarán un antes y un después. El Estado ha sido violentado y ha expuesto una debilidad que no contemplaron los constituyentes: la ambición personal desmedida.
La próxima amnistía que se vislumbra es la que ha propuesto Sumar, consistente en despenalizará las injurias al Rey, el enaltecimiento del terrorismo y de los terroristas y los actos que humillen a las víctimas.
El 15 M perdió en las urnas, pero ganó la política. La erosión a la que está siendo sometido el ordenamiento constitucional va dirigida desde distintos cañones hacia la misma línea de flotación, que no es otra que acabar con el régimen del 78.
Sin duda, suprimir la pena de enaltecimiento del terrorismo está alineado con la pretensión de Otegi de amnistiar a los presos etarras. La cuestión para él es si para ello precisa ganar las elecciones en Euskadi o si es suficiente seguir siendo llave en la gobernabilidad.
En el pasado, se podía predecir lo que haría un gobierno de uno otro signo, sus líderes eran previsibles. Sin embargo, con Sánchez solo se puede anticipar que dependerá del resultado electoral.
Si hubiese obtenido mayoría suficiente, Puigdemont sería demonizado y se obstaculizaría el camino de Bildu hacia la lehendakaritza pero, como perdió las elecciones, el independentista catalán es tratado como un hombre de Estado y los abertzales como un partido de gobierno.
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