Huelva
El Congreso investiga la desaparición de algunos disparos del 23-F
Primero se ocultó, luego se negó y ahora se abre una investigación
La gotera ya es lo de menos. Las controvertidas obras del Congreso han acabado con parte de la memoria de nuestra historia reciente: cinco impactos de bala del 23-F, la huella que Tejero dejó sobre la tribuna de Prensa del hemiciclo.
La gotera ya es lo de menos. Las controvertidas obras del Congreso han acabado con parte de la memoria de nuestra historia reciente: cinco impactos de bala del 23-F, la huella que Tejero dejó sobre la tribuna de Prensa del hemiciclo. Poco a poco, se va conociendo la monumental chapuza de unos trabajos de reforma cada vez más cuestionados. Porque además de la catarata de agua que cayó desde el forjado exterior sobre el salón de plenos del Congreso el pasado miércoles y cuya responsabilidad se ha achacado a la empresa contratada por Patrimonio, los trabajos del interior del hemiciclo -que dependen de los servicios de la Cámara- han dado también mucho que hablar. Todo, como es habitual en el Congreso, ha sido ocultismo y negación hasta ayer. Tanto que a los funcionarios de la Casa se les prohibió la entrada a la zona de obra; hablar con alguien de los accidentes laborales que se han producido en el interior; comentar cualquier incidencia que conocieran o detallar los trabajos que se realizaban. Mucha ley de transparencia, pero ésta ni está ni se espera que afecte a la intendencia del Parlamento.
Ya la tarde del miércoles varios informadores habituales del Congreso se percataron de la desaparición en el techo de la tribuna de prensa de algunos de los impactos de bala del 23-F y preguntaron al respecto. Tantas fueron las negaciones como interlocutores hubo de por medio, pero ya se sabe que la ocultación y la mentira tienen las patas cortas. Y hubo quien, con paciencia, rebuscó imágenes anteriores y cotejó con la estampa que han dejado los operarios. Conclusión: los impactos habían sido sellados. Ayer por la mañana, los servicios de la Cámara tuvieron que reconocer lo obvio: la desaparición de los impactos de bala de la intentona golpista y su sustitución por una rejilla de ventilación. Durante más de tres décadas el Congreso había preservado las marcas de los disparos de los y renunciado a su reparación para que quedaran como testimonio de aquella asonada. Aún resuena el eco de las palabras de la vicepresidenta primera de la Cámara, Celia Villalobos, el lunes al mostrar las obras de ventilación, sonido e iluminación del hemiciclo: «Esto ha quedado divinamente». El presidente del Congreso, Jesús Posada, aclaró que se había dado instrucción a los técnicos que dirigen estas obras en el interior del hemiciclo que se respetaran las marcas dejadas en la intentona golpista, ya que él -que aquél 23-F era gobernador civil en Huelva y vivió el intento golpista en primera persona- cree que «nadie debe olvidar lo que pasó» La perplejidad y el estupor de diputados, técnicos y funcionarios, tanto por lo ocurrido como porque la Mesa no haya procedido de forma fulminante a la destitución de la jefa del departamento de Infraestructuras de la Casa, Amelia Olivares, cuya responsabilidad es más que evidente. De momento, el máximo órgano de gobierno del Congreso tan sólo ha anunciado una investigación y pedido explicaciones a la arquitecta dePatrimonio Nacional que fue felicitada dos días antes formalmente.
Los funcionarios, que han permanecido ajenos a la obra por instrucción expresa de Olivares y Villalobos, claman por que ruede alguna cabeza. Más sabiendo que la mencionada jefa del departamento de Infraestrucutras ya fue la reponsable de otra chapuza: la de los desperfectos que sufrió un óleo del siglo XIX, «El Compromiso de Caspe», que no fue protegido adecuadamente mientas se adecentaba el verano pasado la primera planta del Palacio, y acabó con una raja de más de un metro.
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