ERC

El día que ERC trató de desautorizar a Rufián... y a Junqueras

El portavoz en el Congreso defendió ante los suyos la necesidad de no bloquear un Ejecutivo del PSOE con Podemos. Frente a él, la línea dura de Esquerra, que apostaba por el «no».

El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián
El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufiánlarazon

El portavoz en el Congreso defendió ante los suyos la necesidad de no bloquear un Ejecutivo del PSOE con Podemos. Frente a él, la línea dura de Esquerra, que apostaba por el «no».

Eran las 10 de la mañana del viernes 17 de julio. La Ejecutiva de Esquerra Republicana se reunía en la barcelonesa sede de la calle Calabria. El único punto del orden del día, decidir el voto del grupo parlamentario en la investidura de Pedro Sánchez. Hacia la una de la tarde, Gabriel Rufián, líder de los republicanos en Madrid, y la portavoz del partido, Marta Vilalta, salieron a dar cuenta de la posición. El resultado fue que no hubo posición. Los republicanos dejaron en el aire su votación final. La razón: en la Ejecutiva se impuso el «no» a Sánchez.

En una intervención de última hora, Rufián consiguió tiempo. Habló de la posibilidad de un acercamiento entre Iglesias y Sánchez, de la necesidad de un gobierno de izquierdas que evitara un gobierno de «los hijos de Aznar». Para Rufián un posicionamiento en contra «dejaría a ERC fuera de juego durante toda la legislatura». Consiguió ese tiempo. Los republicanos votarían «no» a Sánchez el 23, se volvería a reunir la Ejecutiva el 24, y decidirían que votar el 25.

El enfrentamiento interno en la Ejecutiva estuvo a punto de ir a mayores. El congreso republicano de septiembre ha enrarecido el ambiente y agudiza el enfrentamiento. En público, Gabriel Rufián rebajó la dura pugna de la Ejecutiva a un «interesante debate que refleja la diversidad de opiniones, como sucede en la sociedad». En conversación con LA RAZÓN, minimizó la tensión: «Solo han sido unos rasguños políticos». Lo cierto es que la tensión en la Ejecutiva no fue menor. Los partidarios del «no» a Sánchez se impusieron y los partidarios de «no bloquear» se quedaron en minoría. Y en esta minoría está, nada más y nada menos, que Oriol Junqueras, que quiere «ganar haciendo política». Para el grupo capitaneado por Rufián no bloquear significa tener un gobierno de izquierdas en Madrid ante la sentencia del 1-O, que será pública después del verano, bloquear la llegada de un gobierno de derechas a La Moncloa y tener un escenario propicio ante un posible adelanto electoral en Cataluña, que la última encuesta del CEO vuelve a dar la victoria a los republicanos.

ERC decidirá en septiembre quién será el candidato en un congreso que se prevé movido, sobre todo después de la Ejecutiva. Quien gane será el candidato en unas elecciones que Torra se niega a convocar ante una previsible derrota. ERC mantendrá la unidad de acción ante el otoño caliente que se avecina
–Diada, aniversario del 1-O, sentencia, huelga general indefinida patrocinada por Puigdemont, CUP y Jordi Sánchez– pero quiere elecciones porque «Cataluña no puede estar un año más sin presupuestos». Las cuentas de la Generalitat llevan prorrogadas desde 2017 y no se vislumbra un escenario de que salgan adelante porque ni la CUP, ni los Comunes, ni el PSC están por la labor. Este será el momento de forzar la situación y en ese momento es conveniente un gobierno del PSOE y Unidas Podemos en Madrid.

La tensión ya se mascaba en las horas previas. Joan Tardà lanzó un tuit el jueves por la tarde pidiendo que la Ejecutiva se decantara por la abstención. La respuesta del aparato fue rápida: «Las decisiones se tomarán como siempre, por consenso». Los partidarios del «no», capitaneados por el líder del Parlament, Sergi Sabrià, que cuenta con el apoyo de al menos tres consejeras del Govern –Alba Vergès, Teresa Jordà y Esther Capella– además de la portavoz del partido, Marta Vilalta, y el diputado Gerard Gómez del Moral, se impusieron. Volvió a ganar el «hacer la política con el estómago», la misma que acabó con Miquel Iceta fuera de la presidencia del Senado y la misma que con «escasa cintura» del aparato del partido en las negociaciones post-electorales dilapidó buena parte del capital logrado en las urnas.

Enfrente Rufián, Tardà, el vicepresidente Pere Aragonés y el propio Oriol Junqueras. «No queremos ser irrelevantes en Madrid que nos dejaría en un marasmo durante cuatro años», dijeron. Tras el «no» a Sánchez del martes 23, la Ejecutiva de ERC se volvió a reunir. Cinco horas de cónclave. La consejera Esther Capella avaló esta vez la abstención y el papel de Carolina Telechea, número dos en el Congreso, fue determinante. Los republicanos, esta vez sí, dieron carta blanca a Rufián. El líder parlamentario aprovechó todo su tiempo para hablar con PSOE y Podemos. Sabía que Sánchez no iba a mover un dedo por sus votos, pero ERC consideraba que no podía dar la espalda a la política española. Volvía la «pax romana» al seno de los republicanos y se imponía la línea de Oriol Junqueras.

Ataque de Junts per Cataluña

Cuando ERC anunció su abstención, se destapó la caja de los truenos. Puigdemont atacó con virulencia al frente de Junts per Cataluña. Acusó a los republicanos de «falta de dignidad» y de «volver a la autonomía». También se produjo malestar en las bases republicanas que pusieron en duda el liderazgo de Rufián, hasta que el propio Junqueras desde Lledoners lanzó un tuit de apoyo a la posición del partido para no facilitar un gobierno de la derecha. Desde la tribuna, Rufián abroncó a Sánchez e Iglesias por no ser capaces de alcanzar un acuerdo, pero ERC se mantuvo firme y el independentismo volvió a abrirse en canal haciendo públicas sus grandes diferencias y sus diferentes hojas de ruta.

En este debate ha sorprendido el papel de la todavía secretaria general del partido, Marta Rovira, desde un retiro dorado en Suiza. «Estuvo ambigua», dicen, no se mojó para no mermar sus opciones a seguir en la dirección en el próximo congreso. Más significativa ha sido la posición «ausente» de Roger Torrent, el presidente del Parlament, que en los últimos meses está haciendo ímprobos esfuerzos por situarse en la línea de salida para ganar en el cónclave republicano.

La tensión en la Ejecutiva es el preludio de la que se avecina. Las críticas de unos a otros ya no se disimulan. Unos son partidarios de «hacer política», de apostar por «un proyecto de izquierdas que evite que gobierne la derecha» y otros apuestan por «tensar la cuerda con el Estado» porque «no hay salida en España ni con la derecha ni con la izquierda», no descartando «la vía unilateral». Este grupo intentó el bloqueo de la investidura. Al final no lo logró, ni tampoco logró cobrarse una pieza en este periodo congresual: la de Gabriel Rufián, que levantó la bandera del diálogo y del no bloqueo porque «no se deben cerrar las puertas a una negociación que es difícil, pero con la derecha imposible».

Gabriel Rufián ha salvado el primer round, pero las escaramuzas irán a mayores a lo largo de este verano. Las reuniones en la prisión de Lledoners con el líder del partido han abierto las heridas y el debate no está ni mucho menos cerrado. Los partidarios del «no» a Sánchez tienen confianza en su fuerza entre las bases republicanas y rechazan la figura de Pere Aragonés como posible candidato porque lo consideran «flojo». Aragonés mantiene silencio. Todos saben que quien gane el congreso, será el candidato de ERC en unas elecciones autonómicas anticipadas tras la sentencia. El sector más pragmático se enfrenta a «los que están en el monte». De momento, los partidarios de «hacer política» han ganado el primer pulso.

Del «show» de las esposas al discurso moderado

En mitad del duro intercambio de reproches entre Sánchez e Iglesias, emergió el tono moderado que empleó Gabriel Rufián durante su intervención en el debate de investidura de la semana pasada. Con llamadas al acuerdo y a la responsabilidad. Un discurso que, en las formas y en el fondo, llamó la atención de muchos en la Cámara Baja, especialmente por salir de la boca de un diputado que, en legislaturas anteriores, protagonizó polémicas y episodios de poca altura parlamentaria. Ocurrió, por ejemplo, el día en el que mostró una impresora para atacar al Gobierno en su intento de evitar el 1-O. En otro pleno, acudió pertrechado con unas esposas: «Ojalá algún día, un tal M. Rajoy esté con unas de éstas». En comisión, una diputada le acusó de machista por guiñarle un ojo.