Barcelona

El nacionalsocialista «Kim»

Los artículos de Torra contienen las expresiones que animaron los proyectos totalitarios y liberticidas del pasado.

El nacionalsocialista «Kim»
El nacionalsocialista «Kim»larazon

Los artículos de Torra contienen las expresiones que animaron los proyectos totalitarios y liberticidas del pasado.

Los artículos de Quim Torra contienen ideas y expresiones propias del biologicismo que animó pasados proyectos totalitarios. No es un pensador, sólo repite lo que otros escribieron. En el siglo XX, el lenguaje de los totalitarios del siglo XX se llenó de conceptos y lenguaje biologicistas. Era la traslación del darwinismo a los seres humanos, en una jerarquía supuestamente natural que colocaba a una razas sobre otras. Las primeras eran las civilizadas y civilizadoras; las otras, las degradadas y contaminantes.

En las superiores se concentraban todas las virtudes físicas y morales, que se traducían en una mejor economía, urbanidad y una cultura elevada. En las inferiores se amontonaban los defectos más execrables, la miseria, el robo y la suciedad, y por eso emigraban, porque eran incapaces de hacer florecer su tierra y marchaban a otros lugares para vivir de sus habitantes. Esa concepción de la sociedad la usaron los leninistas en la Rusia de 1917 y, con especial vehemencia, los nacionalsocialistas en Alemania.

En España ya lo había utilizado Sabino Arana, fundador del PNV, quien motejaba a «los maketos» como raza inferior, inmoral, blasfema, sucia, pedigüeña y ladrona. No faltaba, como hacían los biologicistas y luego los nazis, la equiparación con animales: «Más que hombres semejan simios, poco menos bestias que el gorila». Al español, decía, «si sólo le oís rebuznar, podéis estar satisfechos». Esa animalización era algo muy campesino, que usaba los nombres de los animales «dañinos», feos o sucios como insultos.

Los nacionalismos populistas de la época, como el catalán, asumieron la raza como un argumento para fortalecer su ansia de un Estado propio echando al «extranjero». Los primeros estudios racistas del catalanismo fueron los de Sampere i Miquel, Batista i Roca, y Pompeu Gener. Sostenía que existía una raza catalana de origen ario, vinculada a los francos, superior a las semíticas peninsulares. Martí i Julià añadía que era una cuestión de «higiene social» impedir la entrada en Cataluña de «razas inferiores y decadentes». Prat de la Riba depuró el concepto de la raza catalana como «histórica», en la que lo castellano es espúreo.

Los ejemplos en las décadas de 1920 y 1930 son numerosos. Rossell i Vilar, miembro de ERC, autor de «La Raza», bramaba contra el mestizaje y pedía una «política raciológica». Hoy tiene una calle en Gerona. Daniel Cardona, fundador de Nosaltres Sols! y del Front Nacional de Catalunya, y militante de ERC, concebía la inmigración castellana como un «arma de guerra» contra la pureza racial y cultural de Cataluña. Hoy, Cardona, que tuvo contacto con el Partido Nazi, tiene una calle en Barcelona, y se le realizan homenajes como en el que participó Quim Torra en 2014.

El nuevo presidente de la Generalitat ha publicado una serie de artículos en «El Matí Digital» y «El Món» repitiendo ese racismo del nacionalismo catalán, que entronca con el biologicismo del XX y el nacionalsocialismo. No falta el argumento genético para insultar a los no catalanes cuando dice que hay «un pequeño bache en su cadena de ADN». Desde esa categoría subhumana, los españoles son como «bestias», expresado en ese juego del lenguaje tan propio del totalitarismo: «Carroñeros, víboras, hienas» («La lengua y las bestias»), y su aspecto es mugroso. Al respecto, Torra escribía sobre una azafata española que tenía un «sudor mucoso, como de sapo resfriado». Porque el castellano, dice, es propio de extranjeros que destruyen el «alma de la patria» («La “normalitat” de parlar en espanyol a Catalunya», 2.1.2012) y provoca la «suburbalización mental».

El contacto con España es nefasto ya que es un país, apunta el reciente Molt Honorable, «exportador de miseria, materialmente y espiritualmente hablando», compuesto por «expoliadores» y «extirpadores» («Día de la raza, però quina raça?», 11.10.2010). Una raza inferior como la española, en opinión de Torra, siguiendo el estilo nazi, sólo provoca miseria y subdesarrollo. Sería preciso poner barreras a los españoles porque su presencia es un «deterioro» de la cultura y el paisaje, porque «el castellano avanza, implacable, voraz» rechazando el talento y haciendo que «los simples y los vulgares campen a raudales» («Quin deteriorament!», 23.11.2009). Por eso, como escribió en «El Singular Digital» en 2008 había que «mirar al norte, donde la gente es limpia, noble, libre y culta», no al sur, a España.

Por supuesto, en el imaginario totalitario de Torra sólo es «buen catalán» el independentista que siente «la llamada de la tierra» («Tornar a l’origen: la patria dels catalans», 8.9.2015), y los otros eran memos o traidores. Llegó a escribir que Carmen Chacón era «una dentadura al servicio de España» («Les dents i les ungles de Carmen Chacón», 27.01.2012), o que Miquel Iceta era asimilable a la «raza socialista española», no comparable a la «honorable raza del socialista catalán». Y es que los «cruces» con el español habían cambiado «el propio ADN de los autóctonos» («El PSC i la cabra catalana»).

Con la elección de Quim Torra, en definitiva, por fin el nacionalismo catalán tiene un presidente que responde a su histórica raíz biologicista.

Algunos ejemplos de sus artículos

«La lengua y las bestias» 19-12-2012

Ahora miras a tu país y vuelves a ver hablar a las bestias. Pero son de otro tipo. Carroñeros, víboras, hienas. Bestias con forma humana, sin embargo, que destilan odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con moho, contra todo lo que representa la lengua. Están aquí, entre nosotros. Les repugna cualquier expresión de catalanidad. Es una fobia enfermiza. Hay algo freudiano en estas bestias. O un pequeño bache en su cadena de ADN. ¡Pobres individuos! Viven en un país del que lo desconocen todo: su cultura, sus tradiciones, su historia. Se pasean impermeables a cualquier evento que represente el hecho catalán. Les crea urticaria. Les rebota todo lo que no sea español y en castellano. Tienen nombre y apellidos las bestias. Todos conocemos alguna. Abundan las bestias. Viven, mueren y se multiplican. Una de ellas protagonizó el otro día un incidente que no ha llegado a Catalunya y merece ser explicado, como un ejemplo extraordinario de la bestialidad de estos seres. Pobres bestias, no pueden hacer más [...] Pero ¿por qué hay que movilizarse cada vez? ¿Cuando acabarán los ataques de las bestias? [...]

«El PSC y la cabra catalana» 13-5-2011

«La última vez que se vio un ejemplar de socialista catalán ya hace muchos años, a mediados de los 70 del siglo pasado. Tenía nombre, llamado Josep Pallach. De hecho, la raza del socialista catalán, que durante la República contó con un rebaño considerable, [...] , había entrado en un proceso de decadencia ineluctable, con la mezcla con la raza del socialista español. Las esperanzas puestas en el ejemplar Josep Pallach, desgraciadamente, se vieron frustradas por una muerte prematura. [...] Los cruces con la raza del socialista español fueron aumentando y aumentando hasta llegar a mutar el propio ADN de los autóctonos. Hoy nada es más igual a un socialista catalán que un socialista español. La vieja y honorable raza del socialista catalán se dará por extinguida, aunque, de manera totalmente acientífica, haya ciertos individuos que se reclamen continuadores [...] El PSC [...] ha desaparecido de la comunidad catalana. Por ello es urgente que Slow Food se ponga a trabajar de manera inmediata. Difícil, pero nunca se sabe si todavía podríamos encontrar un ejemplar de socialista catalán momificado del que pudiéramos aprovechar algo».

«El PSC y la cabra catalana» 13-5-2011

El catalanismo ha de basarse en una defensa encarnizada de nuestra identidad y nuestra cultura y del orgullo de ser catalanes. ¿O es que ustedes jugarían a una Catalunya independiente convertida en una inmensa Feria de Abril?