Casa Real
El Rey, firme frente a la trama antimonárquica
«La Corona no se maneja con la espalda o con la cadera», aseguran en el entorno del Monarca que, pese a su convalecencia, está al frente de todas las decisiones
No es el Rey una persona que se doblegue fácilmente ante la adversidad. Más bien es alguien a quien las dificultades le hacen crecerse y enfrentarse con firmeza y decisión a cualquier obstáculo que surja en su camino.
No es el Rey una persona que se doblegue fácilmente ante la adversidad. Más bien es alguien a quien las dificultades le hacen crecerse y enfrentarse con firmeza y decisión a cualquier obstáculo que surja en su camino. Lo hizo con el franquismo, con su propio padre, durante la Transición y el 23F. Su formación castrense, que dejó honda huella en su carácter, le ayudó a forjar el temperamento de un ser humano que no se da por vencido con facilidad.
Es verdad que la crisis que atraviesa la Casa Real, de una gravedad sin precedentes y que se prolonga ya durante un año y medio, es capaz de tumbar el ánimo del más fuerte y hacerle caer en momentos de desaliento. Pero Don Juan Carlos, convaleciente aún de la operación de columna que se le practicó el mes pasado, tiene como principal aspiración ahora mismo recuperarse lo antes posible del cien por cien de su dolencia de espalda. Afronta el monarca cada día cuatro largas horas de recuperación, dos por la mañana y otras dos por la tarde, con el empeño de poder empuñar de nuevo el timón del Estado muy pronto y enfrentarse a todas las tormentas que se presenten tanto al país como a su propia familia.
La forma de reaccionar tan rápida ante la noticia de la imputación de la Infanta, su hija, y el acierto al elegir a Miquel Roca como abogado de Doña Cristina dan idea de que Don Juan Carlos no permanece al margen de la toma de decisiones en asuntos importantes como éste. Los despachos diarios con el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, así como los semanales con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hacen que el jefe del Estado esté al tanto de lo que pasa tanto en el país como en el extranjero en todo momento.
Lo que no se le debe escapar al Rey en esta etapa de obligada permanencia en su residencia del Palacio de la Zarzuela son los intentos de determinados sectores políticos –que hablan ya abiertamente de crear una plataforma para el retorno de la República como forma de Estado– de ciertos grupos mediáticos y también de influyentes sectores sociales, de aprovechar estos momentos de aparente debilidad del Rey para abrir una causa general contra la Monarquía. No se trata de retomar la tan manida conjura judeo-masónica o confabulación de la que tanto se abusó durante el franquismo para explicar el origen de lo que pasa. Pero a nadie se le puede escapar que, posiblemente, detrás de tanto infortunio puede haber una estrategia diseñada para minar el prestigio de una institución que tiene en su haber tantos y tantos activos.
Tampoco se quiere negar que se han cometido errores, algunos de ellos muy graves, por parte de algunos miembros de la Familia Real. Errores que el propio Monarca reconoció públicamente, por los que pidió disculpas y que prometió enmendar. Algo que podría ser tomado como ejemplo por muchos de los políticos españoles que nunca han sido capaces de pedir perdón por sus faltas o culpas.
La opinión publicada, que no pública, se precipita en los últimos meses a pedir la abdicación del Rey como solución a la crisis interna y no escatiman elogios al Príncipe Felipe como salvador de la institución. Lo curioso es que lo hacen personas que nunca se han mostrado demasiado proclives a la monarquía como sistema de Estado. Insisten en citar que es el heredero mejor preparado de toda la historia española y no ven el más mínimo defecto en alguien que lo tiene todo por demostrar. Una defensa a ultranza que olvida que Don Juan Carlos, a pesar de los reiterados achaques y problemas de huesos que ha sufrido en los últimos tres años, ha declarado públicamente que sigue teniendo fuerzas e ilusión para seguir adelante en su tarea de jefe del Estado. Pero no importa, eso no frena las ansias y prisas de algunos impacientes, que se declaran a favor del relevo en la Corona, un hecho que, a no ser que se produjera una incapacidad intelectual, se debe dejar en manos del propio interesado. «La Corona no se maneja con la espalda o con la cadera», han dicho con sentido del humor algunos de los colaboradores de Don Juan Carlos. Se maneja, eso lo sabemos todos, con la cabeza. Y ellos afirman con firmeza que la cabeza del patrón sigue funcionando.
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